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La crisis de la sociología en Bolivia como oficio y conocimientos

Franco Gamboa Rocabado

En el siglo XXI, cada vez es más fuerte la ola de críticas y pronósticos, según los cuales la Sociología es un ámbito inútil y anticuado de conocimientos, convirtiendo el oficio de sociólogo en una práctica profesional fácilmente prescindible. En Bolivia hay abundantes datos que ratifican esta visión porque la fundación de una nueva carrera de Sociología motiva el análisis de situaciones contradictorias: esperanzas, ilusiones y muchas incertidumbres, tanto para imaginar una institución de alto prestigio, como para viabilizar una serie de planes destinados a llevar adelante una educación de alta calidad, junto con la posibilidad de reunir a profesores y alumnos en un escenario de mutua confianza. Sin embargo, esto no siempre es así porque la Sociología está atrapada, como siempre, en las redes de ideologías que son incapaces de comprender y, mucho menos, cambiar varias dimensiones de la sociedad.

Este reto es mucho más intenso en un sistema universitario cuya orientación es, preferentemente, financiera. Asimismo, una carrera de Sociología, a pesar de no ofrecer una alta rentabilidad, podría convertirse en un patrimonio para la formación de élites políticas y culturales de alto nivel, en el caso de que sea posible que una universidad asuma esta gran responsabilidad.

La ilusión gira en torno a un reimpulso, un relanzamiento y un nuevo comienzo. Pero la situación académica, institucional y profesional de la Sociología en Bolivia atraviesa por una crisis tan profunda que colinda con el conocimiento inservible, así como choca con la decepción de haberse convertido en un área del saber plagada de ideologías en desuso, lo cual evita que el mercado laboral pueda ser un espacio medianamente satisfactorio.

Es importante abrir el debate y reflexionar de manera general sobre la profunda reforma de las carreras de Sociología en las universidades públicas o, inclusive, la apertura de una nueva carrera en alguna universidad que asuma el reto de formar verdaderos investigadores y hombres o mujeres de ideas sólidas, fraguadas al calor de la ciencia y la honestidad. Por lo tanto, se hace necesario, primero, evaluar el estado de situación actual de las carreras de Sociología existentes en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) –que constituye la institución más antigua porque dicha carrera existe desde 1969– y en la Universidad Pública de El Alto (UPEA), la más reciente desde su fundación en el año 2004. El análisis institucional y académico permitirá meditar sobre cuáles son los problemas más importantes que deberían ser superados por la universidad boliviana.

Segundo, identificar cuáles son las principales ventajas que permitirán a la nueva carrera de Sociología marcar la diferencia e iniciar un proceso académico, considerando el establecimiento de altos estándares de calidad.

Tercero, reflexionar sobre el papel y relevancia actuales del oficio del sociólogo en Bolivia, lo cual no solamente refuerza la necesidad de refundar las carreras de Sociología, sino que también obliga a pensar con realismo los énfasis que podrían explotarse a lo largo de la formación de futuros profesionales.

Evaluando las carreras: una aproximación

La formación académica del sociólogo (a) profesional en la UMSA y la UPEA tiene importantes diferencias, pero también múltiples similitudes, porque ambas se nutren de la misma matriz ideológica y de las influencias provenientes de los profesores que enseñan en ambas universidades. Al mismo tiempo, ambas carreras están profundamente afectadas por la mala de calidad académica, la falta de responsabilidad hacia los desafíos de la sociedad boliviana y una mínima eficiencia en materia de investigación científica.

La UMSA comenzó a formar sociólogos desde la década de los años setenta, siendo intensamente marcada por las visiones sobre el socialismo, la revolución armada y un fuerte peso del pensamiento marxista en la estructura curricular, el cual se extendió hasta la década de los años noventa cuando desapareció el Muro de Berlín y la ex Unión Soviética. Sin embargo, las experiencias y testimonios que se recogieron para este estudio, muestran que los primeros sociólogos de la UMSA recuerdan con intensidad la gran politización de la carrera durante las acciones de resistencia a los gobiernos dictatoriales de Hugo Banzer (1971-1978), Alberto Natusch (1979) y Luis García Meza (1980-1981), lo cual dio lugar a dos maneras de entender y materializar la formación sociológica:

  1. Se consideraba que los sociólogos (as) eran aquellos “profesionales especialistas en la generación de ideas” que debían iniciar diferentes procesos de transformación socio-política en la realidad boliviana. Esta era una ambición inefectiva y demasiado soberbia, sobre todo si se tomaba en cuenta que la gran mayoría de los estudiantes y docentes entre 1969 y 1990 pertenecían a las clases medias, con fuertes ambiciones individualistas y personales, sin tener una visión teórica pluralista y con respeto por la calidad académica.
  2. Por lo tanto, destacaba una concepción más militante, donde el peso teórico y las capacidades de investigación científica fueron reemplazados por una orientación más ideológica y por el activismo político que los sociólogos estaban realizando, tanto en el terreno de los partidos políticos como en algunas organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, la Sociología boliviana en sí misma era una práctica más retórica y poco eficiente para abrir un mercado de trabajo, o para mostrar verdaderamente cuáles podían ser los aportes de un sociólogo profesional frente a la modernidad, las instituciones de la democracia, los problemas del desarrollo y la estructura social que en Bolivia está fuertemente fragmentada y con tendencias a los conflictos destructivos.

