¿Pesadilla o realidad?
Norma Mayorga
Tenía la cabeza abombada y el corazón oprimido. No podía olvidar aquellas escenas. Si alguien le hubiera contado, no lo habría creído jamás. El había visto aquello con sus propios ojos. ¿Acaso estaba ebrio cuando vio tal escena? No, más sobrio que nunca. ¿Qué estaba ocurriendo? Ojalá fuese un sueño; pero, parecía una de esas pesadillas de las que no se pueden despertar. Se sentía demasiado nervioso. Mil insectos y culebras llenaban su mente y donde sea que llevara sus ojos veía reptiles, sanguijuelas, vinchucas, gorgojos que pululaban a su alrededor. En el baño, sentía mordiscos de insectos nauseabundos que salían del inodoro para sorprenderle. Si caminaba por los sembradíos veía sobre los árboles víboras que subían y bajaban, avispas que le atormentaban…
¿Desde cuándo empezó a vivir estas persecuciones? Claro, desde aquella vez. …
Su novia, una muchacha de 20 años. Alegre, trabajadora, muy atractiva… había ido ganándolo poco a poco hasta el punto de tenerlo totalmente atrapado. Tan alegre, tan dulce, tan llena de vida ¿cómo pudo ocurrirle aquello? Se preguntaba una y mil veces. Desde ese día en que ella aceptó ser su enamorada, nunca le había dado motivos de desconfianza, siempre atenta a sus deseos, cariñosa y apasionada.
No supo precisar en qué momento ella empezó a cambiar. La veía abstraída en sus pensamientos, ya no escuchaba de sus labios los chistes del día para alegrarlo cuando estaba triste; ya no traía en su bolso algún bocado exquisito para ofrecerle con mucho cariño. Si bien por cuestiones de trabajo estaban separados durante muchas horas, se veían diariamente al atardecer luego de que cada uno concluyó su faena. Mientras él trabajaba en su carpintería, continuaban en su mente los recuerdos: ella atendiendo al rebaño, cocinando, regando las plantas, recogiendo los huevos de patos y gallinas, llevando productos al mercado, siempre activa. La última época la empezó a notar muy cansada después del almuerzo, laxada por el calor sofocante durmiendo una pequeña siesta bajo la sombra fresca de los árboles. La imagen de las víboras estaba fija en su mente.
Claro, cómo no iba a sentir celos si después de un año de enamoramiento, empezó a observar actitudes raras en el comportamiento de ella. La veía tan apática, tan lejana, tan abstraída, casi siempre soñolienta y con el vientre cada vez más abultado.
_ ¡Algo pasa contigo, no eres como antes, te noto muy apagada, creo que ya no me quieres! ¿Me estás engañando?
_ Yo no te miento Adrián. No te engaño con nadie, te lo prometo, tú eres el único hombre en mi vida.
_ Cada vez que estamos juntos, dices que tienes sueño, que te duele la cabeza. ¡Claro!, yo sólo te puedo provocar dolor de cabeza.
_ Adrián, en lugar de enojarte ¿por qué no me ayudas? Me siento agitada, enferma, no tengo ánimo para hacer nada.
El, muy desconfiado, imaginó que todo lo que ella decía eran sólo justificaciones para despistarlo. Entonces decidió espiarla descuidando su trabajo.
Ella yendo de compras al pueblo, él siguiéndola desde una distancia prudente para no ser visto. Ella caminando hacia el río, para lavar ropa, él por su detrás, ella caminando hacia el huerto, hacia los pastizales llevando el ganado; él siguiéndola obsesivamente observando sus constantes siestas mientras pasteaba las ovejas.
Otra tarde soleada y calurosa. Adrián observando tras el cerco de espinos del huerto, viendo aterrado cómo salía una serpiente de entre las piernas de ella y velozmente se perdía entre los pedregales. Adrián masticando su impotencia al no poder llegar rápidamente hasta ella para protegerla, luchando contra aquel cerco enmarañado de espinos que no le dejaba avanzar. ¿Acaso era cosa del diablo? ¡Cuánta desesperación y terror al ver lo insólito. La serpiente desapareciendo velozmente por donde le había visto salir.
_ ¡Catalina!, despierta! destapándole la falda pensando encontrar ahí al animal rastrero. Ella abriendo los ojos con desgano. Él pensando “Está sin ropa interior”
_ ¿Qué te pasa? ¿No estás trabajando? , despertando Catalina..
