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Nancio, el emprendedor anarquista

Maurizio Bagatin


«Un anarquista impertinente, un amante de las reglas para los demás» – Anónimo cecchinese –

Esta narración revela el espíritu rebelde, legendario y controversial de un personaje de un pueblo real o imaginario: “No se inventa nada. Solo pequeñísimas variaciones de lo ya dicho, acontecido y escrito. Todo es real. Lo irreal solo es defecto de la mala memoria”, dijo el gran Augusto Roa Bastos.

Ya cuando aún era un “bócia”, Nancio puso en evidencia su exuberante inteligencia y su «libertad interpretativa», a tal punto que en la escuela la maestra María Migliori, encontrándose en dificultad por los «procedimientos alternativos a la solución de los problemas» que el precoz chiquillo proponía continuamente, tuvo que convocar al padre, el Bibi, reconocido fotógrafo del pueblo, el cual no pudo más que reconocer lo que era su hijo: “¿qué quieren que les diga, es culpa de mi hijo si él sabe más de la maestra?”. Mientras frecuentaba el quinto curso de primaria llegó en sustitución de la maestra María Migliori, el maestro Giuseppe María Curto, el cual puso un poco a freno el chiquillo, sin lograr modificar su “complejo de superioridad”, característica que del resto nunca nadie pudo frenar. En plena guerra mundial, en el año 1944 su papá, el Bibi, lo inscribe al Ginnasio del Colegio Don Bosco de Pordenone, es el único del pueblito en poder recibir tal formación educativa en aquella época…con los salesianos de paso…y todo sigue su trajín hasta el 5º año (2º año de Liceo Clásico) cuando el profesor de latín le hace traducir al Nancio la oración: “No logro persuadirme de que usted conozca el idioma latín”, oración que al Nancio le pareció un desaire, entonces rechaza la tarea y no pasa de curso, aunque se les reconozca el valor en todas las demás materias. En octubre del 1948 sostiene el examen de admisión al 3º año de Liceo Científico y entra al Colegio Bertoni de Udine…cambio de orilla del rio Tagliamento…durante los tres años en Udine hace de tutor a chicos menores que él, prácticamente gratis, sus compañeros de estudio son Greatti, Meroi, Janich, De Luca, Olivo, toda una juventud que se volverán futbolistas profesionales, pero durante los campeonatos Francesco Janich, que luego logrará ganar un campeonato de Seria A con el Bologna, era suplente del Nancio.

El año 1952 termina el Liceo y se inscribe a la universidad de Trieste, Facultad de Economía y Comercio, pero resulta ser más fuerte que él la voluntad en abandonar los estudios y aventurarse en el mundo del trabajo, particularmente en lo del comercio, que es innato en él. La economía vendrá, tal vez, después. En el 1955 participa a un certamen para el rol de Inspector del Correo en Florencia, 5 mil inscriptos y un solo ganador, después de pasar el examen escrito no se presenta al examen oral, se enoja y enfurecido denuncia que todo el examen es combinado, y se va bestemmiando. En su pueblo natal, Cecchini, no existe una sola persona que lo haya oído decir, aunque una sola vez: “¡me equivoqué!”. Por cierto, no es una culpa el no equivocarse nunca…

Creo que fue un admirador del gran economista triestino Federico Caffé, sino como entender su versatilidad y su amor platónico por la verdad: para él la verdad, como sostuvo Caffé, es multidimensional…entre el 1957 y el 1960 trabajó a la Olivetti, en la sucursal comercial de Trieste, empleo en el cual ganaba siete veces más que un obrero especializado de aquellos años. El primer obstáculo a su escalada profesional fue el sobrino del líder democristiano Alcide De Gasperi, según Nancio era un recomendado por el político, así que las continuas peleas con tanto de amenazas conducen al emprendedor anarquista en presentarse al director general, un tal Tirelli, al cual expone incontestablemente sus condiciones: “¡O yo o él!”…y Tirelli decide mantener el gran vendedor, Nancio se queda en la Olivetti. Pero del espíritu humanista olivettiano, Nancio aprendió muy poco…es el carácter lo que importa…el humanismo, tal vez, puede aparecer después. Según él el humanismo venía después del liderazgo, siempre tuvo un Héctor adentro de una coraza de Aquiles…

