Juan Norberto Lerma
Cuando Sócrates supo que sería condenado a muerte por el tribunal quiso ir al oráculo, pero los jueces se lo impidieron. Entonces mandó pedir un espejo y los jueces también rechazaron su petición. Enseguida, Sócrates pidió un cabo de vela encendido. Los jueces fueron benévolos, se alzaron de hombros, y se lo concedieron.
Sócrates llamó de inmediato a sus discípulos y les mostró su sombra que se alargaba sobre una de las paredes de su celda, haciéndolo parecer inmenso. “sin embargo, yo sigo aquí, y estoy condenado a muerte”, les dijo.
Y con la punta humedecida de los dedos apagó la vela.