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La CIA y USAID como herramientas de dominación imperialista contra las luchas y soberanía de los pueblos

Alex A. Chamán Portugal

El imperialismo estadounidense ha sido, a lo largo de la historia, un factor determinante en la inestabilidad económica, social y política de muchísimas naciones, especialmente oprimidas, particularmente en América Latina, África y Medio Oriente. A través de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) el perverso y decadente imperialismo estadounidense ha ejecutado estrategias de intervención que van desde la metódica desestabilización económica hasta furibundos golpes de Estado y asesinatos políticos selectivos. Como señala Chomsky (2016), «Estados Unidos ha intervenido en múltiples países con el objetivo de consolidar su hegemonía, sin importar el costo humano y social» (p. 112).

La mayoría de los Estados y sus poderes e instituciones, así como los gobiernos de turno se han caracterizado por ser vasallos y herramientas fundamentales para la imposición de políticas capitalistas, neoliberales e imperialistas, también, facilitadores para conculcar derechos fundamentales y libertades demoliberales. Según Galeano (1971), «las oligarquías nacionales han servido de cómplices en el saqueo de recursos y la explotación de sus propios pueblos en favor de intereses extranjeros» (p. 85). Esta complicidad y colaboracionismo ha permitido el avance de agendas de dominación, sometimiento y opresión, consolidando políticas de dependencia y explotación que han impedido la implementación de proyectos integrales de desarrollo autónomo nacional.

Las estrategias de intervención y dominación imperialista han sido múltiples, sofisticadas y devastadoras. No solo han recurrido a todo tipo de operaciones encubiertas y financiamiento de grupos desestabilizadores, sino que también han utilizado los medios masivos de información, las ONGs, la iglesia católica y las congregaciones como instrumentos de manipulación ideológica.  Puede agregarse que compraron conciencias de gobernantes, funcionarios, personalidades, periodistas, dirigentes y activistas sociales. Por ejemplo, expone Ramonet (2003), «los grandes medios de comunicación actúan como voceros del poder, legitimando golpes de Estado y criminalizando a los movimientos populares» (p. 67). En este sentido, la denominada guerra mediática ha sido crucial para deslegitimar gobiernos progresistas y construir narrativas favorables a los intereses imperialistas, así, favorecer acciones intervencionistas.

Uno de los mecanismos más efectivos de control ha sido la presencia de bases militares estadounidenses en regiones estratégicas del mundo. Las mismas que suelen actuar con ferocidad y gozan de excesiva impunidad. Estas bases no solo sirven para la imposición de la hegemonía militar, sino que también funcionan como centros de operaciones para la injerencia en asuntos internos de los países. Como indica Pilger (2002), «las bases militares estadounidenses han sido esenciales para la planificación y ejecución de golpes de Estado en América Latina y el Medio Oriente» (p. 134).

Otro aspecto fundamental en la estrategia imperialista ha sido la guerra económica con todo tipo de sabotajes, utilizada para doblegar a los gobiernos que desafían el dominio estadounidense. Las perniciosas sanciones económicas, bloqueos comerciales y la manipulación del sistema financiero internacional han sido armas recurrentes contra naciones soberanas y dignas como Cuba, Venezuela y Nicaragua. En palabras de Galeano (1998), «el capitalismo castiga con hambre y miseria a los pueblos que intentan liberarse de su yugo» (p. 105).

https://eltayacan.wordpress.com/2019/03/05/las-10-funciones-de-usaid-la-mega-agencia-humanitaria-de-la-cia/

A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, la CIA ha llevado a cabo disímiles operaciones encubiertas que han resultado en la eliminación de luchadores sociales, sindicalistas consecuentes, líderes revolucionarios y la instauración de regímenes afines a los intereses estadounidenses. La Operación Cóndor es un excelente ejemplo de cómo la coordinación entre dictaduras reaccionarias latinoamericanas y nefastas agencias de inteligencia estadounidenses sirvieron para estigmatizar, perseguir, hostigar, detener, torturar, desaparecer y exterminar a miles de militantes revolucionarios. No olvidemos que la CIA y la USAID, directa o indirectamente, han estado involucradas en centenares operaciones de cambio de régimen.

La imposición ideológica-cultural también ha sido una herramienta de dominación, con la industria del entretenimiento desempeñando un papel central en la difusión de valores proimperialistas en desmedro de la memoria histórica, identidad nacional y conciencia de clase de nuestros pueblos. Hollywood viabiliza eficaz y eficientemente la propaganda del imperialismo estadounidense, puesto que, a través de su manipuladora industria cinematográfica, se han difundido narrativas que glorifican la hegemonía de EE.UU., justifican sus genocidas intervenciones militares y demonizan a los movimientos de combate y resistencia. Asimismo, las redes sociales y las plataformas de comunicación han sido utilizadas para criminalizar la resistencia y glorificar la supremacía estadounidense. Como analizan Chomsky y Herman (1988), «la propaganda mediática no solo manipula la opinión pública, sino que construye realidades que justifican la opresión» (p. 56).

Frente a este adverso panorama, los pueblos tienen la responsabilidad histórica de batallar, resistir y construir alternativas soberanas y emancipadoras. La unidad de las fuerzas democráticas, patriotas, progresistas, anticapitalistas, antiimperialistas, antifascistas y revolucionarias es clave para contrarrestar la creciente influencia de las potencias capitalistas e imperialistas. Como advierte Harnecker (2010), «solo la organización popular y la educación política pueden garantizar una resistencia efectiva contra el imperialismo» (p. 43).

En el escenario actual, marcado por una profunda reconfiguración del orden geopolítico global burgués, el poder del imperialismo estadounidense muestra signos de irreversible crisis estructural y descomposición. Al mismo tiempo, la disputa entre Estados Unidos y sus aliados frente a China y su bloque estratégico acentúa las tensiones dentro del modo de producción capitalista y su fase imperialista, evidenciando sus propias contradicciones y límites históricos.

La lucha de los pueblos contra el imperialismo estadounidense y sus aliados no es solo una resistencia contra la explotación y opresión, sino una justa batalla histórica por la emancipación definitiva de la humanidad. Las pugnas interimperialistas, reflejadas en la confrontación entre diversas potencias globales, evidencian la crisis estructural del capitalismo y su incapacidad para ofrecer un futuro digno a los pueblos. En este contexto, la lucha de clases sigue siendo el motor de la historia, y solo a través de una transformación revolucionaria, con una conciencia política firme y una organización popular sólida, se podrá construir un mundo basado en la justicia, la soberanía y la verdadera democracia para las mayorías oprimidas. Así, el socialismo científico es faro luminoso de la humanidad y la tendencia política principal del progreso histórico.

Referencias

  • Chomsky, N. (2016). Quién domina el mundo. Barcelona: Ediciones B.
  • Chomsky, N., & Herman, E. (1988). Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media. New York: Pantheon Books.
  • Galeano, E. (1971). Las venas abiertas de América Latina. México: Siglo XXI Editores.
  • Galeano, E. (1998). Patas arriba: La escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI Editores.
  • Harnecker, M. (2010). Un mundo a construir. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
  • Pilger, J. (2002). Los nuevos amos del mundo. London: Verso.
  • Ramonet, I. (2003). El imperio de la vigilancia. Madrid: Siglo XXI.

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