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Los desfiles en La Paz: gasto innecesario y desconexión cívica

Con el fin de conmemorar diferentes fechas históricas bolivianas, desde hace muchos años atrás se realizan en La Paz desfiles escolares y cívicos que -además de causar atolladeros y trancaderas en principales vías públicas- no  denotan civismo ni comportamiento respetuoso hacia los ciudadanos.

Estas marchas carecen de la emotividad que los caracterizaba en el siglo pasado, cuando se lucían las mejores galas para homenajear a los héroes y cantar a viva voz himnos y cantos nacionales. Ahora, desfilar constituye obtener una calificación en alguna materia –como Ciencias Sociales, Educación Física, etc.  de forma obligatoria o conseguir la ficha correspondiente de la oficina, para no ser  acreedor de la sanción institucional.

Para rematar el aciago panorama muchos maestros de establecimientos escolares no inculcan a los educandos con una breve reseña antes de salir por las calles y saber responder a los periodistas que hacen consultas relativas a la fecha histórica y lo anecdótico, los funcionarios públicos no se libran de pasar papelones similares o peores.

Los desfiles que se multiplicaron en diferentes zonas de La Paz toman las vías en horarios inconvenientes para la mayoría de la población, no son ordenados y en vez de rendir homenaje a la fecha ínclita, numerosos estudiantes y funcionarios pasan ante la vista del público y el palco oficial como indiferentes al acontecimiento, que merece respeto y fervor patriótico.

El artículo Los desfiles escolares y la descolonización que figura en el sitio web www.somossur.net señala: “los desfiles escolares son la mayor manifestación de lo internamente colonizados que estamos. Cada fecha cívica los niños, niñas y adolescentes, incluso pequeñines de los jardines preescolares, son obligados a marchar con música militar y uniformes decimonónicos, bajo la atenta mirada de sus profesores y las autoridades estatales de turno”.

Añade que éstos imponen, con severidad simbólica y a veces psicológica, una estructura social de sumisión y obediencia, disciplina militar y rendición de pleitesías a los jefes de turno. Replican las divisiones entre ricos y pobres, pues las bandas de música mejor equipadas, los uniformes más lujosos y las majorettes (muchachas jóvenes con atuendo vistoso y generalmente falda corta) más guapas suelen provenir de los colegios privados más elitistas, “mientras que los chicos de las escuelas fiscales de los barrios alejados son jaripeados por el profesor de educación física por no poder igualar el espectáculo”.

Las rutas de los desfiles escolares en los macrodistritos Centro y Sur de la urbe paceña, no son adecuadamente estudiadas y esta “planificación”que más parece una improvisación genera cortes de tráfico que -a su vez- provocan caos urbano con la consecuente molestia de la ciudadanía que ve afectada su actividad diaria.

En el caso del 23 de marzo, no tiene mucho sentido porque, aunque se realicen dos o más desfiles, no recuperaremos ni 100 metros de la costa del Pacífico que nos arrebataron en el siglo XIX. Sobre el desfile de teas cada 15 de julio, se puede decir que termina con empellones, ya que las instituciones y las personas están más preocupadas por continuar en la verbena que en el civismo.

Los desfiles escolares y cívicos por las fiestas patrias resultan ser una mezcla de fervor patriótico y celebración festiva, sin embargo frecuentemente se pierde el verdadero espíritu de la conmemoración debido al enfoque en la festividad y el entretenimiento en lugar de en la reflexión histórica y el respeto por los eventos que se están recordando. Las fiestas patrias, por lo tanto, se convierten en una oportunidad más para el espectáculo y la diversión, dejando en segundo plano el propósito de rendir homenaje a nuestra historia y a los héroes que nos dieron independencia.

En cuanto al aspecto económico, los desfiles patrios representan, en esencia, un gasto significativo de dinero que, en lugar de generar un beneficio colectivo, únicamente favorece a unos pocos sectores mediante la venta de productos. Estos eventos, aunque revestidos de simbolismo y tradición, terminan siendo una plataforma comercial donde los vendedores ambulantes y algunos comerciantes locales son los principales beneficiarios. Mientras tanto, el grueso de la población observa cómo se destinan recursos públicos a actividades que, más allá del espectáculo temporal, no aportan mejoras tangibles a la comunidad ni a la economía local en general.

Las autoridades deben dejar de lado tanto chauvinismo inútil y proponer celebraciones internas en los establecimientos escolares e instituciones. Si los desfiles no son del gusto de las mayorías, tanto de los que marchan como de los espectadores y -peor aún- son aborrecidos por mucha gente que se desplaza a pie y en transporte público y privado, definitivamente estos deberían disminuir en número en La Paz porque con tantos se realiza un gasto innecesario.

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