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Lo efectual de la historia

Maurizio Bagatin

En el genoma humano está nuestro ser, lo que somos ahora y todo lo que fuimos antes. Tal como en la hermenéutica que pensaba Hans-Georg Gadamer, es «lo efectual de la historia» (Wirkungsgeschichte). Somos también todo lo que se ha vivido antes, el influjo y el “peso” del pasado en el presente, a través de la tradición y de su interpretación. Un dinamismo permanente y en constante evolución, la comprensión del mundo y de nosotros mismos.

Estuvimos en El Pozo junto al Chueco Céspedes y fuimos un día Raza de bronce, y que más ha influenciado la Historia, que este año junio haya remplazado abril, y que quizás agosto anticipe a octubre, mientras las brevas de julio del higo de casa enfrentan con timidez estos días grises. Hay siempre algo de mental en lo físico, y viceversa. Finalmente he oído a un crítico literario decir que Tolstoj es un escritor para los que son padres, mientras que Dostoievski es para los hijos. Acertada conclusión.

Efectúales son los “no lugares” que fueron periferias o desiertos urbanos, campos de trigos y profundo silencio durante todo el tiempo anterior. Efectual es el campesino y el obrero que se vuelven pequeños burgueses. La historia como causa, la historia como efecto. Efectúales los confines del mundo y sus cicatrices, nuestro origen y nuestra genealogía. Como el fuego, el hierro y el Neolítico que pudo haber sido una optima era.

Efectual es la semilla de la coca que se mimetizó en botella de la Coca-Cola. Y todas las conquistas que derrumbaron al pasado, a los fracasos que impidieron los sucesos. La poesía que se hace canto, el barro que se vuelve adobe, el pensamiento que encuentra la acción.

En nuestro genoma están la memoria, la inteligencia, la sabiduría, la experiencia, lo más efectual de todo, la vida que se hace muerte. Es el Mito que deviene Símbolo, el Símbolo que se hace Marca. El viaje que tiene retorno. La perfecta forma del caracol, el imperfecto camino de las hormigas, el llanto de un niño, el canto del grillo en las noches de verano. La contemplación de la onomatopeya y de la literalidad de un sueño, el tiempo y el clima son efectúales, nuestro rostro frente al espejo y las manos que están escribiendo, y también lo que estamos escribiendo.

Solo los niños no tienen pasado, y lo efectual queda en su mágica inocencia.

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