Angélica Guzmán Reque
“La vida es un misterio; la luz ciega y la verdad inaccesible asombra” Rubén Darío
Los cuentos Las noches del deseo y otros cuentos de terror de Homero Carvalho Oliva, tienen la particularidad fantástica de ocasionar, en el alma del lector esas sensaciones que estos cuentos deben provocar en el ánimo, el de ir creciendo en la medida en que el suspenso se manifiesta, y el ambiente de misterio que envuelve a los cuentos, están narrados paso a paso, minuto a minuto, fragmento a fragmento, tal si fuera una película que va enmarcando fotografía tras fotografía, haciendo que, el lector, vaya predisponiendo la emotividad que, va desde la curiosidad, el miedo, el suspenso y la angustia. De tal manera que, la acción misteriosa no la sentimos, ni antes, ni después, sino en el contexto en que se van produciendo las escenas: “Llegué hasta su dormitorio la mañana siguiente a su deceso y vi a mi padre aferrado a los barrotes de su cama; tenía la boca abierta como paralizada en la mitad de un horrendo alarido y sus ojos parecían no querer mirar nada; sin embargo, daban la impresión de observarlo todo.”
La atmósfera en que se desarrollan los distintos cuentos son variados, desde una habitación cerrada, pero tétrica y solitaria, difícil de ser habitada por todo ese enmascaramiento de sordidez y miedo que siente la vecindad:” Ninguno de los vecinos quiso acompañarme la noche del velorio; por la empleada supe que temían acercarse a la casa por los gritos que escuchaban en las noches y que mi padre también le dijo que las últimas semanas él tenía miedo de dormir y que, cada vez que ella le servía la comida, repetía que nunca debió haber llegado hasta ese punto y que ya no podría escapar, pero que jamás declaró de qué o de quién hablaba.”
El ambiente exterior como es la selva inhóspita donde solo viven animales salvajes, o la misma naturaleza que es todo un misterio difícil de explicar. Una selva que te agobia por el calor y la falta de población:” Domingo, que no vaya a ser la trampa. Ustedes todavía no conocen estas tierras; sus habitantes, los itonamas, dicen que Curupirá, Dios que protege los montes y las pampas, va a castigarnos algún día por haber dañado sus árboles abriéndoles heridas para extraerles el látex que, para sus choquigüas, son lágrimas de las cortezas”
No solo es la atmósfera exterior, es también esa atmósfera que nace en el interior del ser humano dolido o traicionado, esa atmósfera de pasión desenfrenada, inhumana, ese lobo que nos corroe el alma, ante hechos imprevisibles, cegados por la ambición del todopoderoso:” Los miró desde su propio abismo y se vio a sí mismo, se vio tal como era, un joven de veinte años, con el rostro cansado y la barba a medio crecer. Le pareció que su mujer no tenía por qué asustarse, no había motivo alguno, hasta que en ambos iris de la jovencita vio los suyos, y los vio oscuros, negros, un solo compacto color con las pupilas, como si ocultaran algo”
Cada uno de los personajes son reales, seres humanos que se conducen como cualquier otro, a excepción de un personaje, que es una mujer, la que seduce, la de aparición misteriosa, aquella que su belleza puede llevar a la locura al hombre que se deja seducir y engañar, es la mujer que es parte de la belleza natural:” me pareció hermoso y feliz, y eso me llenó de ira, pero me contuve; ¿de qué me serviría golpearlo? Al ver mi turbación, Guajojó se desató hablando: Mucho más linda que la Maricarmen ‑explicó‑, pero todavía no me dice su nombre y no puedo sacarme de la cabeza la mirada empecinada en poseerme con la que me recibió la primera vez que pude hablarle.”
Cada uno de los otros personajes son reales, convencionales, de semblante natural, pero imbuidos del misterio de lo excepcional, de lo único y, hasta sobrenatural. Se desenvuelven entre los otros con naturalidad, si bien, poco a poco se los describe con su inflexión de misterio. Así el progenitor del narrador es un ser huraño y solitario, incapaz se establecer solidaridad, peor amistad, es uno de los personajes propios de esta clase de narración:” en el enigmático barrio de Llojeta, y por referencias de mi progenitora, conocía de sus investigaciones. Sabía que los últimos quince años los dedicó a escribir un libro que se titularía “Fantasmogénesis”, algo así como un tratado sobre el origen de los fantasmas y otras entidades sobrenaturales. Sus investigaciones lo llevaron a Europa y a los Estados Unidos en busca de datos que aporten luz a sus escritos, haciendo de él un hombre hermético, soterrado en sus antiguos libros y objetos extraños, hasta convertirlo en un anafrodita, alejado de todo placer mundano.”
Otro de los personajes que se muestra ambiguo frente a la trama del cuento, que oculta sus ambiciones, de manera que crea una atmósfera de expectativa frente a los otros personajes, es un joven enamorado que sueña con el amor, lo que debilita su fortaleza varonil que lo conduce a la imaginativa vida, envuelto en elementos sobrenaturales que lo conducen a la vida irreflexiva de credulidad e insensatez, hasta que la muerte hace presa de él:” En ese sitio, don Félix bautizó a Justiniano con el apodo de Guajojó, “porque tiene la cara más triste que el canto de ese pájaro”. Cuando José Justiniano murió a nadie se le ocurrió que un hombre debe llegar a la tumba con el mismo nombre con el que fue recibido en la Tierra; tal vez la culpa fue mía, creo que era el único que recordaba su nombre propio y no quise decirlo para que se lo grabasen en la cruz de madera.”
Seguramente encontrarás, amigo lector, otros personajes que pertenecen al mundo, nada convencional, sino más bien al mundo oculto, al mundo desconocido de personajes emparentados con lo siniestro, sobrenatural y apasionados por ser diferentes y trasmitir el miedo a lo inédito. Lo cierto es que encontrarás deleite al leer páginas que te muevan las entrañas y te transporten al mundo ignoto. Nos dice, uno de los grandes divulgadores científicos, Karl Sagan: “El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como un cosquilleo nos llena de nervios, una voz muda, una ligera sensación como un recuerdo lejano o como si cayéramos desde gran altura”