Adrián, sumamente asustado, preocupado por lo que acababa de ver, sintiendo la duda de callar o contarle aquello a su enamorada, recordando aquello que alguna vez escuchó a la abuela entre los muchos cuentos de espanto que por las noches les relataba.
“Existen unas víboras que se entran a las mujeres en sus días de menstruación y si la mujer se asusta con ella adentro puede morirse.”
Adrián optando por el silencio y el disimulo.
_ ¿Te estás volviendo barrigona, no?
_ Sí, creo que estoy comiendo mucho pan, mucha papa o no sé qué será porque últimamente ni tengo apetito.
Adrián buscó ayuda de su amigo médico naturista que recién llegó del Canadá, contándole lo que ocurría con su amada.
_ ¿Alguna vez atendiste casos como este?, le preguntaba
_ Son casos muy raros, pero en la historia de la medicina se relatan casos aún más extraños. Mira, lee estos casos, mostrándole la parte resaltada de un libro.
“¿Ha sentido alguna vez algo raro mordiéndole las entrañas y retorciéndose en su estómago? No es el único! Existen informes de todo el mundo sobre criaturas, por lo general, anfibios y reptiles que buscan como morada el interior del cuerpo humano causando reacciones diversas. Algunas leyendas hablan sobre extraños seres que invaden el cuerpo humano por cualquier orificio; serpientes, gusanos, ranas, sapos y lagartos que se instalan en el pecho, en el estómago o en cualquier parte del cuerpo. En esas leyendas también hablan de embarazos extraños, serpientes vaginales, peces que se introducen en el pene, arañas dentro de furúnculos, cucarachas en el pelo y gusanos que se alimentan del cerebro. Estas historias se difundieron mucho más en el área rural de los pueblos.
-¿Y existe alguna referencia que esto haya ocurrido en las ciudades? preguntó Adrián
_ En 1571, allá en Francia, un renombrado cirujano Paré, relataba el caso de una mujer que en las ferias cobraba por dejarse tocar el abdomen donde supuestamente tenía una serpiente viva. Según ella la serpiente se la había introducido mientras dormía en un campo de cáñamo. Por la misma época, en Polonia, unas parteras atendieron a una mujer y encontraron que una serpiente se estaba alimentando del cuerpo del bebé.
_ (Pálido por la impresión) Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, habría asegurado que quien me relataba esos casos estaba mal de la cabeza o tenía problemas de conducta.
_ Los cuentos de víboras é insectos eran algo muy común en la antigüedad. Se cuenta que los soldados de Honorico, rey de los vándalos muchos años antes de Cristo, sufrían una plaga de piojos que parecía surgir espontáneamente de su propio cuerpo y que resultaba imposible de erradicar, desaparecían de un lado del cuerpo y aparecían en otra inmediatamente.
_ Bueno, puedo creer que los piojos puedan vivir en las heridas; pero el nivel ácido del intestino no permite que puedan vivir ahí otros seres. ¿No crees?
_ Estás equivocado, hay microbios que se alimentan de la acidez del cuerpo. El gran objetivo de la medicina es luchar contra los seres extraños que se introducen en el cuerpo de las personas, claro que por lo general son microscópicos, cuando son grandes y visibles como en este caso provoca pavor é incredulidad en el común de la gente.
Un doctor famoso el año 1910 aseguró haber recopilado hasta 180 casos de lagartos, salamandras, ranas, babosas, orugas, gusanos, sanguijuelas, escarabajos, larvas y crisálidas, todos ellos encontrados en el aparato digestivo. En contra de la opinión general, afirmaban categóricamente que tanto huevos como larvas de insecto podían llegar a sobrevivir y desarrollarse en el estómago humano para trasladarse luego al intestino.
_ Lo que me cuentas parece ciencia ficción en el campo de la medicina…
_ Hace pocos años en un periódico europeo informaron sobre el caso de una niña de once años que vomitó una serpiente caucasiana de medio metro tras una misteriosa enfermedad.
_ Pensé que hablar contigo, me tranquilizaría, pero al contrario, estoy más asustado. ¿Qué hago? ¿Le aviso a su mamá?
_ Sí, ella nos puede ayudar. Tenemos que buscar la manera de que salga entera, esperemos que no haya puesto sus huevos ahí dentro.
_ Ahora entiendo por qué está pálida y sólo tiene sueño y sueño. Hasta su mirada es diferente.
