Carlos Battaglini / Inmediaciones
“Pedro Páramo” narra la historia de Juan Preciado que recibe el encargo de su madre de ir a buscar a Pedro Páramo, su padre, para exigirle “lo nuestro”. Juan Preciado se dirige así a Comala donde se encuentra con un pueblo fantasmal, poblado por unos habitantes muy raros y donde se suceden acontecimientos de lo más extraños, siempre marcados por la sordidez, el misterio, el patetismo.
A medida que avanza la obra, se descubre que Pedro Páramo, así como prácticamente todos los personajes (incluido Juan Preciado) están muertos. Es más, parece que todos están hablando desde sus tumbas, enterrados, desde donde narran sus particulares avatares en vida.
Nos damos cuenta de este modo, que Pedro Páramo era un ser miserable, déspota, intolerante y corrupto que sembró el pánico en el pueblo, dominándolo a su antojo.
Sin embargo, a pesar de que Páramo se acuesta con muchas mujeres, a las que tiene literalmente esclavizadas, estaba enamorado de una mujer llamada Susana, pero ésta sufría una especie de depresión que la mantenía casi siempre triste.
Esto acabó por deprimir también al propio Páramo, que morirá aburrido y cansado.
En cuanto a los personajes, la mayoría son extraños y un poco “malos”. Desde el hijo de Pedro Páramo, Miguel Páramo (la copia del padre, más cruel si cabe) hasta el cura del pueblo. Todos ellos actúan bajo un halo de oscuridad religiosa, rural, y de pobreza sumada a los ecos de la revolución mejicana, dándole a la novela un sabor tétrico, pero diferente.
Y es que es desde el punto de vista técnico donde encontramos una obra distinta, salpicada por unos retazos literarios plagados de novedades. En este sentido, debemos destacar por ejemplo la estructura de esta corta novela. No sólo no es lineal, sino que va dando saltos de un lado a otro, jugando incluso con la orientación del lector. Por otro lado, las voces del narrador cambian constantemente. Ora es Juan Preciado en primera persona quien habla, ora es Susana la que dice algo, ora es una voz en tercera persona la que narra los acontecimientos. Y más.
También los paisajes, las descripciones, están cubiertos por unos colores y una estética completamente anómalos.
Rulfo nos narra un sol curioso, un cielo que es más que un cielo, unos pájaros que vuelan, sí que vuelan, pero enseñando más cosas…
Todo moviéndose a través de una prosa hilvanada de manera precisa y trabajada, cuidada en cada una de sus palabras, buscando siempre la frase justa, la palabra exacta.
En cuanto a las influencias, este libro me recordó al principio a “Cien Años de Soledad”. Comala era Macondo y así. Sin embargo, la obra de García Márquez es posterior al “Pedro Páramo” de Rulfo, y el escritor colombiano además reconoció que había quedado impresionado con “Pedro Páramo”. Es decir, Márquez bebió de Rulfo.
Inconvenientes de la novela. Para mí, uno claro: las voces del narrador, muchas veces se parecen, no se distinguen. Es decir, ya que hablan diferentes personas, al menos debería haber una diferencia tangible en su manera de contar las cosas: sin embargo, a veces no localizaba dicha distinción. Por otro lado, en algunos pasajes de la obra, se echa de menos un poco de más ritmo. Pero sólo pasa en algunas partes. Muy pocas.
Gran novela.