Este texto va dedicado a mi papá, que una tarde en el extraño verano del 97 con la mayor naturalidad del mundo, me dijo: ¿Por qué no usas la máquina y escribes algo mientras me esperas? Mi papá ya sabía que yo escribía. Pero al hacerme esa pregunta, creo yo que implícitamente me estaba diciendo que estaba bien. Que no tenía por qué escribir a escondidas.
De: Christian Jiménez Kanahuaty / Para Inmediaciones
El presente texto tuvo durante algunos días el título tentativo de “Barthes leyendo a Lenin”, pero luego de meditarlo un poco resolví que dicho título además de ser un poco críptico, daba la idea al lector de que Barthes escribió algo sobre Lenin y lo que yo realizaría en este texto entonces era una lectura de esa lectura.
Como ése no es el caso, el título de este documento de trabajo es “Lenin y la configuración del nosotros”. Acá ya es más claro y delimitado el objetivo del texto que escribo. Me importa reflexionar, pensar y decir algunas cosas sobre cómo Lenin configura el nosotros en tanto subjetividad política en el libro El Estado y la revolución.
Tenemos la noticia dada por Lenin en el libro. No es invento: “Escribí este folleto en los meses de agosto y septiembre de 1917”. Entonces es un texto que surge al calor de los acontecimientos. Entonces es un texto escrito en un mes. Pero claro, es el resultado de varios años de trabajo crítico con y desde el marxismo. Entonces continúa Lenin y dice: “Tenía ya trazado el plan del capítulo siguiente, del VII: La experiencia de las revoluciones rusas de 1905 uy 1917. Pero fuera del título no me fue posible escribir ni una sola línea de dicho capítulo”. Este arrojo de sinceridad, honestidad brutal y pausa se parece en parte a los registros literarios en obras de esos años. Las marcas dejadas por el autor señalando el proceso material de la escritura. Una marca es una señal que sirve para dos propósitos: 1) La marca bibliográfica, autoral, es aquella que nos permite leer en el autor que leemos ecos de otros autores, no sólo citas, sino palabras, registros metonímicos, imágenes, etc., estas como no son sólo citas directas de otros autores, nos muestran qué leyó el autor para escribir el libro que tenemos en las manos. Ésa es una marca, la de las lecturas del autor. 2) La segunda marca es más bien una marca en la escritura. Barthes ya en el clásico El placer del texto nos informaba sobre cómo el autor coloca el papel en la máquina de escribir, elije el tamaño de esa hoja, escribe los párrafos, con sangría o sin ella, párrafos corridos como los de Sebald o los de Flaubert o los párrafos rebasados de imágenes; es suma es una construcción material, pero en esa construcción material del texto, hay marcas. Las correcciones. Los tachones. Los sinónimos, las frases encadenadas. Lenin está dejando marcas en esa nota final del libro. Está y aquí lo importante dando otro tono al libro. Y lo hace de la siguiente manera: “Vino a estorbarme la crisis política, la víspera de la Revolución de Octubre de 1917” y continúa y ejerce en esa nueva marca el remate del registro: “Estorbos como éste no pueden producir más que alegría (…) es más agradable y provechoso vivir la experiencia de la revolución que escribir acerca de ella” y firma: El autor.
Debo confesar que éstas dos últimas marcas son las que más me gustan y emocionan del libro El Estado y la revolución. Y lo es por aquello que Barthes llama el estilo. El estilo es el modo en que fue escrito un texto. Acá no importa si el texto es poético, narrativo, épico o teórico o un ensayo. El estilo de Lenin en la escritura del libro va cambiando. O, mejor dicho, se va desplazando a través de esas marcas cifradas en la nota final firmada simplemente como “El Autor”.
No se trata como en el caso de Madame Bobary para Flaubert de la “palabra justa” ni como en el caso de Proust de la imagen perfecta con la cual detonar 1. 300 páginas de recuerdos bajo el grandioso título de En busca del tiempo perdido. No. Para nada. No se trata de eso. Se trata de algo más simple y por ello más complicado, algo así como la carta robada de Poe. Una carta que se busca durante mucho tiempo y que no se encuentra porque justamente está en el lugar más visible, sobre la mesa a un costado de la habitación.
Lenin usa ese mismo gesto. Ahora lo ves. Ahora no lo ves. Sabemos por esa nota final de Lenin que el libro no ha sido retocado, ni corregido. El libro escrito en aquel periodo de tiempo (de agosto a septiembre) es el libro entregado a imprenta. Primera duda despejada. El estilo no es el de la reescritura. Entonces, ¿cuál es?
La respuesta de alguna manera nos la incita Barthes. Barthes en El grado cero de la escritura dice que: “El narrador va a escribir y ese futuro lo mantiene en el orden de la existencia, no de la palabra; está encadenado a una psicología, no a una técnica”. Entonces ¿qué pasa? La técnica es parte del estilo. Entonces, ¿qué está haciendo Lenin en su libro en definitiva?
Primero, su existencia al menos en ese mes está atada a la escritura del texto. Nuestra primera constatación nos es dada por el autor. En segundo lugar, lo que ocurre es que Lenin está encadenado a una psicología, esa psicología es un combate político, es el marxismo, es el debate con Klugelmann, con Kautsky, Plejanov, Potresov y otros, pero al mismo tiempo, en simultáneo y porque una cosa no puede ocurrir sin la otra es un debate, una reivindicación y un acto de lectura y relectura de Marx y Engels.
