Santos Domínguez Ramos
UBI SUNT
Dónde están, en qué oscuridad,
en qué país, en qué refugio,
qué camino torcido tomaron,
pero no las damas de antaño,
famosas, ni los galanes y los guerreros,
con sus armas abisinias, El orgullo
sino los cuadrilleros, camaradas de un tiro,
compinches dicharacheros
de ahora mismo, de hace un rato,
y que estaban aquí, lo juro,
en el recuento de las rondas
tumultuosas de noche.
Ni siquiera soplaron las velas,
aterrados por sí mismos en sus noches,
esfumados por arte de birlibirloque.
Ubi sunt?
No, no preguntes, mejor no sepas
ni mañana ni nunca a dónde fueron.
Con ese poema, una viva actualización del tópico latino que revisitaron Villon o Manrique, se cierra muy acertada y significativamente Geografía de la ventura, la antología poética de Miguel Sánchez-Ostiz que publica Bartleby Editores con edición y prólogo de Alfredo Rodríguez.
Desde Pórtico de la fuga (1979) hasta Espuelas para qué os quiero (2022), se reúnen en esta intachable antología los poemas más significativos de once libros de Sánchez-Ostiz, un autor que, en palabras de Alfredo Rodríguez, representa “el orgullo de ser un escritor libre e independiente, pero con la rabia a cuestas del silenciado” que “encuentra la salvación en la escritura” y “siente de veras que posee la inspiración y el oficio, la capacidad de crear y la escritura como único consuelo en estos tiempos miserables y gregarios.”
“Un alma libre y rebelde, pero también un hombre sabio” que concibe la poesía como un espejo en el que mirarse y con el que dialogar en esa segunda persona meditativa y confesional que recorre muchos de sus poemas. Como en este ‘Miliario ciego’:
Cada día más lejos
Del que fuiste
Del que no conseguiste ser
Cada día más lejos de ti mismo
Mudo ciego desconocido
Detrás de tu propia sombra
Siempre en fuga.
Esta magnífica selección, realizada por el admirable lector que es el también poeta Alfredo Rodríguez toma su título de ‘Geografía de la ventura’, un espléndido poema de Aquí se detienen:
La tarea de buscar en el aire un país,
de verdad propio, una nueva geografía,
del lado donde Axular escribiera su Gero,
en otra lengua además,
que es otro paisaje, otro escenario
[…]
No existe tal lugar, me susurra al oído
el escriba de la noche.
Pero yo no le hago caso.
Busco esa tierra y tal vez al final la encuentre.
Me empeño en no pasar siempre por paisajes ajenos,
extraños, enemigos.
Tal vez la encuentre hacia Tierra de Fuego,
tierra desconocida, entretanto
los paquebotes de la noche siguen pasando,
los del tiempo abolido en balde, siguen pasando,
y la certeza al final, aventurero de pacotilla,
de que no tienes otra tierra incógnita
ni otra geografía ni otra patria
que la noche y estas palabras
estas monedas para pagar el pasaje
en el barco de la noche:
la página en blanco.
“Escribir poesía -explica Alfredo Rodríguez en su prólogo, ‘Escribir con verdad’- es para Sánchez-Ostiz casi un acto religioso, pues le exige un singular estado de recogimiento interior, un necesario y con frecuencia evanescente estado de gracia. Para ello el poeta se vuelve cada vez más solitario, más emboscado, siente que las personas le agotan más de lo que le estimulan.”
Un ‘escribir con verdad’ en el que -señalaba Sánchez-Ostiz en el prólogo a La marca del cuadrante– “la poesía es también, y sobre todo, una forma privilegiada de creación de un lenguaje de verdad propio en el que no caben los imposturas porque se notan demasiado.”
Y esa voz propia es el fanal con el que iluminar la identidad e indagar en la memoria (“porque este poeta -como indica el antólogo- tiene muy claro que sin memoria no hay literatura ni, sobre todo, poesía que valga “) y con el que reflexionar sobre el paso del tiempo desde una mirada más crítica que melancólica, como en este intenso y descarnado ‘Sacos de humo’:
Ya fuiste, ya estuviste
en boca de unos y de otros
que te dieron existencia
precaria, cierto.
No estuviste donde por fuerza
tenías que haber estado, en tu sitio,
que se dice pronto y resulta fácil,
navegando cielos cubiertos de sombra espesa,
horizontes desolados, bosques
impracticables, nidos de proscritos,
laberintos urbanos de noche y de día.
El tiempo es otro y ya pagaste
el precio fuerte por el saco de embustes
que has llevado al hombro
como ración de supervivencia y combate.
¿Vida echada a perder la tuya?
Ni tanto… vivida a brincos,
a merced o en contra de la riada,
pero puedo contarlo, qué menos.