El temible terrorista Abimael Guzmán pronunció una frase célebre que adquirió la categoría de verdad incontrovertible en la lucha política. El jefe de Sendero Luminoso decía: «Al margen del poder, todo es ilusión».
Esta expresión define el objetivo final de la política: la toma del poder.
El poder ejerce una seducción fascinante sobre el ser humano. No solo sirve para materializar proyectos y sueños o para disfrutar de los placeres mundanos de la vida, sino también para controlar e influir en la vida ajena, así como en el desarrollo presente y futuro de la sociedad.
Por esta razón, el poder despierta tantas pasiones y luchas. Para alcanzarlo, se utilizan todos los medios: desde aquellos que respetan las reglas democráticas hasta la subversión contra el Estado de Derecho.
Nuestro país es un ejemplo claro. En nuestra amada Bolivia se han practicado diversas formas de acceso al poder: el cuartelazo militar, el golpe de Estado civil-militar, la guerra civil, la insurrección popular, y hasta las frustradas experiencias guerrilleras.
Con la consolidación democrática, surgieron nuevos métodos: los pactos entre partidos políticos, la hegemonía de la fuerza corporativa de los movimientos sociales, la influencia de las regiones, y la sucesión constitucional, entre otros.
Sin embargo, una vez en el poder, quienes lo ocupan hacen todo lo posible por permanecer en él. Cuando, por diversos factores o debido a las reglas democráticas, lo pierden, desesperadamente buscan recuperarlo.
En nuestra memoria permanece el llanto del general Banzer en 1978, cuando sus camaradas militares lo obligaron a dejar el poder. ¿Quién puede olvidar la persistencia de Víctor Paz Estenssoro en su retorno al poder después de ser derrocado por un golpe cívico-militar el 4 de noviembre de 1964?
La obsesión por el poder es aún más evidente en las filas del populismo, cuya matriz no se basa en la visión democrática de pesos y contrapesos, ni en la alternancia en el poder.
El populismo, ya sea de izquierda o de derecha, se erige como expresión de grandes y movilizados sectores sociales. Sus líderes consideran que el poder les pertenece por derecho. Ven la democracia y sus mecanismos solo como un medio para acceder al poder.
Por eso sostenemos que nadie se aparta del poder por voluntad propia, y menos aún los líderes populistas.
Esto es exactamente lo que ocurre dentro del Movimiento al Socialismo (MAS). La pugna entre Evo Morales y Luis Arce no es una disputa ideológica ni de principios; es una lucha por el poder.
Evo, el presidente que más tiempo gobernó Bolivia, busca retornar a la «Casa del Pueblo». Por su parte, Arce, tras experimentar los encantos del poder, desea permanecer el mayor tiempo posible en el Palacio Quemado.
Arce comprende que su mayor obstáculo político dentro del MAS es Evo Morales. Por ello, ha decidido apartarlo de la política, una tarea que no será nada sencilla.
Revisemos los factores que llevaron a Luis Arce al poder en 2020:
- Pese al 21F y los resultados de las elecciones de 2019, el MAS seguía siendo la primera fuerza política del país.
- El fracaso del gobierno de Jeanine Áñez, que contó con la complicidad de políticos que la consideraron una «Eva Perón» y le hicieron creer que era una gran candidata.
- La dispersión y la incapacidad del anti-masismo para generar una opción electoral capaz de enfrentarlo con posibilidades reales de victoria.
- La rápida rearticulación del bloque nacional-popular.
- La transferencia del voto cautivo de Evo Morales hacia quien fuera su ministro, al elegirlo como candidato y otorgarle su bendición.
Arce, consciente de esta realidad, sabe que no puede derrotar a Evo Morales en una elección interna del MAS, ya sea abierta o cerrada.
Por ello, ha optado por una vía que, aunque cuestionable en términos de legitimidad, es plenamente legal. Se trata de recurrir al poder omnipotente de las sentencias del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), cuyas decisiones son vinculantes y de cumplimiento obligatorio.
