Donde termina la ley, comienza la tiranía. –John Locke
Una limitación de nuestro razonamiento es que pensamos que “los otros” sostienen la misma lógica y objetivos nuestros. Y nos preguntamos: ¿si la lógica nos muestra que tal idea o conducta trae resultados indeseados, equivocados o negativos, por qué ellos, “los otros”, persisten en llevarlas a cabo?
Sencillamente porque “los otros” persiguen objetivos distintos a los nuestros.
Un ejemplo palpable de esto es la testarudez del gobierno de Luis Arce de persistir en la aplicación de una política económica que nos está acarreando al desastre. O así lo pensamos nosotros. Y ellos hacen oídos sordos a cuanto economista serio y prudente aconseje.
La estrategia económica adoptada por el presidente boliviano dice ser la de “industrialización para la sustitución de importaciones”. Política adoptada por la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), hace más de 70 años, y descartada ya hace medio siglo, luego de su rotundo fracaso, inclusive a nivel regional, cuando se convirtió en la fórmula de desarrollo del Acuerdo de Cartagena o Pacto Andino.
Esta “estrategia de desarrollo” consistía en crear un espacio de “libre comercio” dentro de un territorio, protegido por altas barreras arancelarias o impuestos de importación lindantes en lo prohibitivo, para regalarle, en exclusividad, ese mercado protegido a los industriales locales, nacionales o regionales por un determinado periodo hasta que logren ser competitivos globalmente. Pero por esa vía nunca se llegó a ello, sino sólo a crear fortunas artificiales para los empresarios amigos.
Lo lógico sería que si “los otros” creyeran en el modelo económico que proponen, entonces permitirían la devaluación del boliviano hacia un dólar “caro”, que favorecería la producción nacional haciendo que los costos domésticos sean relativamente menores a los costos/precios de los artículos importados. Y se produciría una sustitución de importaciones en favor de la producción/industrialización nacional.
Por el contrario, una divisa/dólar (artificialmente) barato por un tipo de cambio fijo hace que la producción nacional sea comparativamente más cara que la importada. La fruta chilena, los vinos argentinos o la papa peruana son más baratos que los producidos en Bolivia. Por tanto, con un dólar “barato”, su demanda es alta para importar productos. Y sin hacer un ajuste al tipo de cambio se producirá una sustitución de preferencias en favor de las importaciones y, por tanto, en contra de la producción nacional. ¡Tal como está sucediendo!
Además, ante unas exportaciones en descenso, como en el caso del gas natural nuestro, se da automáticamente una escasez creciente de divisa/dólares, como la que estamos padeciendo.
¿Será que el excontador del Banco Central y actual presidente de Bolivia no se da cuenta de esto? O sea, ¿que un tipo de cambio fijo, artificialmente bajo, va directamente en dirección opuesta a la política de sustitución de importaciones por producción nacional?
¡Claro que sí! Se da cuenta. Y también sabe que la política monetaria y fiscal que actualmente impulsa nos está llevando deliberadamente a la inflación y probablemente a una hiperinflación como en Venezuela. ¡Aunque no todavía!
El Gobierno necesita desesperadamente postergar una devaluación –medida impopular– para poder llegar a las elecciones del 2025, ganarlas fraudulentamente, y luego dejarnos caer en la inflación, cual le sucede al país gobernando por Nicolás Maduro.
Ese es el golpe de gracia del MAS para consolidar su hegemonía política; para liquidar a la clase media y empobrecerla; para someterla políticamente o expulsarla del país. ¿Es esa una consecuencia indeseada de una política económica errada? No, ese es el objetivo perseguido, como fue en Venezuela y Argentina; y para allá van Colombia, México y Chile.
Porque la inflación es consustancial con el populismo.
El MAS, esta vez a la cabeza de Arce, está nuevamente tratando de engañarnos, mintiendo sobre su verdadero objetivo. La del gobierno no es una política económica equivocada, es una política deliberada para consolidar su poder político sin fecha de expiración en el calendario.
Ronald MacLean Abaroa fue alcalde de La Paz y ministro de Estado