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Los fuegos del apocalipsis

El 9 de julio, el Gobierno promulgó el DS 3973 y en un acto repleto de sonrisas y guiños a las cámaras, se autorizó el desmonte y quema de tierras en Santa Cruz y Beni. La felicidad fue de quienes ahora tienen piedra libre para devastar tierras y así poder introducir la soya y el maíz transgénico que no van a beneficiar más que a ellos. Todo el resto sabíamos lo que vendría: Un desastre ambiental.

Después de haberse afectado 500 mil hectáreas de bosque seco, ahora las consecuencias serán, entre otras, sequía, vientos huracanados, plagas de langostas, contaminación, destrucción y muerte. No, no es una burda copia del libro de las Revelaciones, es la lógica consecuencia de esas nocivas prácticas que van a repercutir en toda la población boliviana de una u otra manera. La visión apocalíptica del fuego consumiendo todo a su paso, tiene un culpable concreto y no es el diablo bíblico sino los jinetes de la destrucción que se hacen llamar Gobierno.

Con un nudo en la garganta y a punto de quebrarse, el Alcalde de Roboré declaró que los vientos habían cambiado y el fuego se recrudeció. Vio una vivienda consumirse por las llamas, una ardilla encendida que huía a su propia muerte, campos devastados y flora y fauna reducidas a cenizas. «Por favor, suplicaba, ayúdennos aunque sea con una oración» Horas antes, 40 héroes valientes hacían lo que podían, la gente se informaba por videos caseros en WhatsApp, audios pidiendo auxilio, fotos en todo el Facebook y bronca en todos lados… Mientras tanto, el Presidente paseaba en bici con sus candidatos por cochabamba que posteaban sin parar su alegría y sus propias miserias, los guerreros del insulto continuaban su campaña sucia contra Carlos Mesa y los indolentes autores materiales e intelectuales de esta tragedia, pensaban en los réditos económicos y políticos que les iba a traer la desgracia provocada por los depredadores.

Tarde y mal reaccionó el Gobierno constatando que todo esfuerzo ya es inútil. Un par de helicópteros, unos cuantos hombres y algunas provisiones y paliativos para los afectados, no remedian en nada el crímen cometido con el beneplácito del poder y sus leyes ecocidas. Soberbios, altaneros y mezquinos, se niegan a aceptar la realidad y pedir ayuda internacional pese a la evidencia de su propia inutilidad. ¡Qué hastío!

Es que, da bronca, tanto vil desprecio por lo único que nos sostiene vivos, tanta hipocresía disfrazada de discursos vacíos sobre pachamamismo y vivir bien, tanta predisposición a la prebenda electoral y al no importismo por el bien común. Tanta miseria humana concentrada en despilfarros electorales, tanta traición a sus propios principios y discursos, tanta tierra viva condenada al olvido ¡Ya es demasiado, caraj0! Ya es demasiado.

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