Dos sentencias emitidas por el TCP han arrinconado al líder histórico del llamado «Proceso de Cambio». Una de ellas le impide postularse como candidato en 2025, mientras que la otra le expropia la sigla del instrumento político y le comunica que ya no es el jefe del MAS.
¿Qué es y cuál es la razón del arrollador poder del TCP?
Los ciudadanos de a pie, enfocados en resolver los problemas del día a día, saben poco o nada sobre el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP). Por ello, consideramos conveniente explicar, de manera breve y sencilla, qué es el TCP y por qué posee un poder tan arrollador e incuestionable.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los regímenes totalitarios, especialmente los nazis, manipulaban las leyes para violar las constituciones, como ocurrió con la deportación de judíos en Polonia. Frente a estos abusos, el jurista austriaco Hans Kelsen propuso la creación de tribunales constitucionales que garantizaran la supremacía de las constituciones. Estos tribunales funcionarían como una especie de «contraloría constitucional».
En este marco, el TCP es el máximo garante e intérprete de la Constitución boliviana. Sus sentencias son vinculantes y de cumplimiento obligatorio, y no existe ninguna instancia jurídica que pueda contradecirlas.
Un recurso fundamental del TCP es el manejo de la jurisprudencia, que consiste en la interpretación uniforme del derecho para evitar contradicciones en los fallos judiciales. Por ejemplo, si años atrás un individuo fue condenado a 20 años de cárcel por robar y asesinar a un anciano, hoy, ante un caso con características similares, un juez no puede, por jurisprudencia, absolver al acusado y dejarlo en libertad.
Con sus fallos, el TCP establece jurisprudencia y actúa como contrapeso frente a otros poderes del Estado. Su poder radica en que sus decisiones son definitivas e inapelables. Un ejemplo reciente de este poder se dio cuando el TCP, de manera contundente, obligó al Tribunal Supremo Electoral (TSE) a acatar su resolución sobre las elecciones judiciales, pese a los reclamos y protestas de los vocales del TSE.
En resumen, el TCP es el pilar que garantiza la supremacía constitucional y la estabilidad jurídica en Bolivia.
Las alternativas en la pugna interna del MAS
Evo: Derrocar a Arce. Lucho: Continuar con la arremetida y el aislamiento del evismo.
Nadie que entienda un poco de política puede negar que Evo Morales es un animal político con gran instinto. Aún conserva respaldo de importantes sectores sociales, aunque, según muchos, no con la misma fuerza de antes. Evo es consciente de que se juega una carta fundamental para su futuro político:
- Si logra vencer a Arce y consigue su habilitación como candidato, podría abrirse el camino de su retorno al poder.
- Si pierde, enfrentará una derrota muy dura, de la que le será difícil recuperarse.
Por ello, Evo ha optado por el camino de la movilización y la subversión. Los próximos acontecimientos demostrarán cuál es su fuerza real, pero no es prudente subestimar a un caudillo que, en el imaginario colectivo de muchos indígenas, sigue siendo una figura de fuerte identidad. Además, a diferencia de otros actores políticos, Evo cuenta con un voto duro que le es incondicional, algo que sus oponentes no tienen en la misma medida.
Para aumentar sus posibilidades de éxito, Morales debe salir del aislamiento en el Chapare y extender su ofensiva a otros sectores, especialmente a la ciudad de El Alto. Sin embargo, su situación es compleja.
Por otro lado, la estrategia de Arce parece estar mejor estructurada y diseñada.
- El frente jurídico: Arce continuará utilizando herramientas legales para neutralizar a Morales. Es probable que, en el plano político, sume acusaciones de terrorismo y, posteriormente, procesos judiciales personales contra Evo, como los relacionados con casos de pedofilia y otros temas.
- Persecución política: Se busca debilitar al evismo mediante la persecución y, en algunos casos, el encarcelamiento de sus operadores políticos. Esto reduciría su capacidad de movilización y combatividad.
- El modelo Maduro: La estrategia de Arce parece alinearse con el estilo de gobierno de Nicolás Maduro, fiel a los acuerdos del Grupo de Puebla y los objetivos del Socialismo del Siglo XXI. Esto implicaría el uso continuado del poder del Tribunal Constitucional Plurinacional (T.C.P.) para, una vez apartado Morales, iniciar procesos judiciales contra los principales líderes de la oposición. El objetivo final sería garantizar unas elecciones en 2025 que permitan la continuidad del poder del «arcismo».
En este contexto, Arce, despectivamente llamado “Tilín” por sus críticos, ha demostrado ser más astuto que cualquier opositor. En más de 20 años, estos no han logrado sacar de la escena política al líder cocalero del país.
Aunque algunos argumentan que Arce puede arremeter contra Evo porque tiene el poder, es importante recordar que la oposición también tuvo poder durante el gobierno de Jeanine Áñez, pero no actuó con firmeza contra el MAS. En lugar de enfrentarlo, intentó convivir con su adversario y terminó siendo absorbida políticamente por este.
Actualmente, Arce ha conseguido cierta simpatía entre sectores de la clase media urbana en las principales ciudades del país, que ven con satisfacción sus esfuerzos por desmantelar el liderazgo de Evo Morales.
A esta simpatía, el presidente Arce busca sumar el apoyo de fracciones indígenas que, como señala Pedro Portugal, en su pragmatismo por mantener y ampliar espacios de poder, podrían optar por votar por Arce al percibir a Evo como derrotado. Esto se debe a que Arce, al estar más cercano a estos sectores que cualquier candidato opositor, puede garantizar y defender sus intereses corporativos.
Por su parte, Evo Morales tiene como primera opción derrocar a Arce, ya que incluso un cambio en los miembros del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) no asegura que pueda ser habilitado como candidato.
Como segunda alternativa, Morales podría aceptar las sentencias del TCP, someterse a las reglas del juego democrático (algo difícil de imaginar dada su personalidad) y resignarse a no ser candidato ni conservar la sigla del MAS. En este caso, el evismo podría participar en las elecciones bajo otra sigla y con otro candidato.
Se especula sobre una fórmula que combine a Andrónico Rodríguez con Rodrigo Veltzé, una dupla que podría sacudir el panorama político. Sin embargo, las aspiraciones del joven presidente del Senado parecen apuntar más hacia convertirse en un líder de unidad de lo nacional-popular, pensando en un segundo ciclo político.
Las cartas están echadas, y la política en Bolivia se aclarará cuando la pugna entre Evo y Arce comience a mostrar hacia qué lado se inclina la balanza. El MAS sigue siendo el epicentro de la política boliviana, marcando incluso el rumbo de la oposición.
En cuanto a esta última, se observan diferentes actitudes frente al conflicto interno del MAS. Algunos sectores prefieren ignorarlo, mientras otros ya están en campaña, actuando como si no ocurriera nada. Sin embargo, el conflicto en el oficialismo afecta directamente la dinámica opositora.
Por un lado, hay sectores que celebran la posibilidad de unas elecciones sin Evo, conscientes de que enfrentarlo en las urnas no es tarea fácil. Siempre se ha sostenido que la oposición debería aspirar a derrotar a Evo en las urnas, ya que una proscripción solo fortalecería su figura.
Por otro lado, algunos consideran que el verdadero enemigo es Arce, quien busca mantenerse en el poder al estilo de Maduro, judicializando la política y persiguiendo a los líderes opositores mediante el uso del TCP como brazo ejecutor.
Si la línea de Arce prevalece, no sería sorprendente que la oposición se alíe con Evo para derrocar al actual presidente.
Todo esto ocurre en un contexto de crisis económica, donde el ciudadano común, afectado por las dificultades diarias, no ve soluciones claras ni en las políticas del gobierno ni en las propuestas de la oposición, que no pasan de ser generales y poco concretas.
Lo evidente es que la «locomotora electoral» del anti-masismo será aquella que logre entender con mayor lucidez los resultados de esta confrontación interna en el Movimiento al Socialismo.