Luego de la experiencia a la Olivetti (1957-60) llega el servicio militar, el mismo año participa a un concurso para organizador de desfiles de moda, promovido por la Facis, empresa en su auge en pleno milagro económico italiano, naturalmente él gana, pero al mismo tiempo rechaza el empleo (y hay que reconocerlo: ¿Quién lo hubiera imaginado en este oficio?). Se une en matrimonio con Irene y nace de inmediato su primera hija, Paola. Viendo formándose una familia se instala en el pueblo y va pensando en una actividad que reúna toda la(s) experiencia(s) hecha(s) hasta ahora (¡sic!). Irene, mujer fuerte, dinámica y práctica, pragmática sería mejor decir…una canción del Profesor Vecchioni podría resumir todo, o casi todo: “Irene, non aspettare più,/La spiaggia era d’oro per illuderci,/Col vantaggio di non pensarci su,/Non è il tempo della volpe/Ora è il corvo il mio Dio,/Questo niente nella mano sono finalmente io”. Ella será la administradora de las ideas del futuro emprendedor anarquico.

“Amarse a uno mismo es el comienzo de un romance que dura toda la vida» – Oscar Wilde –

Entre sus lecturas preferidas hay Marx – Karl Marx, lamentablemente, desafortunadamente no el Groucho – del cual extrajo genialmente la conclusión que: “¡El único error de Marx ha sido el no entender que el hombre es egoísta!”.

Lecturas y sobre todo conclusiones que el emprendedor anarquista tout court toma a la letra y de ahí forja su sueño: transformar su Cecchini en una Atenas, no con la voluntad que Adriano Olivetti puso para Ivrea en los años 50, y fue así que en los años sesenta empieza a trabajar como vendedor de muebles en la empresa Martinel, gracias a los excelentes resultados obtenidos llega a condicionar su permanencia en la empresa, exigiendo el 33% de las utilidades y la exclusividad de las ventas en las regiones Véneto y Lombardía (las regiones más ricas de Italia, naturalmente), una solicitud que obtiene fácilmente. Las ventas crecen notablemente y su ego crece exponencialmente.

Con el primero vil metal ganado adquiere un terreno, valor de la operación 13 millones de liras italianas; mientras, fertiliza otro terreno, quiere volverse él mismo productor de muebles. Logra convencer algunos expertos del sector en entrar en sociedad con él: Furlan, Moras e Poracin, todos precursores de la industria del mueble en la zona, aceptan. Pronto constituyen la sociedad IVAR (Industria Véneta Arredamenti) y en pocos meses compran del Conde Querini, en Via Gallopat, el terreno en el cual surgirá la industria.

La Atenas tzechinese tiene su Ágora… y todo es interpretación dijo Nietzsche.

…en el 1963 Laguna es el producto de suceso, una cama completa en arables (esencia canadiense), 250 pedidos garantizados cada mes y noventa obreros a un régimen de 55 ore semanales, hemos entrado en plena era industrial también en Tzechini…no importa que la era sea ya la postindustrial…el ambiente, sus gentes y su Historia permiten que así sea: el tiempo y el espacio no son iguales en cualquier lugar, cada historia merece su narración, todos los hombres son poetas y el espectáculo es totalmente gratuito… …en el 1964 en sociedad con un arquitecto de la Brianza fonda la ARS, una industria con sede en Rivarotta y con 25 obreros, donde se producen muebles lacados en estilo veneciano: suceso inmediato y ventas hasta en Arabia Saudita… …mientras, la IVAR crece y se vuelve una fábrica con 8000 metros cuadrados de superficie; junto a Gigi Marson constituye la OMC (Officine Meccaniche Cecchini) con el objetivo de “produrre” (Producir es el verbo de sí mismo) componentes para muebles. Con 25 empleados empieza la producción en aquél de Rivarotta, para transferirse rápidamente en Via Canton en Cecchini, y luego, definitivamente en la fábrica de Via Gallopat del mismo pueblo: 100 obreros están trabajando en la OMC. Es el milagro italiano reproducido en la provincia y que se difunde también en los pueblos, hasta en los burgos más inalcanzables del Belpaese. Es también el cambio más violento que vivirá Italia después de la Segunda Guerra Mundial, el llamado milagro económico italiano. Según Pier Paolo Pasolini es la mutación antropológica de un pueblo que hasta ayer era campesino. Sosteniendo el incansable “boom económico” y creyendo vivamente en el “benessere pár túti” (bienestar para todos) nace, en el 1966, la STILART, también ésta en sociedad con Gigi Marson, fabrica en la cual se prevé realizar componentes especiales para muebles: pronto será un “reparto especializado” adentro de la OMC, al cual se implementará una sección de pulidores manuales a S. Vito al Tagliamento, por un total de 40 dependientes.

