Márcia Batista Ramos
“Pero la soledad del filósofo no es una huida del espacio ni su silencio una ausencia de latidos. Como en el artista, la intimidad del que medita está más bien sobrecogida por las vibraciones, callada por un cúmulo de impresiones realmente inabarcables. Su ensimismamiento no es más que la reacción, el “volver hacia atrás”, de quien ha sido tocado por la fuerza de lo existente.” Víctor Hugo Palacios Cruz
Nunca veo el mundo a través de la mirada de otra persona. Veo la flor que, a pesar del invierno, regala su belleza al mundo, veo al poeta que busca la inmortalidad y semejanza a Borges en tristes comparaciones consigo mismo, aprovechando el ojo perforado. Veo el potrillo que baila en círculos a la luz de la luna. Todo esto y mucho más, lo veo a través de mi mirada. No podría verlo a través de los ojos de otra persona. Obviamente, que mi percepción del mundo y de sus circunstancias es un acto profundamente personal. Que por la individualidad de que se reviste, debería ser totalmente indiferente al otro. Porque el otro es un sujeto dotado de las mismas posibilidades de observar el mundo y puede hacerlo a su regalado antojo. Porque mí mirada no define quien es el otro, su mirada tampoco me define. Pero su mirada, puede hacer con que el otro, me vea tal cuál soy, así como, mi mirada puede hacer que yo lo vea tal cuál es, ya que somos seres dotados de juicio crítico, en acción en el mundo. El juicio crítico, acepta la existencia de la verdad objetiva y la posibilidad humana de conocer a la realidad externa, independiente de la voluntad humana.
Como simple espectador del mundo, empleo mis competencias para transformar las imágenes que percibo, en un punto de vista. Ya que la percepción y la reflexión son dos aspectos fundamentales en la constitución de los sentidos humanos. Como lo hace cualquier espectador, porque nadie mira al entorno o al otro, sin tener un criterio de juicio sobre aquello que está siendo percibido. Entonces, ser espectador es, un ejercicio al mismo tiempo crítico y creativo: la mirada evalúa y aprecia, da forma y hace sentido (o deforma y problematiza según el momento o el ente percibido).
Es Sartre quien dice que, somos sujetos y objetos. Sujetos cuando pensamos sobre nosotros mismos. Y objetos cuando estamos siendo observados por la mirada del otro. Es ahí, que nadie se escapa del juicio del otro; juicio inherente a todo ser humano. Juicio decurrente de las diversas percepciones que tenemos del otro al observarlo (objeto observado).
Como al observar, cada individuo lo hace, en base a su conducta ética y moral, a su formación cultural, englobando principios religiosos y experiencias previas. Éstos elementos, constituyen el paradigma perceptivo de cada individuo. Por tanto, la percepción se nos muestra como un proceso de valoración y aprendizaje cultural, en donde los sentidos se educan y sus expresiones se aprenden.
Así, la manera que cada uno tiene ver el mundo y el otro, revela su forma de tratar con el mundo. Por eso, las diferentes culturas influencian en la forma que los individuos nacidos bajo su conjunto de dogmas y creencias se manifiestan. No es casualidad que los griegos definan el ser como ‘permanente presencia’ (ousia), ni que el credo judío empiece con las palabras ‘escucha Israel’; tampoco es casualidad que en el occidente cristiano sobreabunde las imágenes y los íconos de Dios, ni que la cultura semita las censure a todos. Porque cada cultura humana, adopta distintos modelos sensoriales, influenciando en la constitución de culturas visuales, o sea, nuestra manera de ver al otro y al mundo tiene una gran carga cultural previa a nuestra mirada. Sumada en cada caso, la estructura familiar, que juega un papel primordial en la manera como cada individualidad se forma y se expresa ante el mundo. Por su parte, Sartre dice que, sin la mirada del otro, nosotros no podemos estar seguros de nuestra existencia; necesitamos la mirada del Otro para saber que existimos. Muchos concordaran conmigo, que no podemos depender de esta mirada ajena para justificar nuestra existencia.
Por lo expuesto nunca veo el mundo a través de la mirada de otra persona. Veo a la abeja que posa en una flor, al frustrado que se siente la palmatoria del mundo, al perro que se rinde sumiso a una caricia y mucho más, a través de mí mirada. Y no abro mano de mi derecho a mirar al mundo y al otro según mis propios criterios que son los que, en conjunto, me hacen ser ése individuo y no otro. Es lógico que respeto el derecho de los demás individuos, de verme como les aplazca, según sus criterios personales y su base cultural, como cuando dicen que hago Photoshop en mis fotos (ni se hacer), pero piense lo que quieran pensar los que se preocupan con mis fotos y mi vida. Porque a estas alturas del campeonato ya sé que existir entre locos con complejo de persecución, seres susceptibles de todas las índoles, odiadores de los más diversos grados, envidiosos disfrazados de amigos y otros, es apenas sobrevivir.
Mientras sobrevivo en la jungla digitalizada, me reservo mi libertad de mirar y ver las distintas realidades que se muestran ante mi mirada, y crear mi punto de vista sobre lo apreciado.