Al principio se le vio como una típica candidatura testimonial, abortada ante el primer acuerdo y que, en caso de llegar al final, disputaría con otras el records de las menos votadas. A esto se sumaban sonrisitas burlonas de dirigentes de los grandes bloques políticos, más aún de la derecha, sintiéndose ganadores al alero del ex Presidente Sebastián Piñera. Pero José Antonio Kast (1966) no se dejó amedrentar. Su personalidad se funde con sus convicciones: la política como cruzada para defender principios –católicos tradicionales, con algún tufillo nacionalista- y descartar cualquier acuerdo que signifique transarlos, más aún si éstos llevan a una izquierdización del país o a una liberalización de las costumbres. Lo que él llama, con un evidente malestar, la “agenda ideológica”.
De primer momento, el diputado Kast se mostró dispuesto a competir en las elecciones primarias para elegir al abanderado conservador. Habría sido de interés ver algunos rounds entre él y el senador Manuel José Ossandón. Kast con un estilo de boxeo de lord inglés (aunque sus raíces son ultra germanas) y Ossandón, caudillo de ideas populistas, como guardia de cantina. Pero ya no fue posible. Ossandón debió conformarse con descargar su artillería en contra de Piñera, dado que Kast reculó en sus intenciones. Abandonó el partido de toda su vida, la Unión Demócrata Independiente o UDI, aquel donde se forjó como líder estudiantil en plena dictadura y con el que obtuvo una diputación, para iniciar un camino más largo. Juntó las firmas exigidas por la ley y enfrentó la elección del 19 de noviembre como independiente, con el número dos de la papeleta. Obtuvo casi el 8% de los votos.
El camino no fue fácil. Para llegar a esta instancia, el diputado Kast puso su mejor empeño. Primero, logró diferenciarse de su primo, el también diputado Felipe Kast (liberal moderado, derrotado en primarias por Piñera y conocido como “Kast, el bueno”) y marcar la agenda de los medios con sus tajantes propuestas: derogación de leyes como la despenalización del aborto y el acuerdo de unión civil (marco legal para parejas de cualquier orientación sexual que costó décadas alcanzar en el parlamento), intervención del ejército en conflictos al interior del país (en especial en La Araucanía, donde según él no existe estado de derecho), mayores atribuciones y recursos para las policías y las fuerzas armadas, reducción del tamaño estado y despidos masivos en las reparticiones, marginación del país de tratados internacionales demasiado “intrusivos” (en especial, los que se refieren a los derechos laborales) y un mayor control migratorio, sobre todo ahora que Chile experimenta una aumento de extranjeros –algunos de “malas costumbres”, advierte- que buscan asentarse en estas tierras.
En materia de tradición política, Kast ha visitado a los presos de Punta Peuco condenados por violaciones a los derechos humanos en dictadura. Se declaró, además, el candidato de la “familia militar” –militares activos y en retiro, más su parentela- y defendió el legado de Pinochet y su ideólogo Jaime Guzmán, quienes según él hicieron más por los derechos humanos que la izquierda, al velar por la calidad de la educación, la salud y la economía (lo que equivale a dejar todo en manos privadas, salvo los valores tradicionales y la familia). Tuvo sendos enfrentamientos con el candidato oficialista Alejandro Guillier, quien le recomendó una visita al siquiátrico. Kast respondió vinculándolo con el narcotráfico, a propósito de las investigaciones al interior de la municipalidad de San Ramón, dirigida por un alcalde socialista que ayudó a Guillier en la recolección de firmas e instándolo a hacerse un test antidroga, siguiendo su ejemplo (también a todos los candidatos, quienes lo ignoraron). Otro roce de Kast fue con el candidato de la izquierda extraparlamentaria, Eduardo Artés, quien se negó a darle la mano en un debate, al considerarlo un fascista y, por ende, su enemigo.
Así, Kast hoy se alza detrás de la progresista Beatriz Sánchez y por sobre la abanderada de la Democracia Cristiana, Carolina Goic, alguien con quien podría haber disputado las preferencias de la clase media aspiracional, temerosa de las reformas sociales y el relajo de las conductas. Kast se siente dueño de sus votos pues los consiguió diciendo exactamente lo que piensa. Se los endosa ahora a Piñera con tal que la izquierda chilena quede reducida a su mínima expresión. Pero no sólo eso: se dispone a recorrer Chile de punta a cabo para convencer a los votantes de estar en lo cierto.