Maurizio Bagatin
“Quien dio, dio, quien tuvo, tuvo, olvidemos el pasado…”
La vida es teatro en el teatro de la vida. En Nápoles más aún. Se ríen de la vida y se ríen de la muerte, ahí todo es una cosa y es inmediatamente su contrario, el sublime siempre al hilo de lo ridículo, el arte de lo trivial, el hambre de la abundancia, la nobleza de la miseria. Y Benedetto Croce todo esto lo sabía muy bien, la sangre napolitana nunca miente, actúa como si la vida fuera siempre un teatro. Pulchinela o Maradona, Masaniello o Cafiero, las dos almas “napulitana” decía Raffaele La Capria: una existencial-dialectal y otra conceptual-italiana.
Y los artistas hacen reír o hacen llorar, la plebe es soberana -Gorky la entendió, Pasolini la amó, Scarpetta la representó- es la parodia de todas las tragedias, camuflar el dolor y la violencia en un simple plato de pasta, en una carcajada que libera.
Así es Nápoles, como la vemos, y D’Annunzio no la supo ver, y menos aún la supo entender.
Nápoles “chiagne e fotte”, Nápoles “llora y folla”. Mañana es otro día, tenemos que olvidarnos del pasado.