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El trillizo que no sobrevivió

Lo más probable es que ante la negligencia que demuestra el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz en la ejecución de obras en la ciudad y la dejadez en la rehabilitación de otras, los técnicos y el propio burgomaestre digan que La Paz es una ciudad conflictiva, que no hay presupuesto, que las condiciones técnicas son insuperables para equis o zeta emprendimiento… Y no hay por qué maquillar los problemas que la sufrida capital padece. El parque automotor rebasó todo concepto de razón y de tolerancia. Sitiados por un ejército de minibuses malolientes, insalubres y en buen porcentaje destartalados, la mancha urbana desde hace muchos años perdió todo el encanto que en pasadas décadas presumía y también su cualidad de “ciudad maravilla” —cuyo merecimiento pongo en duda— debido a la negligencia de las autoridades encargadas del reordenamiento urbano. Así, el reordenamiento vehicular recientemente implementado —con más albricias que resultados y con más aspiración de obtener multas que de paliar el desbarajuste— no contribuye a ninguna mejoría porque existe una conjunción de una incultura vial en la que participan tanto conductores como transeúntes. Y a todo ello, hay que sumarle la estrechez de nuestras arterias, en mal estado e infestadas de comerciantes.

Hace varios años, y como resultado de un deslizamiento de proporciones mayúsculas, fue interrumpido el acceso al puente Libertad, que forma parte de una triada de viaductos que, ni duda cabe, mitigaron los problemas de tráfico que tiene La Paz. Desde entonces, la conexión más extensa de los puentes, que unía Llojeta bajo con San Jorge, presenta un paisaje desolador; empero, lo más grave es que de solo ver el lugar puede colegirse que no hay visos de que algún día pueda restablecerse su utilidad, no obstante que el alcalde Iván Arias, hace más de un año, manifestó que para el pasado 2022 ya se contaría con su recuperación.

Estamos todos de acuerdo en que la ciudad de La Paz no ofrece muchas ventajas ni para su crecimiento ni para su desarrollo ordenado. Creo que no hay discusión en que las características orográficas de la ciudad representan definitivamente una limitación a su seguridad urbanística… Pero la incapacidad —aunque no exclusiva, y más bien compartida con otras administraciones— de la actual gestión municipal para ejecutar un verdadero reordenamiento vehicular no es justificativo para la negligencia en los trabajos de reparación del puente Libertad, que hoy es un símbolo de la incuria de quienes están llamados a su solución.

Y que no nos digan que las dificultades técnicas impiden su arreglo, porque para solucionar esos y otros obstáculos están los ejecutivos del municipio y sus técnicos, y no sólo para exhibirse ante las cámaras con abrigos engomados en cada lluvia, porque esa es la naturaleza de su función. A casi dos años de la actual administración, la Alcaldía de La Paz se ha caracterizado —salvo pocas excepciones— por una negligencia en la atención de muchos rubros, que, por su condición de sede de gobierno y de crisol de la bolivianidad, La Paz no merece. El descongestionamiento de las vías de esta constreñida ciudad no es tarea fácil. Nuestra pobre educación en todo orden de cosas multiplica la dificultad, pero por lo menos las autoridades municipales deben hacer lo que sí está en sus manos hacer, sobre todo porque no se pide que hagan un nuevo puente o una nueva arteria, lo que a casi dos años de asumir la Alcaldía parece mucha exigencia; pero al menos si puede pedírseles que repongan la circulación por uno de los lugares que, en su momento y por poco tiempo, fueron emblema de la ciudad: los Puentes Trillizos.

La arbitrariedad de las construcciones y la permisibilidad de las autoridades —sean de la orientación política que sean— no son otra cosa que la expresión de un populismo infame que siempre quiere salir bien con quienes más daño hacen a la cultura y la educación. Tampoco aspiramos a una extrapolación de las experiencias urbanísticas de los modernos proyectos cruceños, porque el contexto físico es distinto, pero lo intolerable es que exista tanta dejadez en problemas que el caótico parque automotor provoca, pero que podrían atenuarse con el trillizo que hasta ahora sigue inservible y que desde hace varios años La Paz extraña.

La Paz merece menos espectáculo del burgomaestre, menos baile folclórico y más gestión. Los impuestos son altos, así que la plata la pone la ciudadanía. La Alcaldía solo debe emplearla en lo que las necesidades con prioridad demandan.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor

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