En Bolivia las reglas de juego están hechas para favorecer al poder ejecutivo, es decir, el presidencialismo como forma de gobierno tiene los arreglos institucionales suficientes y necesarios para que el partido oficialista haga de las suyas y más aún si tiene mayoria en el parlamento, como lo hizo el MAS por más de una década.
En el caso del gobierno de Jeanine, a pesar de contar con un minoría en la Asamblea Plurinacional, dichas reglas le son favorables para tomar acciones políticas concernientes a los intereses del grupo de poder ( ej. volver a posicionar a un ministro censurado), y al mismo tiempo hacer campaña electoral disfrazada de gestión pública.
Es el reflejo de la metáfora: la cancha inclinada, cual ha servido para aupar gobiernos populistas (sirvió al MAS hasta el 2019 y hoy le juega en contra, a pesar que saben muy bien cómo funciona su mecanismo político).
Por su parte, CC y Creemos, son quienes, por ahora, se ven mayormente afectados por esa inclinación, pues entran a la competencia con menos recursos de poder y bajo reglas de juego hechas para neutralizar al adversario político. ¿ Azares o tramas de la política?
En síntesis, Juntos está aprovechando satisfactoriamente la casa amoblada dejada por el MAS, pero estos todavia disfrutan de lo que pueden en su patio trasero y algunos cuartos oscuros y misteriosos. Los otros, CC y Creemos, son, digamos, los pobres sin techo que la están peleando en la calle a su manera. Pero como nada está dicho, además que la casa es grande y la cancha es flexible, pueden ocurrir sorpresas.
En conclusión: las viejas prácticas políticas están más vigentes que nunca, sólo han cambiado las caras y caretas.