Precisamente, la mayor parte de las discusiones sobre la estructura social, la dinámica de las clases sociales, sus luchas, los dilemas complicados para el desarrollo de un país marcado por profundas desigualdades, las contradicciones de la cultura mestiza, los movimientos indígenas o la emergencia inicial del sistema democrático a partir del año 1982, fueron asumidas por la carrera de Sociología de la UMSA, a partir de enfoques teóricos ligados únicamente con el marxismo o lo que entonces se denominaba, la aplicación de una metodología dialéctica marxista para identificar las condiciones de ruptura que podían aparecer en la formación económico social boliviana. Este enfoque marxista resultó improductivo, académica y profesionalmente, pero altamente efectivo para el teatro ideológico de izquierda que “debía definir” a un sociólogo progresista o lo que en algún momento se denominó como el sociólogo transformador de la realidad, un desafío pretencioso que tampoco atraía o interpelaba a los jóvenes estudiantes de los primeros años.

Durante un largo periodo, la educación de los sociólogos estuvo vinculada al debate sobre la relevancia y aplicación del marxismo para el análisis de la sociedad boliviana. Desde esta perspectiva, el pensador marxista más tomado en cuenta en la carrera de Sociología fue René Zavaleta Mercado, cuyas concepciones sobre la sociedad abigarrada en Bolivia, llevaron a discutir metodologías y perspectivas que alternaban las interpretaciones tradicionales o dogmáticas del marxismo, con aquellas versiones que intentaban criticar el mismo pensamiento marxista para estudiar la compleja dinámica étnica y los primeros problemas de la democracia en el país.

A lo largo del tiempo, fue evidente que la aplicación de un solo perfil teórico como el marxismo y las posiciones ideológicas de transformación o revolución, resultaron insuficientes para abrir espacios productivos en el mercado de trabajo del sociólogo. Las utopías políticas chocaban con otro tipo de exigencias del entorno laboral, más concentradas en la investigación-acción para abordar aspectos concretos de la situación de salud, educación, desarrollo productivo y una serie de políticas sociales que empezaban a resaltar con motivo del trabajo desempeñado por las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), cuya labor respondía a orientaciones más técnicas para la formulación y evaluación de proyectos, así como para diagnosticar de manera rápida diversas situaciones socio-económicas. Esto demandaba que los sociólogos utilicen capacidades analíticas inmediatas, antes que la toma de posiciones ideológicas con escaso impacto verdaderamente práctico.

Una renovación importante de la estructura académica y curricular en Sociología de la UMSA, tuvo lugar en el año 1987 cuando se reformó la carrera por áreas teóricas para dar paso a una formación más multidisciplinaria. Se tomaron en cuenta un conjunto de teorías sociológicas sistemáticas, sociologías comparadas, antropologías, áreas de historia y seminarios especializados en sociología urbano-industrial, sociología rural, sociología política y teoría de la ideología. Sin embargo, el perfil profesional del sociólogo aún mantuvo una connotación política, concentrándose en la oferta de un investigador (a) capaz de transformar la realidad nacional. El sociólogo transformador fue la nueva identidad, aunque con una tendencia a la producción de conocimientos por medio de la investigación que sustituyó al viejo perfil más militante y revolucionario.

A lo largo de los años noventa, la carrera de Sociología de la UMSA atravesó por un periodo de alta incertidumbre y decaimiento en la calidad académica, lo cual afectó su futuro y la posibilidad real para aportar a la sociedad porque no se podía considerar de manera automática el hecho de transformar la realidad social, política, económica y cultural, a partir de formulaciones estrictamente ideológicas, ni tampoco fortalecer las capacidades prácticas de los sociólogos (as), exclusivamente con posiciones teóricas que sólo tenían relevancia dentro de las aulas universitarias. La Sociología boliviana, una vez más, se vio arrinconada en la inacción y en la incapacidad de participar dentro de los grandes debates de la sociedad boliviana como la democratización y los retos sobre cómo superar las desigualdades, en medio de la globalización liberal de los mercados internacionales.

