Los avances tecnológicos dejan entrever que no estamos, como en el pasado, ante un simple cambio en los modos de producción o industriales; sino ante una auténtica “edad digital” que ha dejado muy atrás la contemporánea iniciada en la Revolución Francesa.
Si no existe todavía un consenso general sobre el final de la Baja Edad Media, es porque sucedieron acontecimientos de tal calado que pasaron los límites de la imaginación de la época precedente: el descubrimiento de América, la invención de la imprenta y la reforma protestante. ¿Hoy en día vivimos ante una nueva “era digital”, o es que ya se puede hablar de una nueva edad posterior a la contemporánea?
Los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad han dejado huella profunda, no sólo en la forma de pensar del colectivo humano, sino en su hábitat natural y su modus vivendi, esto es, en profundas transformaciones económicas, sociales, políticas y jurídicas, que además repercuten en otros ámbitos como los del medioambiente y la vida cotidiana.
Luigi Ferrajoli, hace algunos años atrás, propuso una nueva Constitución mundial, que acabaría -a decir de tratadistas de derecho continental- con la vieja tradición del derecho internacional público. Se trata de una propuesta, según la cual, los gobiernos del orbe tendrían la necesidad de acogerse a un mínimo espacio de convivencia social basada en derechos fundamentales, y relaciones de vida en sociedad.
Aunque los gobiernos del presente distan algo lejos de la contemplación de esta propuesta en sí revolucionaria, no cabe duda que la globalización de la economía y las relaciones humanas, provocadas en gran medida por los trascendentales cambios tecnológicos de los últimos veinte años, permiten ya hablar de una nueva edad, que bien podría llamarse “edad digital”, para marcar su diferencia con la edad contemporánea.
El inicio de esta edad digital, según la hipótesis planteada, tendría surgimiento en la década de 1990, cuando se mundializó el uso del internet. Conocedores somos, quienes hemos nacido con anterioridad a esta década, que los años 70 y 80 del siglo pasado, coexistían con usos y costumbres absolutamente diferentes.
El uso ya masivo del internet y la Inteligencia Artificial (IA) están marcando ya su paso en diferentes áreas del desarrollo científico, como son la conectividad global, la automatización y la robótica, el aprendizaje automático, el Big Data, la realidad aumentada y virtual, cambios en la educación y la salud, economía digital y nuevas formas de trabajo.
La filosofía se cuestiona a diario, los desafíos, vicisitudes, y problemas de esta nueva realidad. El derecho, pero también las ciencias sociales, se cuestionan sobre el uso de estas prácticas sociales, y reacomodan el tablero de ajedrez. Es imprescindible, por ello, leer con detenimiento y no menor atención, los hechos de la vida presente, para plantear colectiva e individualmente cambios necesarios.