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La oscuridad

Márcia Batista Ramos

ὁ δὲ κανὼν οὐκ εἴσεται /παῖδας οὓς ἔτικτ᾽ ἐναίρων, πρὶν ἂν ἐμὰς λύσσας ἀφῇ. “Y el asesino no sabrá que está matando a los niños que engendró, antes de que se libre de mi ataque de furia.” vv. 865-866. Eurípides

El color bermejo se apagaba en el cielo y el crepúsculo de un día del final de junio desdibujaba los cerros cargados de construcciones, que parecían colocadas en las laderas empinadas. Las luces ya estaban encendidas, pero no eran necesarias, pues aún había cierta luz del día. Sobre la mesa muchas hojas con poemas, todos publicados en varios idiomas, desperdigados por el mundo, contando historias de una caminata sin bandera de salida, sin mitad del camino, sin bandera de llegada. Apenas, la certeza de que nada exonera la vida.

Ha llegado la estación sin lluvias… La estación que parece ser la menos agradable ante la mirada atónita. Pensar en los meses que rápidamente pasaron e inevitablemente, pensar en los dolores del mundo, en el dolor y sufrimiento en la vida y obra de los seres humanos, pensar en los dolores de uno mismo y en los dolores de la época que parece apocalíptica, por la falta de esperanza. Luego percibir que el viaje en el tiempo significa una ruptura total de la causalidad.

El mundo siempre estuvo en agonía y la humanidad, mismo desfalleciendo, sobrevivió.

Los soldados de ahora, al igual que los de antes, inspiran terror y horror a los pueblos invadidos; están registradas las atrocidades cometidas por los soldados contra los pueblos empobrecidos por las guerras. Todo fue siempre igual, apenas que, en el siglo atolondrado en que moriré, las armas son más modernas y precisas; la salvajería es la misma.

Todos saben que, hoy, ya nada nos salva.  Nada evita la ambigüedad.

El color bermejo se apaga en el cielo y el crepúsculo de un día del final de junio desdibuja la vida de un niño, recordando que sin pan el hombre no vive, que las guerras son inútiles y que los poemas no logran la paz que falta en la tierra, ni alimentan al hombre que no tiene pan.

Los poemas se tiñen de bermejo, en memoria de un niño que, tras ser víctima de un crimen, inspira delirio a la ciudad de los mineros, Llallagua. Nunca comprendí el infanticidio como un crimen femenino en Heracles de Eurípides, que enloquecido por Lýssa (la personificación de la Demencia) se volvió “otro” y cometió el infanticidio que es comparado con crímenes cometidos por mujeres… ¡No acepto el infanticidio!

El crepúsculo de un día del final de junio cedió paso a la oscuridad.

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