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Mi Napoli

Maurizio Bagatin

Ciudad porosa y de plebe. Walter Benjamín se encuentra con Pier Paolo Pasolini, el flâneur dialogando con El Decamerón. He escrito mil veces sobre esta ciudad única, invadida por todo y por todos, polis absorbente que puede ser trasladada donde la queramos trasladar y verla seguir en vida. Como si haba hubiera ocurrido. Extraigo de la biblioteca varios libros “sobre ella”, la Neapolis, la Palepoli o Partenope, raíz en Pizzofalcone frente al mar de Santa Lucia, fundada quizás por colonos eubeos o antiguos habitantes de Cuma. Seguirá siendo “el paraíso habitado por diablos”, aquel ente que tanto amaba Benedetto Croce, con su Revolución plebeya y su surrealismo cotidiano, la originalidad del “Viva el rey y que muera el rey”, en vía Toledo como en Spaccanapoli. Siempre desbordando miseria y nobleza, una plebe que hoy uno de sus habitantes me describe así: “Afortunadamente y desafortunadamente la plebe todavía existe. Pero se ha transformado, se ha reducido a una copia de la peor clase media, sigue los mismos ídolos, anhela el mismo poder y quiere consumir las mismas porquerías. En algunos “barrios bajos” todavía se respira el arte de arreglarse y algunas blasfemias a la miseria, pero el turismo de masa hace que los barrios más populares se hayan vuelto un zoológico al aire libre y la exacerbación de la “napoletanitá” vaya generando cáscaras vacías, bonitas por fuera y tristes por adentro”. Como sostuvo Raffaele La Capria, “la armonía de un tiempo se ha perdido irremediablemente”.

Mi Napoli se quedó con Pulcinella y Maradona, con Troisi y De Filippo, en los libros que saqué anoche donde siguen hirviendo los estados de ánimos contradictorios de Masaniello y Cafiero, de Pisacane y De Giacomo, todos un poco Pulcinella y un poco lazzaro.

“Revolcarse en una playa mirando el infinito ocaso de un sol enceguecedor, y en las noches veraniegas subir hasta Capodimonte, mirar al pesebre e imaginar a los pastores, pastores buenos y pastores malos, un guiño a la eterna Concettina y al siempre presente Gennariello. Secuencias pedagógicas pasoliniana de los años setenta. Sueños introspectivos, poesía popular y penetración en el vientre partenopeo, adentro de un cuerpo saturo, aun digno de Giambattista Basile. Espectáculo violento y tierno, espectáculo siempre misterioso”.

En este desfile nocturno me encuentro con Mario Martone ed Elena Ferrante (¿o Domenico Starnone?), Domenico Rea y Erri De Luca, danzan en una lucha que se enfrenta a toda posible extinción. La extinción de la plebe y la metamorfosis de la polis. Y cantan, se contuercen, divagan, se acerca un síndrome de Stendhal, todos cierran los ojos y buscan la suerte, un numero relegado en un sueño, en un oráculo perdido, en las líneas de una mano. Mañana es otro dia.

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