Las “fábricas de la Utopía” inician a replicarse.

No existe invención relacionada al mundo del mueble, que no pertenezca a Nancio, él sostiene ser el inventor del pendolo doppio a 45º (una sierra eléctrica de vanguardia por la época), y no la industria Fiorenza, y también dice ser el inventor de la primera pulidora industrial, y no la industria Dalle Vedove, nunca reconoció que en realidad detrás de estas invenciones estaba el genio de Mario Nicorelli, un pequeño Leonardo Da Vinci que se estableció en Cecchini a final de los años cincuenta, talento y extravagancia exuberantes, autor también de una obra de economía aun poco leída: “La utopía del XIII apóstol”. Para leerse.

Hasta el día que Indro Montanelli fue el director de Il Giornale, Nancio leyó este matutino, y a mí me hubiera gustado asistir a una discusión entre los dos personajes: un ególatra y uno que no los aguantaba, tal vez porque en su profundo ególatra lo era él también, como todo buen toscanaccio. A caracazos, cada uno se habría salido con la suya, sin entenderse pero figurando, naturalmente. Paseando en buena compañía femenina debajo de las arcadas de la docta Bologna, Nancio se inspiró en La dolce idea, una torta de chocolate para auténticos delicatessen gourmets. Yo era lo que meneaba la enorme olla empastando los pantagruélicos ingredientes, él preparaba las tortas y las introducías en el horno industrial, el Corradino era el fiel chofer que las entregaba a Ferrara, a Ravenna, llegando hasta Cesena y Rimini, La dolce idea quería llegar a ser La dolce vita…”humilmente” Nancio nos aseguró que en dos años hubiéramos superado a Bindi (la más famosa industria repostera italiana…). Una noche con el Volvo 740 manejado por su hijo, fuimos a una cita con un presunto futuro socio de La dolce idea, lugar del encuentro una estación de servicio Agip en la A1, Autostrada Venezia-Milano. Parecía más un encuentro entre mafiosos que una cita entre futuros socios emprendedores, no me acuerdo como terminó el acuerdo, si lo hubo o si solo fueron charlas, solo sé que volví a ver una sola vez el que debía volverse su socio, estaba sentado en un bar de un pequeño pueblo cerca de Venecia, en una mano una copa de whisky, en la otra un cigarro casi acabándose y que seguía pintándole de amarillo los dedos, un aspecto de dejadez bukowskiana, no propiamente con el aspecto de un emprendedor de suceso…

Durante una cena en su casa, con todos los miembros de La dolce idea, en un momento de “frustración Edípica” se abandonó y dijo que al único hijo varón que tenía le faltaban los huevos, para él, macho latino, patriarca (pero manejado por su esposa Irene) era un golpe durísimo tener que reconocer la fuerza, la valentía y los logros de sus hijas, y no los de su hijo. Con Irene tuvo 4 hijas y un solo hijo varón, luego con la rusa vendrá otro varón, Ivan.