Y aquí está nuestra primera clave; señores y señoras, damas y caballero, colegas, compañeros y compañeras, lo que Lenin hace es lo que en su momento hicieron Tolstoi (con Ana Karenina), Miguel de Cervantes (con El coloquio de los perros), Flaubert (con Madame Bobary) y Henry James (con Los papeles de Aspen). Lenin está inventando un nuevo sujeto. Está inventando al lector moderno. Un lector de libros como el que él ha leído para escribir su libro. Está inventando el acto de lectura en la medida en que retoma citas, párrafos, nombres, fechas y crónicas de otros libros para escribir el libro y que nosotros podamos leer esos (a falta de una palabra mejor, podríamos definir como:) datos.
Son esos datos los que nos sirven para entender la escritura de Lenin. Esas marcas de las cuales antes hablaba están en sus citas.
Barthes escribe en el mismo libro (El grado cero de la escritura) “el narrador construye el poder de la esencialización (puesto que no designa más que un solo referente), el poder de la citación (puesto que se puede convocar a discreción toda la esencia encerrada en el nombre, profiriéndolo), el poder de exploración (puesto que ´desdobla´ un nombre propio exactamente como se hace con un recuerdo). Llegados a este punto sólo nos restaría por humildad intelectual pararnos y aplaudir la genialidad de Roland Barthes. Ha encontrado, para usar sus palabras, la esencia de toda escritura. Ha encontrado el material del cual está hecha la materia primera de la escritura.
Pasemos revisión. El poder de escencialización, donde existe un solo referente está en El Estado y la revolución. Es el debate político. Es la contundencia reflexiva del marxismo, es el análisis de Marx y Engels. El poder de la citación: el registro, las citas, las notas a pie de página, las digresiones, las glosas a las citas de Marx y Engels, la labor pedagógica del trabajo teórico. Citas para crear un algo más importante que un discurso, citas porque escribes y todo acto de escritura es un acto, para decirlo en palabras contemporáneas, un acto intertextual, pero, sobre todo, una forma de ejercer poder de estilo. Finalmente, el poder de exploración, ese nombre desdoblado está en lo que queda al medio del nombre V. I. Lenin que está en la caratula del libro y ese “El Autor” con el que finaliza el texto.
Entre el nombre propio y el universal “El Autor” está el estilo. El texto genera un nuevo poder, en el sentido dado por Barthes a la palabra. Lenin genera lo que puede ser llamado como poder de la acción política.
El libro se desplaza en su escritura de un texto de debate teórico mediado por la contienda política a un ensayo de interpretación sobre el presente (1917).
Y esto lo hace por medio de 24 repeticiones de una misma palabra.
Lenin repite, escribe esa misma palabra 24 veces a lo largo de todo el libro. ¿Cuál es esa palabra? Una muy corta y, sin embargo, altamente significativa: Nosotros.
Lenin utiliza la palabra “Nosotros” para ejercer tensión sobre lo que escribe, está consiente que la verdadera lucha no está en el enfrentamiento con Klugelmann, con Kautsky, Plejanov, Potresov, lo que está en juego, lo que puede decidir el rumbo de la vida es la contienda, la acción colectiva, el conflicto, la revolución.
Aquel “Estorbo” escrito por Lenin es el centro del libro. Ese “estorbo”, le hace escribir al autor, -lo citamos una vez más-: “Es más agradable y provechoso vivir la experiencia de la revolución que escribir acerca de ella”. El autor se acaba de dar cuenta que ha vivido, algo que estuvo a punto de tan solo analizar. El autor ha construido el nosotros de la política contemporánea.
No es el juego amigo-enemigo. No es la guerra. Es la revolución. En cada una de las 24 veces que Lenin usa la palabra “nosotros” se está refiriendo a un grupo tanto abstracto general como concreto-particular de personas que piensan, actúan y creen en lo mismo que el autor. Lenin se borra del texto para convertirse en la voz y en la representación momentánea que abre la posibilidad a una respuesta a la crisis: la revolución.
Y es por ese “nosotros” que es abstracto como concreto, que el libro pasa de ser una reflexión teórica a un ensayo de la vía revolucionaria. Pasa de ser un debate con y desde el marxismo a poner el marxismo en escena. Desplaza las ideas a la práctica. Construye el sujeto político y si lo construye y existe es porque antes en sus marcas construyó su subjetividad. En la relectura de Marx y Engels, en los datos, en la crónica de acontecimientos, en los datos, en su organización y orden, y en el modo en que enfrenta materialmente el nosotros a los demás, es que construye su subjetividad. Tenemos estos ejemplos: “Nosotros iremos a la ruptura con los traidores”, “Nosotros frente a Kaustky”, “Nosotros iremos a la ruptura con los oportunistas”, “Nosotros continuaremos con nuestra obra”, “Nosotros no nos dedicamos a construir ningún sistema utópico”, “Nosotros queremos la revolución socialista”, “El proletariado consciente estará con nosotros en la lucha”.
Lenin, finalmente, desde su escritura, desde ese desplazamiento y desde ese borramiento ha logrado construir el sujeto revolucionario, le ha dotado de subjetividad y no conforme con eso, le ha encomendado una tarea.