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La Valija

Angélica Guzmán Reque

Jorge Luis Borges con su gran sabiduría y visión del ser humano en la tierra, nos habla de “caminos que se bifurcan” y nada más cierto cuando encontramos en la obra de Amalia Decker, etapas enmarcadas en su vida y en esos senderos que la conducen a través de vivencias señeras y confiadas a su beneficiosa vida que ella las va transportando, en una valija, sencilla, pero su fiel compañera. Sus últimos cuentos, titulados, precisamente “La valija” ese objeto que nos permite, desde años inmemorables, transportar implementos necesarios para pasar horas, días, semanas… fuera de una residencia estable. Como nos dice Carlos Decker, hermano entrañable de Amalia: llena de polvos y de recuerdos que volvieron a mi memoria. Y más adelante prosigue: la valija que huye de las dictaduras o de la guerra no contiene ropa, aloja recuerdos, malos y buenos. (…) dentro de la valija viaja la revolución, el amor, la decepción, la paz, la degradación política.

Y, son precisamente esos recuerdos que nos permiten seguir las páginas de este precioso documento de vida, páginas que son llenadas con abundantes palabras del recuerdo, del amor, de tragedias, soledades, vicisitudes, que son únicas, personales, pero universalmente vividas y sentidas por emociones que los seres humanos que sabemos amar, las sentimos como si fueran nuestras. Como expresa Mario Benedetti: La vida no siempre son trenes a los que hay que subir, a veces son estaciones en las que hay que bajar. Como en esta ocasión, Amalia prefirió bajar y detener su visión entrañable en los recuerdos.

Esta excelente obra, pequeña en volumen, pero de gran contenido de tiempo y vida está dividida en cuatro libros o partes, muy bien definidas: Pasados por el tamiz del tiempo: es la primera bifurcación;son los recuerdos de sus años de ilusión onírica, de aquellas que sentimos cuando despertamos a la vida y quisiéramos que todo tuviera el aroma del café recién servido de manos amorosas de una madre o nos llegara el humus de la tierra que la queremos libre. Sentir la pobreza del mundo, creer en libertad de acción, Patria o Muerte, la consigna repetida hasta el cansancio. La gente cambia, yo soy el mayor ejemplo, dice una tercera voz que quiere contarlo todo, que quiere limpiar ese espíritu que se llenó de amargura, de visiones encubiertas que se fueron desvelando poco a poco porque el velo sutil que lo cubría se hizo añicos al constatar, por sí misma, que aquello que le hicieron creer no era cierto, que vivió engañada por una falsa humanidad. Una falsa comprensión de libertad porque era sometimiento, esclavitud. Es que el exilio es muy jodido, dice con resolución. Se sale con la mayor ilusión, pero al poco tiempo se quiere, se anhela volver, aunque Nada más que un sello rojo les impide cumplir con ese deseo.

Hay mucho que contar, se absorben sentimientos de desilusión, de amor, de egoísmo, de maltrato físico y psicológico. La sometieron a la terapia del sueño y que después volvió a la vida sin memoria, qué terrible castigo, borrar la memoria es como anular tu vida, tus esperanzas, tus sueños. Pienso que es uno de los peores castigos emocionales a los que se puede someter a un ser humano.

Seguramente el lector podrá encontrar otras frases, otros sentimientos que lo acojan y le hagan reflexionar sobre estos pasajes que se vivió en nuestro país. No son ficción, son realidades históricas.

Así llegamos a un segundo libro o segunda bifurcación, Querencia se titula. Esta palabra, en nuestro idioma presenta distintas acepciones, pero todas están referidas a la idea de apego hacia algo o alguien, que de alguna manera se inclina a la necesidad de volver, acercarse, recordar porque, recordar, es también volver a revivir momentos o circunstancias que se tienen almacenados en los recuerdos y son difíciles de olvidar, retornan de cuando en cuando, para hacernos sonreír

En La Valija es el recuerdo del amor, Quizá uno de los regalos más preciados que la vida concede a pocas personas es el don de la armonía. Una que se irradia a través de una luz que hace de los beneficiados seres atractivos y seductores. Es la frase con la que recuerda el amor presente en la vida de la narradora. Amores que, por azares del destino, cruel muchas veces, se esfuman, desaparecen como ráfagas de viento del sur.

