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Mosaico. Microficciones sobre discapacidad

Es una selección de textos de 66 autores iberoamericanos compilada por Adriana Rodríguez y Homero Carvalho, con el apoyo editorial de Alberto Sánchez Argüello y su sello editorial Parafernalia.

¿Por qué impulsar la publicación de una compilación de textos sobre discapacidad?

Adriana Rodríguez

Para responder esta pregunta resulta pertinente hacer un poquito de historia: hace cuatro años y unos cuantos meses salió a la luz Leamos cuentos y crónicas latinoamericanos, un espacio en la web que fue concebido bajo la idea de divulgar la narrativa latinoamericana y promover su lectura, permitiendo el encuentro de distintas voces, estilos y representaciones inscritas dentro de los géneros cuento y crónica. Al principio fue una manera de compartir mis lecturas, de dar a conocer nombres de escritores venezolanos, que fuera de mi país no eran muy conocidos y de otros del resto del continente que tampoco lo eran en Venezuela y, poco a poco, se fue convirtiendo en una suerte de gran antología en la que tienen cabida autores clásicos y contemporáneos de toda América Latina. Con el paso del tiempo, el trabajo del blog me ha llevado a conocer a diferentes autores, editores y promotores culturales, con quienes comparto la pasión por la literatura y el afán por hacerla visible, por hacerla llegar más lejos; uno de esos encuentros se dio en la FILBA 2019, donde tuve el gusto de coincidir, personalmente, con el escritor boliviano Homero Carvalho Oliva, quien siempre ha sido muy generoso con este proyecto y con quien no fue difícil dar rienda suelta a la imaginación y fantasear con nuevas propuestas para enriquecer y complementar la labor iniciada.

Fue así como surgió la idea de hacer una publicación: un libro que reuniese muestras de microficción hispanoamericana, que pudiese ser publicado pero que, además, pudiese reproducirse en formatos accesibles para personas con discapacidad visual. En aquel momento las condiciones no eran propicias para echarlo a andar, pero quedó el compromiso de concretarlo en cuanto fuese posible; pasó el tiempo, llegó la Pandemia y, después del caos inicial y tras largos meses de buscar maneras de reinventar los días, pensé que había llegado el momento de materializarlo, y fue cuando el tema se me presentó sin lugar a dudas. Esta primera obra debía ser sobre el tema con el que he convivido siempre (pues soy persona ciega desde que nací), por el que he trabajado y que conozco en muy diversos planos: la discapacidad.

Tomando en cuenta que «la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno, que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás» (CDPD, 2006), me propuse que el tema fuera abordado desde todas sus aristas –lo biológico, lo psicológico y lo social–, y que, en la medida que la respuesta de los autores lo permitiese, tuvieran cabida representaciones de las diferentes discapacidades: la física (que comprende afecciones en el sistema nervioso, músculos y/o huesos, que inciden en restricciones para la movilidad), las sensoriales (que implican la carencia, parcial o total, del sentido de la vista o del oído, o de ambos), la intelectual (relacionada con deficiencias en el desarrollo neurológico, las cuales repercuten en diferencias significativas en la adquisición de habilidades intelectuales y/o sociales) y la psicosocial (en la que se incluyen enfermedades psicológicas o psiquiátricas que complejizan el desempeño conductual y emocional de los individuos, dificultando su interacción con el entorno); así como las enfermedades discapacitantes (como el Parkinson o el Alzheimer) en etapa de gravedad, pues debe entenderse que no todas las enfermedades derivan necesariamente en discapacidades, y aún aquellas que potencialmente pueden hacerlo, no lo son en sí mismas.

Mi intención es hacer visible un tema que suele tratarse desde la sensiblería, el tabú o la reivindicación de derechos, pero que parece ser invisible en la cotidianidad. Me parece importante dejar claro que no creo que el deber de la literatura sea vindicar a nada ni a nadie, mucho menos hacerse eco de lo “políticamente correcto” para complacer o consolar; parto de la idea de que la literatura debe ayudarnos a dar cuenta de cómo es nuestra realidad, de cómo funcionan las dinámicas en las que nos encontramos inmersos, para así exponer lo que en ellas hay de bueno y de malo, de rescatable y de modificable, de común y de extraordinario. Las personas con discapacidad no somos héroes ni desdichados, ni superdotados ni incapaces; somos, como el resto de la humanidad, personas que ríen y lloran, que anhelan, que se equivocan, con impulsos, fortalezas y debilidades.

Somos diferentes, sí, ¿y quién no lo es?, pero en la medida en que nuestras diferencias dejen de pasar por el tamiz de la subestimación o la sobrevaloración, y sean vistas desde la naturalidad, tal vez sea más fácil nuestra interacción con el mundo que nos rodea. Hoy el libro cobra vida y llega a los lectores con el título Mosaico. Un “mosaico” es una obra que se realiza con pequeños fragmentos de piedra, cerámica o vidrio, de diferentes formas y colores, que son colocados sobre cualquier superficie para formar composiciones geométricas o figurativas, y que pueden recrear temas que van desde la mitología hasta escenas de la vida cotidiana. Así, en este Mosaico cada microficción es una de esas piezas donde queda plasmado un punto de vista, una imagen, una vivencia sobre la discapacidad y, al reunirse, nos permiten tener una panorámica sobre cómo se percibe a las personas con discapacidades en el mundo actual, los sentimientos, pensamientos y prejuicios que existen en quienes conviven con nosotros, la manera en que nos vemos a nosotros mismos y otras muchas posibilidades de lectura. Adicionalmente, “mosaico” proviene del latín mosaĭcum, que significa “obra relativa a las Musas”, y tengo la intuición de que esos seres míticos tuvieron que ver con la presencia de muchos de los textos aquí compilados.

