Márcia Batista Ramos
“No estar muerto, no es estar vivo” E. E. Cummings
Una mujer gorda sueña que tiene la disciplina de una bailarina… Con medias rosadas y cabeza erguida es leve y hace un giro manteniendo la ligereza, suavidad, equilibrio y vivacidad. Da otro giro y hace movimientos rápidos, como secuencias de saltos, que, son brillantes y sutiles como: entrechats, cabrioles, assemblés, jetés… Escucha el aplauso de su madre y de su abuela. Da otra vuelta y busca un rostro conocido, abre bien los ojos y percibe que todos se han ido. Con lágrimas en los ojos recuerda que nadie es eterno, que todos desaparecen. Sabe que está despierta, con mucha dificultad da medio giro a su pesado cuerpo, está de costado y se pone boca arriba. Mira al techo y empieza a rezar para sus ángeles, la muchedumbre de muertos, cuyas fotografías adornan las estanterías y paredes de la sala de visitas.
Ella nunca se olvida de recordarlos a cada mañana, ni de derramar una lágrima amarga por los ausentes antes de empezar a moverse lentamente. El exceso de peso que posee ejerce una tensión adicional en su sistema respiratorio, resultando en falta de aliento durante las actividades físicas normales, como levantarse por la mañana. Sus movimientos pesados la hacen olvidar a sus muertos. Sienta a la orilla de la cama y deja el pasado atrás.
Se mueve con lentitud, se baña y prepara el desayuno para todos, se sienta sola a la mesa y cada día piensa que el pan es más delicioso que ayer. Sus manos regordetas, son agiles para llevar tanto pan a la boca. Ella come y come antes que los demás despierten, para que nadie le diga que se cuide, que no trague tanto. Mientras come, no piensa. Apenas come.
Después, se arma con una sonrisa y se siente lista para enfrentar la nueva jornada sin aplomo – hace mucho que perdió la elegancia y el perfecto control del cuerpo y de los pies – sale al trabajo, sube frases positivas en las redes sociales, disfraza el matrimonio resquebrajado, también, las angustias que le generan la situación de los hijos… En fin, enfrenta el día cuidándose para no cruzar los límites de sí misma, para evitar que sus días sean más tristes de lo que su cuerpo expresa.
Sabe que su exceso de peso contribuye a la reducción de su resistencia y de su energía. Cada vez tiene más dificultad para cumplir con sus actividades diarias. Siente dolor corporal y dificultad con el funcionamiento físico. Busca su lecho cada vez más temprano y sueña despierta que tiene la disciplina de una bailarina, que es bella y ágil con medias blancas y escucha los aplausos de los que la admiran. Busca entre los asistentes a un rostro conocido… Siente un fuerte dolor mandibular y cervical que la hacen perder el conocimiento.
Despierta…
Un ser diferente a todos sus ángeles le sonríe. Entonces, ella pregunta:
– ¿Estoy en el cielo?
– ¡No Chiquita! La vida no es un cuento de hadas… Tampoco, la muerte.