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Microrrelatos – Colección de literatura breve LX

Fuego y mar

Felicidad Batista – España

Su lengua repugnante asoma en el tremor de la tarde. Emerge entre rugidos, desmelenada y ardiente. La noche arriba asustada. Cubre las estrellas con humo y cenizas. Deja que el fuego granate y oro fundido se precipite ladera abajo. La lava busca los labios del mar. Depredadora de tierras, árboles, casas e historia. Desde la cumbre, el volcán la añora. Pero el mar atlántico no perdona las lágrimas que causa su pasión devoradora y la ahoga fríamente.

Génesis del final

Gabriel Ramos – México

La familia había crecido, ahora eran cuatro y los motivos por vivir se multiplicaron. Sin embargo, la naturaleza no daba tregua. Lunes: terremotos en cientos de lugares, martes: desbordamiento de ríos, miércoles: el calentamiento global hizo lo suyo, jueves: los incendios se propagaron, viernes: se extendió la gripe aviar en todo el mundo, sábado: los seres vivos desaparecieron. El domingo el silencio fue total.

Eternidad

Araceli Otamendi – Argentina

Cuando salió con ganas de arrojar la llave de la casa en una alcantarilla, el canto de un zorzal posado en un árbol le devolvió la sonrisa, las hojas de un verde brillante le pintaron un cuadro. La lluvia de flores de los cerezos disipó las nubes. Esos instantes eran la eternidad, de ese día, por lo menos.

Ciclo modificado

Chris Morales – México

Del cielo cayeron pétalos; anidaron en las montañas, otros resbalaron por sus laderas para formar arroyos y lagunas de colores; muchos llegaron hasta el mar. El sol hizo lo propio y el vapor ascendió cargado de amor; ingrediente perfecto para que las nubes pudieran crear y deshojar una nueva ración de flores.

Fue la solución que halló la naturaleza para que a sus habitantes bípedos no les corriera la indiferencia como agua.          

Un Jacarandá en la pandemia

Márcia Batista Ramos –Brasil

Cuando era pequeño lo llevaron a la avenida. Allí creció escuálido por el smog y por el ruido de las movilidades, que no le daban tregua. Hasta que fue sorprendido por un silencio inusual, después, sintió el aire despejado y por primera vez, disfrutó de la lluvia que no cayo contaminada sobre él. Su alegría fue tanta, que floreció antes de la primavera.

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