Erich Fromm, el gran filósofo del amor dice: “el amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza (…) desde la esencia de su existencia, de que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y, no al huir de sí mismos”,

Un amor real que cuántas veces conduce a la soledad ensimismada que solo vive de los recuerdos y, así pasan los años, pero el recuerdo persiste porque es caprichoso, así expresa: en estos tiempos modernos y de una comunicación tan veloz ya no hay nadie que se sienta con el oído aplicado y menos con un anciano como yo.

Así pasan los años, persiste el amor que solo termina en la tumba, pero los recuerdos te acompañan como fieles fiadores, te ayudan a ser y dejan su huella de tus pasos por el sendero de la vida.

Los cuentos siguen, llega la tercera bifurcación, la que titula El Edén, donde vive Eva, está narrada en una segunda persona. Es como el dedo acusador hacia la mujer, la Eva que sigue habitando en cada mujer, en ese ser femenino que es depositaria de generaciones y generaciones que pueblan el mundo, la que lleva la égida de la rebeldía, de la libertad, no importa cómo, ni dónde, pero lleva su valija a cuestas. Le repite: estás cubierta de una imagen de leyenda y quizá estás condenada a existir solo en tu propia memoria. Quizá la memoria de la humanidad. Son cuentos referidos al narcotráfico, al manejo de ese poder del dinero y la corrupción. Imagina que tuviste que pelear en un mundo de hombres hasta que, finalmente, te convertiste en una bandida.

Este gran negocio transforma al ser humano en apenas, una nada. Gente que no ama la vida, solo el momento. Así lo expresa cuando dice: en este país la eternidad dura apenas un segundo, es el segundo del poder y la gloria y vuelve a expresar: Ahora se respira poder, arrogancia y miedo. Todo está cargado de un silencio cómplice. Es un silencio cómplice porque entre ellos conforman una cadena muy estrecha de amistad, de ayuda, pero no de vida.

La cuarta y última bifurcación o libro cuarto, tiene el título de Inventando ciudades. Es una narración poética de las sensaciones, son sinestesias que emanan como nuevos, pero reales sentimientos de amor y admiración por lo que se tiene. Un volver al país, ya no el de los sueños, sino entre una mezcla de lo vivido, con los anhelos y esperanzas de poseer un país donde reine la concordia y el amor. Transité entre el tacto y la imaginación. Redescubrí el tacto y con él, las superficies que se rompen con la mirada. Pude ver el silencio nuevo en el canto de las cigarras por la noche.  

Esta última parte está dedicada al análisis de sí misma. El mirarse en su propio espejo y redescubrir lo que realmente desea. Un darse cuenta que es lo que le rodea, cómo es ese entorno infinito y nutrirse de ella, como ella misma nos dice: Dejemos que por fin que sean las luces de la vida. Las que nos alumbren para conocer el color de la esperanza.

Ésta es su verdadera ciudad la que un día fue de ensueño y, hoy la tiene frente a ella, desafiante porque busca su participación: Junto a la maravillosa diversidad que la vida nos ha regalado, y a la que le hemos dado la espalda.

Es una ciudad en la que siempre estuvo, pero no la miraba, no la tocaba, no escuchaba el sonido de los ríos, menos el canto de los pájaros, pero, ahora vuelve con toda su esencia porque sabe que es lo suyo, que ella le reclama y la necesita: Otra vez. Me dejo envolver en el frenesí de un nuevo sueño, uno que sembraron mis padres y los padres de mis padres. Es uno que teje crónicas sobre lo que fuimos y lo que queremos ser.

Este es el hermoso regalo que lleva la valija de Amalia, una repleta de amor y esperanza, de etapas vividas y soñadas, que no quiere se empapelen y se echen en el basurero porque contiene la esencia innata y pletórica de sabores y sinsabores, nuestro menú de todo ser viviente.

Gracias Amalia por esta valija de sorpresas. Repito con Fromm: “La afirmación de la vida, la felicidad, el crecimiento y la libertad están arraigados a la propia capacidad de amar”

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