Juan Jesús Martínez Reyes
El amor es la cosa más densa e inefable del universo. Y este, es el tema universal tanto para narradores como para poetas. Así, en el poemario “Anatomía de la espera” del escritor peruano Roberto Jáuregui Zavaleta, se circunscribe dentro de la poesía lírica, es decir, la poesía pura o la poesía que trabaja el amor como temática central. Sin embargo, Jáuregui, le otorga al amor la investidura del dolor y la metáfora de la espera, pues su obra está impregnada de esa atmósfera que conmueve y hace tremolar las fibras de nuestra alma.
Estructuralmente el poemario se divide en seis secciones, bajo los subtítulos de: I Poemas de las cosas que se pierden, II Tratado de la ignorancia, III Alar y la cretense, IV Canción del caminante, V Cantos de la noche y la luna llena y VI Anatomía de la espera. En todos ellos, Jáuregui, inserta su visión del amor, como escribe en los versos: “Sin embargo, el amor es / – a veces – / como una larga calle donde suenan unos pasos / rodeados por el eco;…”. De esta forma, el yo poético concibe el amor como una ausencia que lo invade todo, incluso, la misma urbe donde transita. De igual modo, el amor también puede ser, según anota el poeta: “…El amor es puro / como una espada filosa: …”. Así, el amor consigue connotar sufrimiento y dolor de quien lo vive, como apunta en estas líneas: “Sucede que sangré por la exquisita / herida que me abriste, / sangré tu nombre, / y sangré memorias,…”.
Por otro lado, se visualiza la espera como una ausencia que aniquila lentamente el ser del poeta: “… Es el silencio, / que por nosotros es partido / en el ritual de los ausentes, / de los caminos que no vuelven / y de la incurable espera… Todo lo consagra / este silencio, / este vacío de tu nombre / que me duele”. Asimismo, el yo poético manifiesta sus temores por la ausencia de la amada en su vida, quien es la única que le daba color a su existencia: “Tengo miedo de una vida / sin la mañana que, / solo tú / creas cuando miras”. Dentro de esa angustia de la espera que envuelve al trovador, hay un atisbo de esperanza, porque el ser humano necesita de ella para sobrevivir: “Espero que regreses los soles / con que amanecías este reino; / y mi espera no es otra cosa / que la noche”.
En las poesías que contiene este libro, encontramos palabras que son una constante dentro de la atmósfera dolorosa que ha trabajo el autor, tales como el silencio y la noche, que pueden adquirir varios significados, pero que en la relación al poemario, obtienen la connotación del vacío y dolor, respectivamente.
Es necesario señalar, que Jáuregui, incluye dentro de su obra, una micropoesía de seis versos titulada IV, insertada en el subtítulo III Alar y la cretense, donde evoca al ser amado que hoy está ausente como una sombra en su vida: “Entonces, al final del invierno, / ella dijo un verso. / El poema tenía una escalera, / una mirada descendiendo, / y una sombra de alguien / que fue amado”.
Los versos con el que fluyen estos poemas son límpidos y con una intensidad que trasgrede la coraza de nuestras emociones. Sin duda, es un poemario que merece la atención de la crítica, pues el quehacer poético de Jáuregui, se percibe con un buen nivel y no debe pasar desapercibido en nuestra literatura peruana.