Márcia Batista Ramos
La poeta María Claudia Ardaya Justiniano, nació en santa Cruz de la Sierra en agosto de 1993. Licenciada en Comunicación Social y apasionada por el fútbol, es fotógrafa deportiva; creadora y gestora cultural del movimiento “Colectivo Poético”, caracterizado por organizar eventos culturales sin fines de lucro, donde se fusionan letras, artes plásticas y música de talentos emergentes. Publicó “CAOS prosa poética” (2017); está en la antología “Escritoras Cruceñas” de Caballero, Reck & Batista (2019); entre otras.
María Claudia considera el arte como una manifestación de supervivencia humana, un llamado a la concienciación y a la metamorfosis personal, por eso escribe.
Y en sus líneas deja permear su carácter taciturno y callado, de igual manera su alma sensible y delicada, además de su emancipación de los estereotipos sociales. Lo podemos constatar cuando escribe:
“y mi pluma se ha convertido en el afeite de mi tristeza. Me ha protegido de los inviernos y ha sido mi fiel compañera.\En medio del aluvión de letras he encontrado el único lugar donde la utopía es una realidad. Y sé que es algo arcano, pero no espero ser comprendida por la sociedad. (…)”
Así, autentica y honesta es María Claudia Ardaya Justiniano, que reflexiona a través de la poesía porque quizás el mundo, no esté listo para relacionarse, íntimamente, con las personas que tienen esos atributos y lo expresan naturalmente, en su forma de ser que no teme la verdad.
Su prosa profundamente intimista, logra cruzar las profundizas de Hades, seduce a Caronte y le convence para que haga la travesía sin cobrar ninguna moneda, solo por el valor sincero de su palabra. Y registra:
“Tengo un florilegio para combatir mis penas, en un mundo donde lo vano reina y los amigos se cuentan con los dedos de la mano izquierda, hace falta gallardía para creer en la divinidad.\Las personas se han vendido tal hetaira pestilente usando la traición como el camino, y en medio de eso encuentro tu mirada certeza y precisa, el refugio de tu voz. (…)”
Su prosa libre, bien escrita, es intensa, logrando sensaciones, donde el valor poético predomina sobre la intención de contar. Y la poeta, sin alejarse, de sus raíces regionales escribe:
“(…) Y déjame decirte que, si hablamos de amor, que lindo es no seguir mis instintos de huida y mantenerme inerte para sostener tu mano mientras pienso en la teoría de que solo se ama una vez pero que la vida te regala cientos de tipos de amor y que siempre serás mi favorito. El que menos esperaba y el que más ha comprendido que ésta loca e impulsiva iría a cualquier parte sosteniendo tu mano y sonriendo como nunca antes. Es que si hablamos de amor lo resumo en una palabra de tres letras: VOS.”
Como es usual a todo poeta, María Claudia, no tiene miedo de mostrarse frente al otro y constantemente desviste su alma y sin pudor, muestra todo lo que lleva adentro:
“Dicen que somos gracias a quienes hemos amado. Con el paso de los años y algunos días en el calendario he descubierto la mistura de mi verdadero reflejo.\Y es que amé a ese niño de cabellos oscuros con quien subir al bus para dar vuelta en los anillos de nuestra ciudad se volvió un placer. Amé a ese artista con quien fumar se convirtió una rutina mientras intercambiábamos algunos conceptos de filosofía entre besos y trazos que se atascaban como un tatuaje más en mi piel. Amé a ese amante que me dejó contar las pecas de su espalda como un Pascal cuando formó su pirámide mientras respondía a mis preguntas sobre la existencia humana. (…)”
Llama la atención la propuesta estética en la prosa poética de María Claudia Ardaya Justiniano, esa joven mujer, que nos cuenta en sus líneas (porque su honestidad NO conoce entrelineas), que ya murió una y otra vez, pero que posee la fuerza para resucitar y brillar tantas veces sea necesario. Sí. María Claudia Ardaya Justiniano se reinventa y es pura poesía.