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“La próxima te doy un abrazo”

Eso le dijo Ricardo Darín a Cristina Pérez, su entrevistadora, al final de una charla entrañable por Radio Mitre. Él venía recordándole a ella que alguna vez se habían cruzado en un restaurante y que, entonces, solo se habían saludado de palabra; no lo dijo, pero, por el tono de su voz, ese saludo fue algo distante, frío. Ahora, en plena pandemia y con impuesta —necesariamente triste— “distancia social”, el actorazo Ricardo estaba anunciándole a la dulce Cristina, casi deseando que pasara, un abrazo.

¿De cuántos abrazos nos hemos perdido los últimos cuatro meses? ¿Qué tan importantes eran para vos antes de que el coronavirus nos robara, también, los abrazos?

En varios pasajes de la bonita entrevista que le hizo Pérez a Darín se sintió que entre ambos había/hay un cariño especial. Son esas entrevistas más propiamente conversaciones, esas que trascienden el ámbito profesional y se acomodan, como por sintonía, en el plano privado —sin llegar a tanto, porque se llevan con delicadeza. Todo inopinadamente a través de la radio y ante la sorpresa callada de los oyentes.

 Confesiones en la noche no es un programa de radio más, sino un espacio íntimo que se escucha tarde, casi al filo del nacimiento de un nuevo día. La radio, así hecha, tiende un puente entre el locutor o comunicador y su auditorio, logrando la magia de la complicidad, por la cual te enteras de historias personales que se cuentan con franqueza, naturalidad, a corazón abierto.

Bombita Darín, como se presenta en Twitter desde su explosivo personaje en  Relatos Salvajes (2014), es un tipo querible sin necesidad de conocerlo más que por sus películas y sus entrevistas, en las que suele revelar su excepcional ser interior. No creo que se crea mejor que nadie, siendo él mejor que la mayoría de sus colegas en la pantalla grande.

Casualmente hace unos días entrevisté a Fabián W. Waintal, periodista de espectáculos en Hollywood y, entre otras anécdotas, cuando le pregunté si había logrado trabar “amistad” (por decir algo que se le parezca a esa cercanía) con alguna de las celebridades a las que pudo entrevistar después de treinta años de experiencia (y de insistencia), me contó que si yo llamara al teléfono de su casa, el contestador automático me dirá esto: “Hola, soy Ricardo Darín. Fabián no está en estos momentos, pero si querés dejarle un mensaje, yo le aviso”.

En fin, el admirado Darín es apenas un pretexto. En realidad quería contarles la historia del abrazo prometido por él a su entrevistadora en Radio Mitre como una suerte de pago de una deuda pendiente tras aquel saludo indiferente en el restorán. ¿Cuántas veces cruzamos saludos así, sin abrazo ni nada, solo “de palabra”? Saludos despreocupados, quizá, por la tácita —mezquina— suposición de que cualquier otro día volveremos a ver a la persona a la que estamos saludando.

Estos tiempos no dan para suponer nada. Esa persona a la que estamos saludando al paso, con displicencia, casi con desdén, en otros tiempos era ya posible que no la volviéramos a ver más. Porque la vida te regala personas, pero también te las quita. Pues, ahora el coronavirus nos muestra con despiadada crudeza cuán efímeros somos, cómo hoy podemos estar aquí y mañana en un lugar que ni siquiera sabemos si existe, pero no es con seguridad junto a nadie de los que tenemos a nuestro lado.

Aunque sea virtual, la compañía es importante; y, dentro del catálogo de compañías, la calidez de lo físico, de lo expresivo, mientras se pueda, aún más. No son momentos para guardarse los cariños en el cajón adonde van a parar todas las cosas que no se dicen nunca.

“La próxima te doy un abrazo”, le dijo Ricardo Darín a Cristina Pérez. Sonaba emocionado. La radio permite conectar tus sentimientos con aquella voz que apoya sus palabras en un tonto micrófono. De solo imaginar la profunda alegría de Cristina después de escucharle decir a Bombita que la próxima vez le daría un abrazo, así, como debió ser la otra vez, todas las veces, todos los restoranes, se me pone la piel de gallina.

Oscar Díaz es escritor y periodista.

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