Poema de tu voz
Tu voz puebla de lirios los barrancos soleados donde silban mis versos de combate. Tu voz siembra de estrellas y de azul el cielo pequeñito de mi alma. Tu voz cae en mi sangre como una piedra blanca en un lago tranquilo. En mi pecho amanecen pájaros y campanas cuando muere el silencio para nacer tu voz. Amo tu voz cuando cantas y hay un temblor de nidos y de bosques en tu garganta blanca. Amo tu voz cuando cantas y te estremece el ritmo de las fuentes que bajan de la montaña. Amo tu voz cuando cantas y sacude tu voz la ternura fecunda de las brisas que transportan el polen en las tardes de primavera. Amo tu voz cuando estás en silencio porque el silencio es un sutil presagio de tu voz. Y amo tu voz con un amor intenso como la muerte cuando ella se deshoja en palabras confusas, en palabras mojadas de tu aroma y tu sangre, en menudas palabras que en la sombra me buscan como niños perdidos, en palabras quemantes como llamas azules, en el tibio murmullo que no llega a palabra. Amo tu voz intensamente en el corazón de la medianoche. Cuando tu voz se abrasa en la selva incendiada de nuestro amor.
El aire ya no es aire, sino aliento…
El aire ya no es aire, sino aliento; el agua ya no es agua, sino espejo, porque el agua es apenas tu reflejo y ruta de tu voz es sólo el viento. Ya mi verso no es verso, sino acento; ya mi andar no es andar, sino cortejo, porque vuelvo hacia ti cuando te dejo y es sombra de tu luz mi pensamiento. Ya la herida es floral deshojadura y la muerte es fluencia de ternura que a ti me liga con perpetuos lazos: tornóse en rosa espléndida la herida y ya no es muerte, sino dulce vida, la muerte que me das entre tus brazos.
Anchas sílabas
Que mi pie te despierte, sombra a sombra he bajado hasta el fondo de la patria. Hoja a hoja, hasta dar con la raíz amarga de mi patria. Que mi fe te levante, sima a sima he salido a la luz de la esperanza. Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie de paz, izando un alba. Que mi voz brille libre, letra a letra restregué contra el aire las palabras. Ah, las palabras. Alguien heló los labios –bajo el sol– de España.
Enterrar y callar
Si han muerto entre centellas fementidas inmolados por cráteres de acero, ahogados por un río de caballos, aplastados por saurios maquinales, degollados por láminas de forja, triturados por hélices conscientes, quemados por un fuego dirigido, ¿enterrar y callar? Si han caído de espaldas en el fango con un hoyo violeta en la garganta, si buitres de madera y aluminio desde el más alto azul les dieron muerte, si el aire que bebieron sus pulmones fue un resuello de nube ponzoñosa, si así murieron sin haber vivido, ¿enterrar y callar? Si las voces de mando los mandaron deliberadamente hacia el abismo, si humedeció sus áridos cadáveres el llanto encubridor de los hisopos, si su sangre de jóvenes, su sangre fue tan sólo guarismo de un contrato, si las brujas cabalgan en sus huesos, ¿enterrar y callar? Enterrar y gritar.
Qué hombre tan rarity
Llegó de etiqueta negra, montado en caballo blanco, con una pea de tres filos y de chivas ataviado. Abrió su inmensa bucana de presidente tumbado y así le gritó a los monjes: ¡tomen Old Parr, que yo pago! y con antiquary estilo pagó con un checkers falso. Qué hombre tan rariry es ese, me dije con gran cuidado, le encuentro somenthing special de embassador anglicano, y le descubrí el ancestro de black and white trinitario al verle los chicharrones de escocés enrosquetados”.
La poesía
Tú, poesía, sombra más misteriosa que la raíz oscura de los añosos árboles, más del aire escondida que las venas secretas de los profundos minerales, lucero más recóndito que la brasa enclaustrada en los arcones de la tierra. Tú, música tejida por el arpa inaudible de las constelaciones, tú, música espigada al borde de los últimos precipicios azules, tú, música engendrada al tam—tam de los pulsos y al cantar de la sangre. Tú, poesía, nacida para el hombre y su lenguaje, no gaviota blanquísima sobre un mar sin navíos, ni hermosa flor erguida sobre la llaga de un desierto.
Biografía
Miguel Otero Silva fue escritor y periodista venezolano, que dejó un gran legado con sus escritos y la creación del diario El Nacional, que entró en circulación el 3 de agosto de 1943. Nació el 26 de octubre de 1908 en Barcelona, estado Anzoátegui; hijo de Henrique Otero Vizcarrondo y Mercedes Silva Pérez. Contrajo matrimonio con María Teresa Castillo –notable promotora cultura, quien fue presidenta del Ateneo de Caracas–, con quien tuvo dos hijos. Miguel Otero Silva fue escritor y periodista venezolano, que dejó un gran legado con sus escritos y la creación del diario El Nacional, que entró en circulación el 3 de agosto de 1943.
Desde muy joven se acerca a las letras y el periodismo, habilidades que le dieron grandes satisfacciones, así como en entablar serias afrentas con artistas, intelectuales y las estructuras del poder político del país, desde su participación en la llamada Generación del 28, cuando un grupo de jóvenes confrontaron la dictadura de Juan Vicente Gómez, y le inspiró su novela Fiebre (1939).
Obras
Fiebre — (1939)
Agua y Cauce — (1937)
Casas muertas — (1955)
Oficina n.º 1 — (1961)
La muerte de Honorio — (1963)
La mar que es morir — (1965)
Poesía hasta 1966 — (1966)
Cuando quiero llorar no lloro — (1970)
Lope de Aguirre, príncipe de la libertad — (1975)
La piedra que era Cristo — (1984)
Elegía coral a Andrés Eloy Blanco — (1955)