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Microrrelatos – Colección de literatura breve CLXXXIII

Dorian en su vida

Chris Morales – México

El óleo hacía lo suyo sobre el lienzo. Tan majestuosas le quedaban sus obras que decidió pintar con detalle excesivo los surcos, las ojeras, las manchas sobre la piel, el cabello seco, quebradizo y escaso en su autorretrato. La gente pensó que vivía bajo encantamiento; ella fascinada de que vieran los estragos del tiempo en el cuadro y no sobre su persona.

Anhelos

Gabriel Ramos – México

Aquella mujer estimulaba a su pareja en cuanto al acto de fumar. Le entusiasmaba la idea de que un día él saliera a comprar cigarros y ya no regresara.

Pasaje

Fabiola Morales Gasca – México

Una paz lo inundaba todo. La casa de la infancia se presentaba con aquel árbol de duraznos en medio del patio, la fuente de agua se llenaba con parsimonia y los primos gritaban mientras jugaban y corrían entre macetas con flores rojas y blancas. El olor de café de olla le daba la certeza de que su madre estaba en la cocina preparando los alimentos. Después de esa breve felicidad a Víctor le venían los ataques epilépticos que lo agotaban por semanas; pero por nada del mundo cambiaría el retorno a casa, el regreso a la infancia eterna.

Rumor de túnicas que sufren

Daniel Frini – Argentina

En los castillos de la Marca del Este, en las Montañas Altas, es tradición que, todos los lunes y siempre que no llueva, el personal de maestranza lava a mano, con vinum acre, y pone a secar en las sogas que cruzan el patio de armas, a todos y cada uno de los fantasmas que habitan la fortaleza. El ulular del viento pone la nota tétrica y las mueve como si estuviesen vivas. Pero no hay viento.

La patrona de los resucitados I

Carmen Nani – Argentina

Che, Santa Marta, haceme la gauchada. Ya sé que por ahí no lo merezco. Pero a vos no te cuesta nada. Ya le pediste una vez a Jesús que resucitara a Lázaro. Dale, hacé lo mismo conmigo. Sé que no soy como Lázaro. De bueno no tengo nada, pero soy hombre de palabra y quiero cumplir lo que prometí. Dale Santa Marta, ¿qué te cuesta? Ya sé que robé, que estafé, que maté a uno que otro, pero siempre por una buena razón. Y como te dije soy hombre de palabra. Dale Santa Marta que si no me resucitás para llegar a tiempo a la iglesia, la Eulalia se me casa con otro.

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