El mundo vive tiempos difíciles, extremadamente difíciles diría yo, luego que en 2020 la pandemia del coronavirus provocó una recesión económica en casi la totalidad de países en el planeta, y Bolivia no fue la excepción.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de informar que la tasa de desocupación en el país a enero de 2021 fue del 9,67%; una cifra menor a la registrada en el pico más alto de la crisis sanitaria, el pasado año, pero que hoy muestra una suba preocupante (“El desempleo en Bolivia comienza a descender, pero no a los niveles anteriores a la pandemia”, EL DEBER, 16.03.2021).
No deja de llamar la atención que, pese a los esfuerzos del gobierno para reanimar la economía con medidas de inyección de recursos por el lado de la demanda, y otras para reactivar el aparato productivo por el lado de la oferta, a fin de enfrentar la peor crisis en 67 años, la cifra de compatriotas sin trabajo que sufren la falta de ingresos, ha empeorado respecto al cierre de la gestión 2020.
Es cierto que al tercer trimestre del pasado año la tasa de desempleo era del 10,76%; sin embargo, no menos cierto es que luego de descender al 8,39% en el cuarto trimestre, el número de desocupados ha vuelto a aumentar en enero del 2021. Este dato debe preocupar, además, porque atañe sólo a la desocupación urbana, no así a la del campo donde hay tanta o más pobreza que en las ciudades.
Duelen estos números, porque más allá del frío porcentaje, que es muy relativo, detrás de él hay personas, jefes de hogar que han perdido sus fuentes laborales y no están generando recursos para sus familias por el desbarajuste económico.
Es menester recordar que, de haber sido cierto el pronóstico del MEFP/BCB, que la economía decaería un 8,4% en 2020, éste sería el mayor retroceso desde la Revolución Nacional de 1952 que, un año después, provocó una retracción del PIB en un 9,5%. Como la década de los ´50 está lejana, para tener una idea de la magnitud del bajón económico del pasado año, comparémonos entonces con lo que pasó durante el nefasto gobierno de la UDP: en su peor momento, el PIB cayó “apenas” un 4%, mientras que hoy estamos hablando de más del doble.
Pero…¿qué significa cualitativa y cuantitativamente, una desocupación del 9,67% como ha reportado el INE en enero del 2021? En el primer caso implica que, si las personas encuestadas dijeron que durante la última semana, al momento de ser consultadas, habían trabajado por lo menos una hora, se consideraba que tenían empleo; sin embargo, ese indicador, aparte de no considerar el subempleo ni tampoco el “desempleo disfrazado”, por ejemplo, el caso de un profesional universitario que por razones de subsistencia se dedica ahora al comercio, a manejar un taxi o a la gastronomía (vender comida en su casa), el agravante es que, todas esas actividades son informales. Ahora, desde el punto de vista cuantitativo…¿qué de la cuantía de los desocupados?
En 2015 la tasa de desempleo era 4,56% lo que implicaba que 149.636 personas estaban desocupadas: unos “cesantes”, porque perdieron su trabajo, otros en condición de “aspirantes”, al no poder encontrar trabajo, como ocurre cada vez más con los jovencitos que, año a año, pasan a engrosar la fuerza laboral.
Esa tasa iba bajando, sin embargo volvió a subir al 4,83% en 2019 con 191.176 desocupados, para trepar luego al 5,84% en el primer trimestre de 2020, representando 234.206 personas sin empleo por causa de factores internos -políticos y sociales- que impactaron negativamente en la economía, así como de factores externos que, como el “lockdown” en la generalidad de países, que impactaron severamente sobre el comercio exterior boliviano desde inicios del 2020.
Lo cierto es que, más allá del porcentaje, a enero del 2021 el número de gente sin trabajo en el país era de 404.039 personas, muy cerca del pico alcanzado durante la pandemia en el tercer trimestre del pasado año, según datos oficiales.
Viendo estas cifras escalofriantes -más de un cuarto de millón de desempleados adicionales a los que había en 2015, por causa de la pandemia que aún sigue vigente- uno no puede dejar de cuestionar: Con tanta gente desempleada por el cierre de miles y miles de empresas; considerando que la productividad de la mano de obra en Bolivia es una de las más bajas y que la inflación el año pasado fue de sólo el 0,67%…¿cómo osan la COB reclamar un incremento salarial del 10% al haber básico y un 15% al salario mínimo nacional? ¿O es que acaso quieren que más empresas quiebren para que mañana haya gente protestandoen las calles por la falta de empleo? ¡Hay más de 400.000 desocupados!
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es Economista y Magíster en Comercio Internacional