Termino estas líneas esperando que este conjunto de textos abra la puerta a nuevas reflexiones, al cuestionamiento de paradigmas, al debate y a la sana confrontación de ideas; y aprovecho para agradecer la gentileza de Homero Carvalho Oliva, promotor y cómplice de esta iniciativa, de Alberto Sánchez Argüello y su Editorial Parafernalia, y a los 66 escritores y escritoras que atendieron a nuestro llamado e integran este Mosaico de microficciones sobre discapacidad que me enorgullece y complace presentarles.

Prólogo

Homero Carvalho Oliva

La microficción es el fantasma de la narrativa y los lectores somos el lugar de sus apariciones; está y no está, aparece y desaparece en sorprendentes epifanías que asombran, conmueven o exterminan al lector. Por eso mismo es la Quimera, un fantástico cruce entre la narrativa y la poesía. En la microficción no interesa tanto lo que se escribe como lo que no se escribe, importa mucho más lo que se deja de decir, lo que se sugiere, porque allí está el verdadero universo narrativo.

En Hispanoamérica existe una larga y fecunda tradición del cuento, es lógico pensar que la microficción es la heredera natural de esta tradición. Y en esta época la minificción aparece como el género o subgénero de la tecnología, especialmente de las tecnologías de información y comunicación que precisan de velocidad. Hoy, con las redes sociales es cada vez mayor el número de narradores que se anima a publicar o postear un microcuento en el Facebook, Instagram o en Twitter. De hecho, las pequeñas historias han sido las grandes protagonistas de la cuarentena.

El minicuento contemporáneo echa mano de todo lo que puede. Aprovecha las leyendas, los mitos, los clásicos de la literatura, del teatro, del cine, la religión, todo le sirve para comprometer al lector en una lectura intertextual. Incluso el título es parte substancial del texto, llegando a redondear la historia contada. En el minicuento no interesa tanto lo que se escribe como lo que no se escribe, importa mucho más lo que se deja de decir, lo que se sugiere, porque allí está el verdadero universo narrativo. Me gusta esta pulcra definición de Luis Mateo Díez: “El microrrelato es un género extremo que se resuelve en la sugerencia: lo poco, en su medida exacta, abre como una llave diminuta un mundo, conmueve, perturba, sorprende”. En mi caso, siempre que escribo un microcuento intento ser fiel al consejo de Hamlet: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que las soñadas por tu filosofía”.

Y otra prueba de esa afirmación de Shakespeare es, justamente, esta compilación que hoy presentamos convocados por la palabra solidaria y siempre generosa de nuestra amiga Adriana Rodríguez, a quien se le ocurrió la idea de recopilar textos mínimos que hablen de las (dis) capacidades físicas, mentales, intelectuales o sensoriales que poseemos los seres humanos, a quien le agradezco por invitarme a ser parte de la coordinación de este gran libro que nos invita a pensar en las diferencias. La convocatoria fue un éxito y participaron de la selección escritores de la mayoría de los países de Iberoamérica; desde consagrados que son un referente en el género, así como escritores noveles y/o personas que, incentivadas por la convocatoria, escribieron exclusivamente para este libro de miniaturas textuales. La mayoría de los microcuentos son inéditos; sin embargo -y confirmando que toda regla tiene su excepción-, decidimos invitar a la gran escritora Ana maría Shua para que nos acompañe con uno de sus extraordinarios textos.

Los enfoques de cada uno de los escritores y escritoras son tan diferentes como distintas son las discapacidades; los puntos de vista y las perspectivas son tratados con la naturalidad que el tema merece. Una observación: algunos escritores nos escribieron para consultarnos si tal o cual deficiencia física o mental era considerada discapacidad y al responderles corroboramos que en la categoría entran la mayoría de disfunciones físicas, mentales e intelectuales, así lo confirma nuestra querida Adriana en su breve presentación, ella misma ciega o mi persona que soy tartamudo. Si bien la discapacidad es tener limitaciones para el desempeño de ciertas actividades, no supone una disminución en la valía moral, ni en el valor de las personas, como tampoco en la esencia del ser humano.

El lector podrá comprobar en la lectura de algunas de estas historias que muchas personas que, aparentemente son “normales”, presentan -por así decirlo- discapacidad en la comprensión de esta condición compleja que expresa, a veces, de manera patética, cruel o ingenua, la interacción entre las personas y las características de la sociedad en la que vivimos. Los compiladores decidimos de común acuerdo presentar a los autores por orden alfabético, prescindiendo de las nacionalidades y de sus hojas de vida, para que los lectores simplemente disfruten de las historias contadas; sin embargo, si los lectores así lo desean, pueden buscar los nombres de cada uno de los escritores incluidos en esta selección y revisar sus biografías en las páginas finales de este libro.

Agradecemos a Alberto Sánchez Argüello por la generosidad de publicarnos en la prestigiosa editorial Parafernalia.

A continuación, tienen el enlace para descargar el libro de manera gratuita:

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