A la época de “la bomba en la Escuela Media Celso Costantini” (hecho histórico que merece una narración aparte) a mí y al Mago nos confió su abogado, un napolitano muy despierto y de trayectoria, al cual recomendó que éramos dos paisanos suyos y que él debías saber cómo tendríamos que salir del lío. Siempre tuvo gran admiración por los jóvenes avivados pero sinceros, precoces pero humildes, en pocas palabras de los que según él, lo habían entendido…

En los años ochenta fue un ferviente admirador del programa televisivo Quelli della notte (Aquellos de la noche), con el show Cacao meravigliao, Renzo Arbore, Nino Frassica, Andy Luotto y Maurizio Ferrini, combinación CULT de sátira lapalissiana y política swing; con que pasión nos comentaba, mientras tomábamos el café al bar, el espectáculo, era come si lo hubiera dirigido él, se movía como las garotas brasileras, a ritmo de samba y mimando los mismos gestos de los cómicos del espectáculo…

Gran trabajador, incansable, un Stajanov criollo, un personaje directo que a menudo fue cortejado por la política, con propuestas que rechazó a priori porque él no estaba dispuesto a ninguna mediación. No encajaba con ningún frente, demasiado a la derecha entre los de la izquierda y demasiado a la izquierda entre los de la derecha, demasiado rodeado entre los del centro, hubiera desestabilizado cualquier partido político y cualquier frente en el cual se hubiera perfilado.

¡Una cada año! Más que las mujeres, los autos han sido sus dolores y sus alegrías. El emprendedor anarquista en los años sesenta estuvo al volante de una infinidad de autos. En el 1960 empezó con una Fiat 1600 a medio uso, elegante y con huella empresarial, hay que empezar con el pie derecho, en 1963 se lanzó con algo más deportivo, para darle más brío a su escalada aparece con una Fiat 1500 Coupé Vignale y el año siguiente, en 1964, retorna a lo clásico, una Fiat 1500 Lunga, más sobria y cónsona a sus actividades, su eclecticismo es irrenunciable, y en 1965 retorna hacerse presente el esprit deportivo, lo acompaña una Fiat 2300 Coupè (design Pininfarina), y así sigue su bohemia automovilística, el mismo año con una Fiat Dino Coupé se lo ve pasar como un Juan Manuel Fangio por las calle de Cecchini. Pasan los años y su manía sigue persiguiendo facetas de esprínter, en 1966 una Fiat Dino Spider y en 1967 una Fiat Dino Coupé serán los amores y los dolores a cuatro ruedas. En 1967, lanzándose como Tazio Nuvolari a 160 Km/h con su Fiat Dino Coupé por el rectilíneo del Cornizzai, encuentra en su camino una modesta Fiat 600 que ocupa su carril. La violenta frenada no evita el impacto, la Fiat 600 vuela unos setenta metros, hasta que un poste de la luz la frena, todos salen sin contusiones mayores, los autos serán para el botadero. Pero la «actitud preventiva» de Nancio hizo que él tuviera un seguro, la famosa polizza Kasco, él fue primero en todo el territorio en tener el seguro que le cubría también este tipo de accidentes, ¡y con un auto nueva! Un adelantado, un hombre preparado para todo tipo de accidentes. En 1968, bofeteando a estudiantes y revoltosos, será con una Fiat 132 Berlina que su imagen subirá una metamorfosis a 360°, para así llegar al 1969 con una “auto del pueblo”, una Volkswagen Golf, y así volver a una Fiat 130 Berlina 3200, en 1970. La imagen anárquica del emprendedor vuelve a reconducirse a su inicio…el eterno retorno nietzscheano se cumple también con Nancio. Con las excepciones que el emprendedor anarquista impone, naturalmente.

Vendrán los años ochenta, los años de las socialdemocracias, de Craxi, del Mundial de España, tanto dinero que circulaba, tanta droga en las calles y mucho trabajo para todos, una anestesia total, o casi total, la Política desapreció y con ella a poco a poco la clase obrera y el empresariado Made in Italy de los años ‘60 y ’70, y Nancio en batallas con sindicatos ya agónicos e instituciones públicas ya en olor de privatizaciones, huele el declino italiano que en los años noventa, con la llegada del berlusconismo, se difundirá en todo el territorio. Cae el muro de Berlín y se abren oportunidades de negocios en el este de Europa, y es propio en Rusia donde encuentra su nueva aventura empresarial y sobre todo una nueva mujer. Pero esta ya no es arqueología, es Historia, historia para que alguien la escriba.

Imagen: Venazio Provedel, Nancio, en una versión Andy Warhol

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