Cuando se enteró la madre de Catalina, levantó las manos clamando ayuda de Dios. Ella había escuchado a su abuela que antiguamente muchas mujeres sufrieron esa desgracia, no podía creer que ahora llegara a suceder eso en su propia hija. _ ¡Vamos a buscar a don Jacinto, el yatiri, sólo él nos puede ayudar!_
En menos de una hora estuvieron de vuelta con el yatiri y bajo los consejos de éste prepararon todo para la expulsión de la serpiente con la ayuda de su hija mayor. Calentaron varios litros leche de vaca en una olla grande y arriba sobre una estructura que construyó Adrián hicieron parar a Catalina con las piernas abiertas de tal manera que el vapor de la leche subía hasta arriba. Ella accedió a todos esos ritos porque, según le dijeron, el naturista indicó tal tratamiento para reducir un pequeño quiste que tenía en el vientre. Así evitaban que se asuste.
Pasaron diez minutos, veinte, treinta que el vapor de la leche seguía subiendo. ¡ALGO SE MUEVE DENTRO DE MÍ! ¡BAJENME, BAJENME! Gritaba la muchacha.
_ ESPERA, TEN PACIENCIA, YA ACABARÁ. Después de otro momento que el vapor de la leche subía hacia las partes íntimas de la joven, asomó la cabeza de la víbora y luego de unos minutos, todos vieron cómo se deslizaba sibilante hasta que cayó entera a la leche caliente. Catalina la vio, dio un grito y con el susto se desmayó. Esa noche estuvo con una fiebre alta que trataron de bajarla con fomentos de agua fría y otros antipiréticos. La fiebre no cedía, el yatiri opinaba que posiblemente la víbora puso huevos ahí adentro y que esa sería la causa de la fiebre. Había que buscar formas de expulsar esos elementos extraños al cuerpo de la joven.. Adrián y doña Virginia muy nerviosos ya no sabían qué hacer, les entró la duda. ¿Qué era mejor? ¿Dejar que continuara el yatiri o era mejor llamar a un médico facultativo? Optaron por lo último. El médico llegado desde Tarata le dio antibióticos de tercera generación, como él, decía porque supuestamente, la fiebre era síntoma de que tenía alguna infección. La fiebre no cedía. El médico intentó con otras medicinas. Adrián le agarraba de la mano y suplicaba a Dios que se sanara. No se movió de su lado dos días y tres noches hasta que Catalina dio señales de que iba recuperando. Comenzó a hablar, pidió agua, tomó algo de sopa, sonrió, le pidió a su novio que le abrazara y le diera un beso. Adrián se aproximó a ella y rápidamente retrocedió cuando vio en sus ojos la mirada hipnótica de la víbora.
_ ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras así? Dime, dime_ insistía ella.
Adrián atónito, sin saber qué contestar.
_Disculpa, disculpa, no sé qué me pasa. Estos días con la preocupación estuve sin dormir y me da pena porque te veo muy pálida y yo también necesito descansar. Volveré pronto.
Pasaron días de desconcierto y noches de pesadilla é insomnio para Adrián. Él mismo no se entendía. Deseaba estar junto a su enamorada y al mismo tiempo sentía el impulso de huir de ella.
Después de una semana Catalina murió con un paro cardíaco. Un misterio grande crecía en el ambiente. Al velorio y al entierro se volcó toda la población de Arpita y comunidades aledañas porque la familia era muy conocida. Las causas de la muerte se repetían entre susurros. Adrián en total mutismo estaba aferrado al féretro. Después del entierro pasó horas y horas junto al nicho.
_ Tienes que resignarte, Dios se la llevó, eres joven, ya encontrarás otra pareja_ le decía su madre y él insistía en quedarse.
Aunque ya pasaron más de tres meses de los funerales, Adrián continuaba con visitas rutinarias al cementerio. Un día de esos, después de rezar y conversar con el alma de su amada hasta muy tarde, sintió que algo se deslizaba bajo sus pies, escuchó el silbido de las víboras, aterrorizado quiso huir y sus pies se enredaron en algo como sogas, no supo si eran plantas o qué.
Al día siguiente, los panteoneros encontraron el cadáver del joven con huellas de haber sido ahorcado por las víboras.
Biografía
Norma Mayorga nació en La Paz. Poeta y narradora boliviana. Profesora de Literatura y Asesora Pedagógica. Sus poemarios Camino de Cardos y El Canto de las Olas, bien acogidos y ponderados por la crítica literaria. Su libro de cuentos Entre el terror y el Amor tuvo muy buena recepción entre la juventud. Su producción literaria ha sido difundida en infinidad de revistas y antologías nacionales y latinoamericanas. Incursiona con éxito en la literatura infantil y juvenil.