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La caza

De: Rodrigo Villegas Rodríguez / Para Inmediaciones

I

Estoy en contra del feminismo. Estoy a favor del aborto. No, mejor, No estoy a favor del aborto ni de que una pareja homosexual adopte un hijo. Quizá me convenga decir – obvio en el Face, en Twitter o mínimo utilizarlo como mi estado de WhatsApp – que sí, que tienen todo el derecho de criar a un niño. O, nomás por este párrafo, por no utilizar un lenguaje “inclusivo”, se me condene como un macho patriarcal al que todos deben apedrear. Tal vez no.

Haga lo que haga, opine lo que opine, crea lo que crea, si me posiciono a favor de algún bando u otro, más si el asunto es delicado – que con lo sensibles que estamos hoy parece ser cualquier tema –, corro el riesgo de quedar condenado al ostracismo, a ser incinerado en y por las Redes Sociales, justicieras del pensamiento, jueces de lo correcto e incorrecto. Debo cuidar mis palabras con pinzas. Claro, si no quiero que me amenacen de muerte al Messenger o, lo peor de todo, joderme por la calle y otros lugares.

En estos años ha habido una evolución de los derechos de las personas, nos hemos dado cuenta de muchas cosas que estaban mal y, lo mejor de todo, hemos ido variando esa corriente para “transformar el mundo”. Buscamos reducir la violencia física y mental, ganar escaños tanto culturales como políticos para nuevos representantes que hace muchos años, a pesar de sus capacidades, no podían ocupar. Pero también, en este mismo contexto, han ido creciendo varios grupos radicales, absolutistas, que en defensa de “sus derechos y los de los otros”, se están encargando de silenciar y atacar a otros bandos, yendo a contracorriente de lo que afirmaban con anterioridad: buscar la libertad de voz para todos.

Mario Vargas Llosa – que fue vapuleado en las RR.SS. justamente por un artículo publicado en el país – bautizó a este movimiento como las Nuevas Inquisiciones.

II

Anoche (escribo en sábado) en Anoticiando, de ATB, Jimmy Iturri entrevistó a dos escritoras cruceñas en el marco de la Feria del Libro que se realiza en el Oriente. Lo más interesante fue ver dos respuestas distintas a la misma pregunta: ¿Existe una literatura feminista?

Una de ellas dijo que no, para nada, que no existe nada físico entre un hombre y una mujer que separe a ambos sexos de la creación de ficciones. La otra, sin embargo, respondió que sí, que a través de diferentes estudios científicos se ha demostrado que la mujer tiene una propensión a imbuir sus relatos en detalles en los cuales los hombres no podrían captar, y viceversa.

Otra de las preguntas – más afirmación que consulta –  fue acerca de que en Bolivia la vanguardia literaria se encuentra en las escritoras de Santa Cruz: Magela Baudoin, Giovanna Rivero y, una de las entrevistadas, Liliana Colanzi. Es decir, que el femenino hoy por hoy está obteniendo más repercusión que el masculino en lo referente a lo literario.

Colanzi respondió que sí, pero que por varias décadas se han “tapado” a varias autoras importantes que hoy, por nuestro contexto, recién las estamos descubriendo.

Hasta ahí bien, todo tranqui. La entrevista terminó muy bien y seguramente al final las escritoras se fueron a tomar un café o a pasear por los stands de la Feria. ¿Pero se imaginan si las entrevistadas hubieran sido de esas absolutistas que tienen criterios demasiado arraigados acerca del género? No lo sé, se me hace que la cosa no hubiera terminado tan bien. Quizá delante de las cámaras sí, esperando ansiosas el momento de increpar a la que piensa distinto o, en un caso no sé si peor, contarles a las amigas revolucionarias que una muchacha cosificada pensaba esto o aquello.

III

Una de las famosas formas de amedrentamiento es el anonimato. Y no son cartas escritas con letritas recortadas de revistas, como se ve en las películas, sino en el Messenger, en el WhatsApp y otros medios por los cuales los Trolls invaden la privacidad de cualquier persona – mucho más si es famosa – y hacen de su vida un calvario.

Una película que aborda este tema – es decir, hay muchas, ¿no? – es la cinta danesa La caza (2012) de Thomas Vinterberg. El personaje principal, un profesor (Mads Mikkelsen) de Kínder, que acaba de salir de un divorcio, se ve condenado a un repudio general progresivo de la gente debido a que una niña de su curso alega que el profesor le mostró sus genitales. La cuestión es que aquello no es cierto: la niña vio la imagen en la pantalla del celular de su hermano mayor y, por una especie de venganza amorosa hacia su educador, le cuenta a la directora de la institución que fue él el que le reveló aquella efigie.

El título de la cinta es perfecto: poco a poco el mundo de este profesor se va derrumbando debido a las amenazas y al exilio al que se le obliga vivir. Él intenta defenderse, pero no puede contra la ola de rumores que se ha apoderado de la comunidad. Está condenado a ser la presa en la cacería que le han impuesto.

