Maurizio Bagatin
El diablo está por todo lado. La carne es el hilo conductor hacia el enigma de la muerte y antes del triunfo de la vida. “Conmovedora: anemona/la tierra es fría, es una nada,/de pronto tu corola susurra/una palabra de fe, de luz./En la tierra sin bondad,/adonde solo llega la fuerza,/fue sembrada tan calladamente/tu silenciosa flor./Conmovedora: anemona,/traes la fe, la luz/que el verano trenzó como corona/hecha de grandes flores, recita una poesía de Gottfried Benn.
Lo de ayer no fue la Éboli olvidada por Dios. El campo que hoy vemos es de frágil memoria, de rutinas y de una sola sentencia. Destellos de poesía, encanto y delusión. Ni una gota de agua atraviesa sus venas secas; por ahí se ve el recorrer de un deseo acariciado por el azul del cielo, una mano que encubre las nubes del cielo empedrado por vanas advertencias.
En San Valentín habrá sexo y matanzas. Lupercales y Al Capone anuncian depravaciones y sexo salvaje, ajustes de cuenta mafiosas.
Le frítóe, i crostói, le castagnole (buñuelos carnavaleros, crostoli, castagnole) pero más que todo el olor a frito de cuando uno abría la puerta que daba a la cocina, el “giovedí grasso (el jueves de carnaval) y el martes de carnaval no iba a pensar en la cuaresma. Perfumes y aromas empreñados en todas las vestimentas, el pullover que olía a vainilla y grappa hasta la Pascua, cosas que amarás durante toda tu vida, me lo seguiré diciendo, de todo esto me queda la repuesta de Jep Gambardella: “El olor de las casas de los ancianos”; las máscaras y los mitos que ocultaban y que siguen ocultando muchos misterios y tantas leyendas.
En San Valentín se acordarán del ayer. Lo que el amor fue y lo que dejó, el polvo que seremos. Después del Carnaval y de San Valentín mirábamos la primavera con otros ojos, el viento de marzo que ponía nuevamente en su lugar todas las cosas. También los amores.