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La cultura organizacional en Bolivia: puro formalismo

En Bolivia se habla mucho de la reforma institucional de la policía, del sistema judicial, de las instituciones educativas y hasta de la misma estructura institucional de todo el Estado; sin embargo, nadie se pone a pensar realmente qué significa transformar las instituciones en la realidad práctica. Cuánto cuesta en tiempo, dinero y estrategias viables. Es fácil hablar, pero los especialistas se dan cuenta de que todo es demagogia, especialmente en la boca de varios líderes políticos que consideran al cambio institucional solamente como un pretexto para dejar las cosas tal como están.

El primer obstáculo que se presenta es la confusión entre institución y organización. Por lo tanto, es fundamental reflexionar primero sobre cuál es la cultura organizacional que existe en Bolivia, la cual se caracteriza por el mero formalismo. En el país, la mayor parte de las instituciones públicas y privadas carecen de una práctica organizativa que considere seriamente la formulación de su misión, objetivos, análisis de los ambientes interno y externo, así como tampoco tienen un método transparente para el reclutamiento de personal idóneo y éticamente capaz de enriquecer la estructura organizacional de una institución.

Por lo general, se formulan la misión y visión organizacionales como algo discursivo, como una declaración de principios únicamente teórica pero que no es asumida como compromiso de liderazgo, vida gratificante y cumplimiento efectivo en la experiencia real. En Bolivia, las instituciones poseen una estructura organizacional caracterizada por el centralismo de la autoridad, funciones repetitivas, rutinas para ganar dinero de sentado y procedimientos poco sólidos para mejorar o alcanzar la excelencia, a través de un conjunto de indicadores que midan los avances hacia adelante.

Las organizaciones bolivianas son entes inertes, llenos de “ambiciones teóricas” y comportamientos rentistas. Cumplir por cumplir. Ganar el sueldito y contratar personal mediocre o, mejor todavía, articular ciertas convocatorias a familiares y amigos, aunque fingir un poco. Algunas convocatorias para profesionales, de antemano ya tienen un ganador que sale del escritorio del reclutador. Luego, se llenan formularios e informa sobre procesos exitosos que, finalmente, terminarán en la usanza de siempre: todo igual de mediocre y sin perspectivas de mejoramiento organizacional.

Los formalismos serán aplicados, aunque sin una capacidad de acción para el cambio y el aporte eficaz en el juego de resultados objetivos, sobre todo cuando se compara el desempeño organizacional con otros países, con instituciones más competitivas y, sobre todo, cuando se compara la organización con la satisfacción misma de la gente. En el fondo, muchos burócratas trabajan insatisfechos en las organizaciones del mero formalismo, esperando un salario y girando sobre el mismo eje, años de años.

El especialista argentino en administración pública, Mario Krieger, afirma acertadamente que una organización es “el conjunto interrelacionado de actividades entre dos o más personas que interactúan para procurar el logro de un objetivo común”, a través de una estructura de roles, funciones y una división del trabajo. En la sociedad moderna, el ser humano descubre que no tiene la habilidad, fuerza, tiempo y resistencia para satisfacer sus necesidades y deseos por sí solo; entonces, en la medida en que varias personas interactúan y coordinan sus esfuerzos, los hombres descubren que con otros se puede hacer más que siendo un conjunto de individuos solitarios y aislados. La organización más incluyente es nuestra sociedad que hace posible, a través de la interrelación coordinada de actividades de cada uno de sus miembros, la satisfacción de las necesidades individuales y de grupo.

Este es el corazón de las organizaciones: plantearse colaboración eficaz, desarrollar redes de confianza, un esfuerzo coordinado por el compromiso y, sobre todo, el sudar placentero de estar aportando al mejoramiento de los demás, de uno mismo y toda la sociedad, sabiendo que el trabajo es capaz de entregar lo mejor como profesional y como persona. Una institución es un sistema organizado de normas (previstas en la Constitución Política y el patrimonio normativo del Estado) y un conjunto de relaciones sociales que expresan valores y procedimientos comunes, destinados a satisfacer las necesidades fundamentales de la sociedad.

El problema, sin embargo, está en las organizaciones, en cómo se ejercen las profesiones en la práctica, cómo se entregan los servicios, cómo se ofrecen los productos con la debida calidad y de qué manera son cumplidas las misiones y los objetivos institucionales con absoluta congruencia entre las funciones que se ejercen, la práctica honesta de los planes estratégicos, el reclutamiento sensato de los mejores recursos humanos y la ética profesional para demostrar que lo que se dice, se acata y demuestra frente a cualquier ciudadano. Demandamos excelencia, cuando el país está estancado en formalismos organizacionales que deben ser transformados.

El cambio no es fácil, pero empecemos cuanto antes, impulsando una reforma organizacional de verdad. Por esto, el primer paso es, simplemente, ser honestos para dejar atrás los formalismos y cumplir realmente con las normas y con lo que se dice. La idea no es únicamente ganar dinero, sino sentirse feliz por proteger la ley y ser fiel con la satisfacción que esperan los ciudadanos y clientes.

Pamela Alcocer Padilla es Socióloga, especializada en desarrollo organizacional

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