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La misma de siempre

Miguel Lundin Peredo

Cuando uno tiene un hijo nunca se puede decidir lo que amará o la vida que tendrá cuando aprenda también a follar, el sólo detalle de que fue el espermatozoide que logró romper la muralla del óvulo, le da incluso un poco de derecho a la independencia y a tomar decisiones propias que nosotros los padres no podemos evitar ni con un GPS, eso también es necesario aceptar.

La primera vez que me di cuenta que mi amado José Edmundo no era un nene especial fue cuando lo encontré pintado sus labios con el lápiz labial de la sirvienta, en vez de gritarle que era un marica de mierda, siguiendo el predecible factor cultural de paternidad local donde no hay empatía con los hombres gays, lo único que hice fue limpiarle la boca con una servilleta y darle un beso en la frente.

José Edmundo creció en un ambiente violento y siempre tuvo que mantener su homosexualidad en secreto, incluso intentó usar a una de las chicas populares de la escuela que estaba bien culona y tetona, como pretexto para que nadie sospeche de sus gustos sexuales catalogados como síntomas de una degeneración genética y psicológica.

Recuerdo que él me comentó que la primera vez que vio la vagina de su novia no pudo evitar vomitar encima de ella; José Edmundo le mintió que no podían tener sexo porque había comido una sopa de maní en mal estado, no puede evitar reírme de su anécdota y le dije que quizás era mejor que le diga que no le gustaban las mujeres, él no dijo nada y se fue a jugar ajedrez con su mejor amigo, que era un poeta activista llamado Guillermo Porongamuerta, que era el primer escritor boliviano que había confesado públicamente que era marica; yo me sentía muy orgulloso de mi hijo, su momento histórico llegó cuando durante una premiación local donde recibía un premio del gobierno por sus canciones que habían hecho que varias veces las chicas usaran vibradores pensando en su rostro, pues sí, él se hizo cantante y compositor de música Pop y rock balada, emitió un vídeo privado donde estaba con calzones y sostenes, todos quedaron asombrados, José Edmundo levantó el micrófono para decir con toda la fuerza de sus cuerdas vocales «¡Aunque cueste hay que gritarlo: soy gay!!!! Papi chulo soy tu muñequita de porcelana, la misma de siempre».

Me levanté de mi asiento VIP para aplaudir diciendo: «Esa es mi chica».

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