Esta situación hizo que el perfil profesional del sociólogo (a) investigador (a) y transformador se quedará a medio camino, dentro de un mercado laboral caracterizado por la flexibilización y el surgimiento del consultor (a) profesional más versátil. En el escenario de las consultorías, eran otro tipo de profesionales del área de las ciencias sociales como los economistas, trabajadores sociales, antropólogos y politólogos quienes se disputaban espacios de trabajo, desplazando y desempeñando en muchas ocasiones las funciones de un sociólogo.

Estos problemas se mantienen hasta el día de hoy y es por eso que deben establecerse claramente cuáles son las principales ventajas comparativas de los sociólogos, tanto para la investigación como para la conquista de un sitial de liderazgo profesional en las Ciencias Sociales, a partir de sus capacidades críticas, si se entiende a la Sociología como aquella ciencia que es capaz de proveer un conocimiento global, crítico y comprehensivo de la realidad social, por encima de las otras Ciencias Sociales.

En el caso de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), existe similar tendencia porque la mayoría de sus profesores fueron formados en la UMSA y aprovecharon la instauración de una carrera de Sociología en otra ciudad para ratificar la necesidad de combinar la educación teórico-metodológica, junto con la posibilidad de influir políticamente en las estructuras sociales. Esto también tuvo un alto costo en cuanto a la calidad, pues la UPEA fue y sigue siendo una universidad fundada alrededor de presiones sociales, muy alejadas de la investigación científica y muy cercanas a la toma irracional de dinero, recursos y oportunidades para arrancar un título a como dé lugar, incluso a costa de tener vacíos profesionales y serias deficiencias en cuanto a ética profesional. La UPEA se caracteriza por tener un plantel docente de baja calificación, con total inestabilidad laboral y que fácilmente se rinde ante la fuerza estudiantil para pasar de curso sin mérito alguno.

Una de las principales diferencias con la UMSA, radica en que la UPEA tiene un enorme peso del pensamiento indianista e indigenista, además del regreso de la doctrina marxista como uno de los principales ejes teóricos, mezclada con la necesidad de fortalecer a los movimientos sociales indígenas en Bolivia. El marxismo contemporáneo de la UPEA está en contra-ruta de los grandes debates teóricos de los años ochenta y los actuales del siglo XXI, y se ha convertido en una letanía hueca que se mezcla, de manera forzada, con posiciones indianistas, ideologías sobre la descolonización de la cultura y el resentimiento racial de estudiantes y profesores de origen aymara que consideran que el color de su piel, su lengua ancestral y sus costumbres son, de hecho, el prestigio y la mejor credencial para obtener un título como sea necesario. Esta tendencia destroza la necesidad que tiene la Sociología en todo el mundo de construir un conocimiento teórico multidisciplinario y capaz de lograr la innovación metodológica, así como las visiones de largo plazo sobre el presente y futuro de la estructura social en Bolivia.

La ideología como obstáculo para la formación profesional

Entre los autores de mayor influencia en la UPEA está el pensador indianista Fausto Reinaga (junto con otros seguidores), que comienza una labor importante dentro del pensamiento social boliviano con una temática relacionada con la sociología del indio, la crítica política de la cultura y el ejercicio de la revolución política a través de un partido indio. Esta influencia está apuntalada en tres elementos: el primero es la noción de indianismo que, supuestamente, rescata el sentir y pensar del indio boliviano que, en el caso de la UPEA, representa la oportunidad política para dominar en una ciudad construida alrededor de los migrantes indígenas que ahora buscan reivindicaciones profesionales, económicas y de dominación. Esto representaría un esfuerzo por entender y desarrollar la naturaleza del hombre andino aymara y quechua, que constituye una “fuerza natural” que siempre habría estado amenazada por el cholaje o el mestizaje occidentalizado, y habría dejado una huella indeleble a través de siglos de exclusión de los indios, sus descendientes y los migrantes que fundaron la ciudad de El Alto.

La doctrina indianista sería una de las raíces más importantes para comprender los problemas de la nación boliviana, donde los indios aymaras y quechuas serían los verdaderos depositarios de la energía nacional, siguiendo algunas reflexiones planteadas por Franz Tamayo en los años veinte. Sin embargo, el indianismo de la UPEA es más sentimental, culturalista y quiliástico, en el sentido de la defensa de un regreso milenarista del Kollasuyo o la revuelta de los indios en contra de Occidente, después de la colonización y la neo-colonización.

A este respecto, la formación sociológica en la UPEA presenta varios sesgos ideológicos y vacíos profesionales de la Sociología como un ejercicio valedero en la sociedad y en diferentes ámbitos de la cultura. Estos vacíos se emparentan con la ciudad de El Alto, a la cual consideran el lugar primordial de la resistencia al modelo neoliberal de la economía de mercado y la principal fuerza en el derrocamiento del gobierno del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003), junto con la defensa de los recursos naturales como el gas natural.

