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La política, esa mala palabra

Las primeras dos décadas del tercer milenio se caracterizan por un desprestigio generalizado y exagerado de la política. La situación dramática y caricaturesca que vivió Estados Unidos la anterior semana confirma que los caudillos populares, sean de izquierda o derecha, son un remedo tragicómico del fascismo del siglo pasado; sin embargo, negar su influencia en nuestras vidas es negarse a ver la realidad.

Ahora es malo ser político, la adscripción política se ha convertido en un insulto, sinónimo de delitos y aberraciones jurídicas y no falta gente perversa, al igual que los anteriores, que pretende descalificar al otro por el simple hecho de su militancia partidaria, como si eso fuera un delito en sí mismo. A ese extremo hemos llegado después de tantos años de abusar de las palabras y de discursos infames para eliminar al enemigo. Por eso estamos como estamos y hay quienes pretenden linchar a otros a través de los famosos memes, sin importar si el mensaje es real, la verdad no interesa, solo importa agredir y difamar.

¿Política? Nadie quiere hablar de eso porque se ha convertido en una mala palabra, hasta los propios actores políticos reniegan de ella y, pretenden, presentarse como candidatos, autoridades designadas o elegidas que nada tienen que ver con la política. Algunos de manera cínica y otros tal vez ingenuos, niegan que la política se desenvuelve, incluso, más allá de las instituciones del Estado, espacio donde la política se vive cotidianamente. La política, además de los planes estatales está en la calle, en las aulas universitarias, en los hogares, en las iglesias y hasta en nuestras relaciones de pareja.

La política es poder y como tal condiciona nuestras relaciones sociales y eso abarca, entre otras cosas, la educación, la infraestructura caminera, el manejo del aparato estatal y, por supuesto la salud. Así que cuando una autoridad pretende zafarse de sus responsabilidades usando el eufemismo de “no politicemos el tema”, es un descarado sinvergüenza, que cree que somos ignorantes. Naturalmente que el tema del COVID y su manejo, así como las vacunas es políticos: ¿Por qué se compró de Rusia? ¿Por qué se oculta el precio? Cuando nuestro presidente se refiere a la pandemia como “un problema de salud” está haciendo política, está negando su verdadera dimensión, lo mismo cuando nos pide que aguantemos. ¿Cuándo nos presentarán una estrategia política para enfrentar el virus y un plan para vacunar?

El investigador Luis Salazar en su ensayo “La mala fama de la política” afirma que “la política «política» se ha convertido con frecuencia en espectáculo cobijado y promovido por los medios de comunicación. Teatro en que las ideas son sepultadas por las imágenes, los gestos, las ocurrencias, y por el desprecio absoluto hacia las más elementales normas cívicas y morales. La democracia se transforma en mediocracia, en búsqueda incesante de clientelas, de electores, de fama pública, no mediante liderazgos organizados y responsables, sino mediante figuras estridentes, aunque eficaces en su manejo de la imagolatría”. Lamentablemente estamos viviendo el tiempo de las cosas pequeñas y ruines y el periodo electoral es la carpa que cobija el circo pobre.

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