Sucede lo mismo, claro, modificando las situaciones, en todas las ciudades y pueblos. Más aún en las Redes Sociales. Si de repente pongo en mi Face que soy masista… ya se imaginan las barbaridades que me llegarán como comentarios. Si, y sería mi legítimo derecho, estoy de acuerdo con Evo y muchas de sus políticas, seré bombardeado por mi forma de pensar y creer. Sería genial que se debata al respecto en las redes; es lo menos probable. Insultos. Eso es lo que sucederá, ¿o no?

Algo parecido sucede con Vargas Llosa y Javier Marías, dos escritorazos y columnistas de El País que, con diferentes palabras, escribieron que el feminismo RADICAL – subráyese radical – es el actual enemigo de la literatura por la censura que pretende realizar a diferentes novelas, entre ellas Lolita de Nabokov. A las horas de las publicaciones se podía ver en la lista de cientos de comentarios insultos y descalificaciones de todo tipo, color y potencia. Que el feminismo es esto, que no aquello, que Vargas Llosa es un facho, que está viejo y está chocheando, que es un tal y cual. Lo mismo con Marías. Pero lo que al parecer no notaron fue que estos autores no escribieron que el feminismo, ese que busca igualdad entre la mujer y el hombre, es intolerante, sino su lado más oscuro: el radical, el absolutista, el que odia al hombre sobre todas las cosas, el que pretende modificar el lenguaje hacia formas ridículas (cuerpa, todes, etc), el que ataca a las mismas mujeres – a veces físicamente; hay videos en internet – que no piensan igual que ellas y otras actitudes enfiladas con el mismo cuchillo.

IV

South Park, la serie estadounidense de televisión conocida por sus irónicas y ácidas performances, ha dedicado sus pasadas dos o tres temporadas a esta moda de ser lo más políticamente correcto que se pueda. Pero allí, a través de geniales capítulos y un engranaje magistral de todos ellos, nos ha mostrado lo hipócritas que podemos ser al querer ser correctísimos en todos los ámbitos, o en los extremos a los que se llega cuando uno “ofende” a alguien: la violencia que cubre la violencia.

El Director PC (Políticamente Correcto), el nuevo personaje que aparece en la escuela de los niños, nos demuestra que la barrera entre el mantenimiento de un orden demasiado puntilloso del idioma y el fascismo es muy delgada. No pretendo espoilear: vean estas temporadas. Son bofetadas al imaginario que vamos creando. El de creer que con un Hashtag o modificando nuestra foto de perfil con los colores de la bandera del país que ha sufrido alguna desgracia estamos aportando realmente a una causa y no vanagloriándonos de lo buenitos que somos o simplemente hacerlo por cierta fama (cof, cof, “La” Aramburo, cof, cof).

Los cuatro de Colorado nos demuestran una vez más que las apariencias deben ir acompañadas de los actos. Sino todo es pura hipocresía.

V

En InThe Fade (2017) el director alemán de ascendencia turca Fatih Akin nos exhibe una realidad oculta en los países europeos: que el nazismo, a pesar de todo lo que se ha hecho por erradicarlo, aún está vigente. Es decir, que el odio hacia la raza es latente.

Una mujer (Diana Kruger) pierde a su marido y a su pequeño hijo en un atentado terrorista. El esposo era judío. ¿Quiénes fueron los que asesinaron a sus seres queridos? Una pareja de alemanes neonazis. En qué año está contextualizada la peli: 2017.

Esta película estuvo entre seleccionada entre las candidatas para la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado.

En el 2012 la película de Vinterberg estuvo también entre las posibles ganadoras.

Quizá lo más relevante del arte y sus diversas expresiones sea aquello: el poder de confrontar nuestras ideas, de replantearlas y mostrarnos cosas que no veíamos antes.

VI

El cantautor español Joaquín Sabina, en el preámbulo de su famosa canción 19 años y 500 días, dijo algo muy interesante: “Cuando yo era joven no existía ni Twitter, ni Facebook, ni Hashtag, ni la puta que los parió…”. El público, al escuchar aquellas palabras, aplaudió y rio con mucho desparpajo. Y pues tenían sus razones, ¿no? Estas Redes Sociales permiten, como nunca antes, comunicarnos y establecer relaciones con las personas que queramos en el momento que queramos. Informarnos, aprender nuevas cosas, democratizar la cultura y acceder a muchos otros beneficios. Pero también permite engañar con mayor facilidad – las cifras de trata y tráfico en el mundo crecieron con la invención de Facebook –, insultar y dañar la imagen de las personas – la famosa posverdad está ahora incluso en el diccionario – y, lo peor de todo, agredir y relegar a las personas en la “vida real”, fuera de estas redes.

Cada vez es más alarmante cómo se procede a descalificar, denigrar y humillar a las personas que publican, en su derecho a la libertad de expresión, cómo apoyan ciertos movimientos o que no necesariamente opinan como los demás – conozco varias historias de amigos y amigas que, por no defender “la causa” de sus grupos de feministas radicales o políticos fueron ofendidos e incluso amenazados por los integrantes de los famosos grupos de WhatsApp –.

La peor hipocresía es aquella que pretende defender los derechos de unos a costa de los de otros.

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