En consecuencia, la carrera de Sociología está atravesada por ideas políticas que privilegian a la Bolivia India donde el hombre aymara o quechua tiende a ser comprendido desde el punto de vista estrictamente racial, y en cierta medida despedazado, amputado de sí mismo, es decir, alienado. Por lo tanto, el oficio político de la sociología tendería a unificar al indio contemporáneo para completarlo y totalizarlo, retornando a una identidad militante para los sociólogos, con el objetivo de revolucionar la sociedad boliviana y conquistar lo que ahora “les pertenece” como indios dueños de la ciudad de El Alto y con derechos plenos para el ejercicio de un nuevo tipo de dominación, por encima de los blancos, criollos occidentales y mestizos de las clases medias de la ciudad de La Paz, por ejemplo.

Este tipo de politización no es una novedad en la formación sociológica por las tendencias más ideológicas y retóricas políticas que siempre han estado presentes en la Sociología boliviana, pero es importante afirmar que sí tiene grandes dificultades prácticas porque la compleja realidad social, política y cultural de Bolivia, desbarata los ribetes más dogmáticos de la ideología indianista e indigenista, perjudicando a los estudiantes en su necesidad de contar con conocimientos y competencias más amplios, en función de un ejercicio profesional competitivo y dotado de una mayor apertura teórico-ideológica y de utilidad relevante para ampliar el mercado laboral para los sociólogos.

El segundo eje de influencia en la UPEA tiende a sugerir que el indio y lo indígena, sería un tipo de hombre y toda una cultura de carácter superior, que siempre lo fue y en el siglo XXI Bolivia estaría frente a la revelación de los indios como energía de salvación frente al capitalismo. De esta manera, lo indígena originario no tendría por qué integrarse en otro hombre u otra cultura como la Occidental, no tiene por qué asimilarse a nadie, no tiene por qué enajenarse, no tiene que alienarse. El mundo indígena tiene que ser él mismo: indio. De aquí podemos deducir que la Sociología como ciencia y profesión en El Alto, tendría la misión de convertir a los indígenas en personas dominantes del juego cultural, económico y político, intentando mostrar el verdadero ser del mundo pluricultural y no ser en una teoría esclava de las ideologías del mundo occidental.

En la UPEA reina un espíritu antioccidental y anti-imperialista que, si bien puede manifestar argumentos razonables, al mismo tiempo nubla un análisis más tolerante de los problemas actuales, marcados por la globalización contemporánea y el auge de la modernidad occidental que, en la práctica, todas las clases sociales y culturas anhelan y practican. De hecho, la “Feria comercial 16 de julio” de El alto es el mercado abierto, informal y de contrabando más grande, llamativo y siempre disponible para el consumo masivo.

El tercer eje de formación también está relacionado con los escenarios políticos porque el oficio del sociólogo (a) tendría que terminar con la servidumbre y el pongueaje político que sería la otra cara hipócrita de las élites blancas en Bolivia, pues los indígenas habrían sido engañados múltiples veces, subordinándose a los partidos mestizos, en lugar de luchar por su independencia étnica, cultural, ideológica, social, política y económica. Estos sesgos ideológicos, si bien son relevantes para el debate político nacional, muestran muchas debilidades al no tomar en cuenta otras expectativas laborales que los estudiantes no politizados buscan en la UPEA.

Tomando en cuenta, inclusive, todo este potencial de pensamiento crítico que representa el indianismo, no existe seriedad en la investigación científica como para comprender y contrarrestar con eficacia profesional, los grandes dilemas como la desigualdad en los ingresos, oportunidades y la necesidad de mejorar las instituciones sociales y estatales para tener transformaciones democráticas plenamente viables. La Sociología en Bolivia no solamente quedó anticuada, sino también imposibilitada de reformarse a sí misma, debido a un exceso en la retórica inservible que lo único que consiguió fue autosatisfacerse con protestas y reclamos, aunque sin ofrecer soluciones reales desde una profesión que valga la pena.

Bibliografía

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Bourdieu Pierre. An invitation to reflexive sociology, Chicago: University of Chicago Press, 1992.

Dubet, Francois. ¿Para qué sirve realmente un sociólogo?, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2012.

Gouldner, Alvin W. La crisis de la sociología occidental, Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1970.

Mires, Fernando. El discurso de la miseria o la crisis de Sociología en América Latina, Caracas: Nueva Sociedad, 1994.

Franco Gamboa Rocabado es Catedrático Fulbright en Marymount University, Estados Unidos

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