Maurizio Bagatin
Una voz no emite más palabras. El mudo silencio no reconoce ya al signo. Los sentidos se hacen mudos.
Este libro es un viaje estremecedor. El habla va inmiscuyéndose con la vista, Homero enceguecido busca el signo en Platón; los gestos infieren, “ella solo mira, pero no traduce nada de lo que ve al lenguaje”. Es en la belleza del lenguaje que todos los sentidos van extasiándose, fluctúan sensaciones y emociones que solo el silencio logra metabolizar. Todos los idiomas encierran un secreto en sus palabras, más aún en sus oraciones: “Jalepa ta kala” es “La belleza es bella”, pero también es “La belleza es difícil”, como de igual modo es “La belleza es noble”. Al ordenar las palabras, como en un loco puzzle, recreamos un mundo que se fue descomponiendo con el tiempo, por el azar o por la simple vanidad de existir. La clase de griego es una poderosa tarea de recuperación del sentido del lenguaje, un ejercicio que intenta dar voz a lo indefinido poder de la palabra. Me atreveré en decir que puede ser un aoristo. Sócrates nos recuerda que en griego los verbos padecer y aprender se parecen mucho.
“El mundo es una ilusión y la vida es un sueño y, sin embargo, mana la sangre y brotan las lágrimas”. El viaje permitido no está solo aquí, cada lector tendrá una ruta propia, cada voz su aliento, en el signo cada uno oirá el silencio propio, en la mudez de los sentidos el placer de la contemplación, y la belleza en sí, por el solo hecho de tener un nombre, propio como en el Mito.