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Microrrelatos – Colección de literatura breve CLXXXII

Epígrafe de Lázaro

Juan Martínez Reyes – Perú

Nacer, crecer, morir, resucitar y volver a morir. He quebrado el ciclo de la vida. ¿Quién me curará este trauma?

Legado

Chris Morales – México

Antes de tocar la mano de la muerte, hizo un cono de sus cimientos y se lo dio a sus descendientes. De esa cornucopia se han nutrido y generado dichas al por mayor. Obvio que aquel que no tomó un obsequio de ahí no ha conseguido llegar a viejo.

La odisea según los Grimm II

Daniel Frini – Argentina

Mamá cuenta el mismo cuento todas las noches. Ella es la protagonista. También están su abuela, el lobo, el leñador y el bosque. A veces, la caperuza es roja, otras azul o verde. Lleva una canasta o un vestido remendado. Mamá es hermosa: rubia, alta, de ojos verdes como el prado. Me narra:

—…bajé mi caperuza, hice a un lado mis rizos y dije: «¡Abuelita, qué dientes tan grandes tienes!» — Mientras, mamá acaricia mi hocico y mis largas orejas, y maldice por lo bajo porque el vinagre no hace efecto y otra vez tengo garrapatas.

Préstamos

Fabiola Morales Gasca – México

Desde la infancia Camilo solía recordar sus sueños al despertar, se los contaba a su primo Rubén, quien se los robaba diciéndole a la toda la parentela lo que soñaba. Odiaba eso, así que sintió cierto descanso cuando se enteró de que al primo ladrón lo habían matado de tres balazos en una riña callejera. ¡Al fin tendría sus sueños propios! Sería propietario de ellos y nadie más. No contó que la desgracia empezaría aquel día del entierro: empezó a ver cada noche a su primo contándole sus desvelos y avisándole por anticipado cada muerte en la familia.

Madre sustituta

Nélida Cañas – Argentina

                                              Para Carmen de la Rosa y su precioso micro Hibridación

Carmen conoció un ángel mientras regaba las petunias. Pasó la tarde con él. Dos meses después puso un huevo y lo escondió entre las lavandas. Una siesta lo encontré. Era casi iridiscente. No pude resistirme y lo llevé conmigo. Al cabo de un tiempo nació un niño de ojos almendrados como su madre. Lo amé enseguida. Lo alimenté con miel y zumo de naranjas. Por las noches le dejaba abierta la ventana porque le gustaba dormirse mirando las estrellas. Una mañana ya no estuvo allí. Aunque nunca le vi las alas conjeturo que le crecieron esa noche. ¿Qué jardín visitarás ahora, ángel mío?

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