Blog Post

News > Opinión > Limpieza política del lenguaje

Limpieza política del lenguaje

Christian Jiménez Kanahuaty

Para los partidos políticos Libre y PDC, es un lugar común referirse al contexto político tras las elecciones del 17 de agosto de 2025 como una victoria. Los partidos que se alejan de la representación parlamentaria y aquellos que ingresan a ella evalúan sus condiciones vitales sólo como resultado de un conteo electoral. Es la síntesis que bien podría denominarse como la restricción numérica de la democracia. Sin embargo, esta organización del cálculo basado en un porcentaje recaudado en urnas es simplemente una faz de la realidad. O en el mejor de los sentidos, el espectro de una realidad mucho más compleja, donde el lenguaje es el protagonista.

Si se está de acuerdo con el presupuesto de que se hacen cosas con palabras y que toda realidad está mediada por las condiciones históricas en que se producen las palabras con las que nos referimos en todo momento al mundo exterior e interior de los seres humanos, comprenderemos que serán las palabras, su sintaxis, gramática y retórica las que posibiliten o no el arribo a una nueva realidad tanto social como política.

Las palabras ya se sabe, forman discursos y ellos están fundados en reglas, gramaticales y discursivas con las cuales entre los hablantes se encuentran puntos en común que preceden a todo acto de comunicación. Y es que si no hubiera un acuerdo mínimo sobre el significado de las palabras, reinaría el desacuerdo, no como modalidad del disenso en política, sino como estrategia para disolver el lazo social.

Y por ello, todo gobierno instaura un vocabulario, un fraseo, una serie de de imágenes y metáforas verbales con las cuales se nombra a sí mismo, a sus interlocutores y a la realidad que desea poseer y transformar. Esa forma de retórica del poder político establece su perdurabilidad en el inconsciente colectivo de las sociedades. Porque podrán irse en cuanto a partidos a sus casas después de la derrota, pero sus palabras y el modo en que confeccionaron la realidad a través del significado que imprimieron a las palabras que usaron todo el tiempo, ha contaminado en tal medida el habla de la gente que no se erosionan tales significados y sentidos de las palabras sólo con la emisión de resultados en boca de urna.

Palabras como: revolución, campesino, socialismo, indígena, izquierda, narcotrafico, poder, sociedad, plurinacionalidad, estado, riqueza, desarrollo, industrialización, pobreza,bonos, Fuerzas Armadas, democracia, no son las mismas desde la llegada del MAS al gobierno.

El MAS colocó y resemantizó esas palabras para hacerlas funcionar al interior de su discurso gubernamental. Lo hizo con fines de sentar una visión de mundo. Un conjunto de reglas compartidas instauradas desde arriba y aplicadas hacia abajo s construyeron al rededor y sobre estas palabras de contenido distinto al usual. Esta fue una de las tantas maneras en que se sentó la hegemonía en el país y no es propiedad del MAS este manera de hacer política. Todos los gobiernos en mayor o menor medida han apostado sus recursos materiales y simbólicos en conseguir nutrir con su propia identidad a esas palabras de la retórica porque sería ella la que firmemente resolvería su estatus de dominación jerárquica en la sociedad que deseaban construir. 

Con ello, la sociedad misma aunque no lo deseara establece una conexión entre su mundo cotidiano y el de la política, porque cada vez que utiliza esas palabras se encuentra en la red de significados que impuso el gobierno; porque ahora las palabras son propiedad de un modelo de Estado y de un estilo de gobierno. Gracias a la resemantización de las palabras el gobierno se convierte todo el tiempo en una referencia ineludible en el pensamiento, análisis y proyección de la población.

Las palabras significan algo según el contexto en que aparecen y funcionan: no es que las palabras sean aisladas y limpias en contenidos e intención. Cada palabra es un arma para una revolución futura ya sea en el campo político donde los partidos interactuan entre sí para capturar a la sociedad civil, o se manifiestan -las palabras-, en el de la retórica gubernamental con fuerte contenido de dominación o dentro del campo de la cultura donde esa retórica termina por adaptarse y transformar una realidad plural y dinámica a órdenes de verdad reducidos y operables según la lógica determinada por el significado de las palabras en boga que han sido impuestas por el gobierno y que también en ese campo llenó de contenido especifico. 

Entonces, una victoria no se ejerce sólo desde la movilización del voto, se emprende desde el saneamiento lingüístico y retórico de todo un arsenal de palabras que forman una pedagogía concreta que ha servido para domesticar y adoctrinar a la población y ordenar las reglas de juego con las que ha vivido en los últimos veinte años. 

Pensar en una renovación política sólo es posible en la medida en que las palabras también vuelven a ser disputadas dentro de un nuevo orden de valores, relaciones sociales y estructuras de poder.

La política tiene, por supuesto, su pedagogía y ella indica el modo en que deben hacerse las cosas que llamamos políticas públicas, porque ellas son la extensión de un deseo social convertido en movilización de recursos materiales como económicos al interior de una gestión. Esto se cobra ejemplos concretos cuando la política pública a través de una serie de discursos y todas las palabras que ellos contienen, refieren a que la elaboración de las políticas y su gestión es más una cuestión de bondad gubernamental que aspiración social o cumplimiento de un programa político. Son las palabras las que equilibran lo que se hace y los motivos por los cuales se realiza tal acción.

Por ello, cuando un partido se adjudica la victoria sin antes medir las consecuencias del campo semántico sobre el cual se encuentra, no entiende que una de sus primeras labores será limpiar el lenguaje, para así vaciarlo y secarlo de sus anteriores contenidos porque de no hacerse este ejercicio, todo el tiempo al establecer su discurso -por muy nuevo que sea lo que diga-, terminará por caer y ser atrapado en la red de palabras y significados que el anterior gobierno dispuso.

Cuando se necesita secar un lenguaje y vaciarlo del contenido precedente, lo que se necesita es un involucramiento mucho más fuerte en el plano ideológico de las decisiones. Establecer dónde están -como partido, organización, sindicato-, al interior del campo político, cuáles son sus adversarios y amigos, qué entienden por excedente, identidad y Estado. Y finalmente, cuál es su meta y concreción a futuro para el Estado y las sociedades que saben en su interior. Todas estas cuestiones implican un planteamiento temático y formal de la administración estatal, pero ante todo dan como resultado una retórica concreta y particular.

Los partidos no pueden entrar a gobierno haciendo uso de las viejas palabras porque ellas responden a otro escenario y otro partido. Hacerse de las palabras, en definitiva, es hacerse con el poder político y desde el poder político, con ayuda de una nueva gramática referencial, construir otro orden de realidad. Sólo así, un estilo de gobierno (actores, prácticas, división de tareas, finalidades y recursos para concretar esos fines) se podrá diferenciar del anterior proceso gubernamental. Y será entonces que podrán aparecer unas metas políticas mucho más fuerte que muletillas o simple publicidad. De esa forma se podrán también hacer concretas (con una identidad propia) y definidas (basadas en una ideología particular) y distintas (logrando diversos procesos de subjetividad tanto al interior como al exterior del gobierno) de lo practicado y manifestado a nivel de gobierno, economía y cultura en las últimas dos décadas en el país.

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights