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La ética nuestra de cada día

De manera insoslayable, la ética es una de las áreas del conocimiento más importantes que debemos aprender, tanto en la familia como en las escuelas. Más allá de nuestras convicciones morales, religiosas o diferentes prácticas culturales, la ética es un patrimonio de éxito personal que contribuye a convertirnos en seres humanos, aptos para habitar un mundo mejor, más justo, igualitario y, sobre todo, un mundo más humanitario. Con el aumento de las tasas de homicidio en América Latina, el abuso a los derechos humanos en las Américas, la corrupción y una serie de conflictos que desmejoran las políticas de educación, es fundamental analizar cómo podemos transformar múltiples prácticas sociales; por ejemplo, ¿son el respeto, comprensión y compasión, habilidades sociales que nos permiten mejorar nuestra calidad de vida? Por supuesto que sí.

Desde el punto de vista sociológico, tanto el respeto, la comprensión (como una de las formas de la tolerancia que humaniza las relaciones sociales) y la compasión, se aprenden por medio de las costumbres y habilidades sociales que son transmitidas de generación en generación a través de la enseñanza ética.

En este caso, la ética es una rama de la filosofía que estudia la moralidad y las normas de conducta humana. Se refiere a un conjunto de principios y valores que rigen el comportamiento y son aceptados por una sociedad o grupo de personas. Por medio de la ética nos humanizamos y respondemos de manera eficaz a lo que es correcto o incorrecto, justo o injusto, virtuoso o vicioso en nuestra conducta. Esto implica reflexionar sobre las motivaciones, intenciones y consecuencias de nuestras acciones, evaluando si éstas son consistentes con los valores y principios éticos que consideramos importantes.

La ética también se ocupa de justificar las normas y principios éticos que rigen las conductas humanas, sopesando diferentes teorías y enfoques. Uno de los especialistas en ética más importantes de Hispanoamérica, es el filósofo español, Fernando Savater, quien en su libro “El valor de educar”, afirma que la ética puede resumirse en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir. Savater argumenta que la educación es un proceso ético cuyo objetivo es formar personas libres, críticas y responsables, capaces de enfrentar los desafíos de la vida.

            Si la ética nos humaniza a través del conocimiento de diferentes virtudes, entonces exijamos que las escuelas y familias sean el eje fundamental de la ética, educando en la necesidad de no mentir para vivir de una manera auténtica, no matar, engañar y explotar a los más débiles. Estas normas morales inculcan el respeto de los niños hacia sus congéneres, las personas mayores y facilitan un equilibrio en la salud mental. El respeto, para proteger precisamente la vida de los niños, es la ética mínima que necesitamos en nuestra vida diaria.

            Esto se muestra como algo evidente, pero las familias, escuelas y universidades están olvidando la educación ética porque para ciertas personas, lo más importante es lograr una vida de privilegios y éxito económico a como dé lugar, bloqueándose el aprendizaje de la comprensión y compasión.

Muchos medios de comunicación y redes sociales son indiferentes hacia la ética; por lo tanto, las familias y escuelas deben educar sobre cómo gozar de una convivencia pacífica que permita el desarrollo de otras virtudes y capacidades éticas. Como indica Savater, si la ética nos permite ejercer la prudencia para sobrevivir, entonces la compasión se convierte en una habilidad que puede aprenderse desde el ejemplo de los padres, pasando por el ejemplo de vidas moralmente bien logradas, como fueron los liderazgos de Jesús, Buda, Mahoma, Juan el bautista, Gandhi o Sócrates. La historia demuestra, más allá de las características particulares de la religiosidad cristiana, musulmana y el budismo, que la compasión puede ser aprendida desde una edad muy temprana y es mejor ponerse en el lugar de las personas que sufren para ayudarlas de mejor manera.

            En las escuelas, los maestros, independientemente de sus creencias personales como individuos, son quienes enseñan los valores de respeto para que los niños y jóvenes puedan desenvolverse más prudentemente en el mundo social, así como comprender a los demás para el óptimo ejercicio de sus libertades, de forma que los jóvenes también puedan tomar mejores decisiones.

La ética y enseñanzas morales, son construidas social y culturalmente porque desde las generaciones más antiguas, nuestros ancestros han posibilitado el aprendizaje de las habilidades de supervivencia como seres humanos: todo un bagaje de prácticas para llevarse bien entre las personas, fue aprendido de manera constante en las unidades familiares, escuelas, universidades, iglesias, o clubes de caridad para el logro de una sociedad más comprensiva, en muchos casos más democrática y, en consecuencia, definitivamente más humana.

Finalmente, para mejorar en cualquier área de la vida, no está demás recomendar lo siguiente. Primero, aprender constantemente; es decir, dedicar tiempo a leer, investigar y aprender nuevas habilidades. Esto ayudará a ampliar nuestros conocimientos éticos y estar actualizado en diferentes áreas. Segundo, debemos ser autocríticos: evaluar constantemente nuestras acciones y decisiones, analizando nuestras fortalezas y debilidades, trabajando en mejorar aquellos aspectos que necesiten más atención.

Tercero, establezcamos metas realistas como definir objetivos claros y alcanzables a corto, mediano y largo plazo. Asegurémonos de ser realistas y medibles, trabajando en alcanzar nuestras metas de manera sistemática. Cuarto, ejercitemos nuestra mente y cuerpo, manteniendo una buena salud física y mental, dedicando tiempo a hacer ejercicio, meditar, leer y practicar actividades que ayuden a relajarnos y estar en equilibrio mental.

Por último, perseveremos. No hay que rendirse ante la primera dificultad que surja. Si tenemos un objetivo, trabajemos en él con constancia, incluso cuando nos parezca difícil o imposible. Si la necesidad así lo amerita, busquemos la ayuda de otros sin miedo. Pidamos consejos a personas que admiramos o tengan experiencia en lo que uno está buscando mejorar.

Pamela Alcocer Padilla es Socióloga, especialista en desarrollo organizacional

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