De: Porfirio Alanoca Apaza / Inmediaciones
La actividad política siempre se ha guiado por causas reales, locales y extra locales (marka irpirinakaja sapa kuti anka amuyupampi mankha mayja amuyupampi sarnakapje). En nuestro país esas causas son efectivizadas, ejercitadas, a partir de interpretaciones y representaciones individuales-corporativas que se resumen en una ideología con pretensiones de solución a los problemas históricos irresueltos. La veracidad, o el grado de veracidad de una ideología dependen de la posición que ocupa el individuo y el grupo en la sociedad no-armónica. Esa posición, polarizada de la sociedad, en el ejercicio político, se lo define como derecha o izquierda. Pero ¿será correcta esta afirmación? ¿Qué elementos implican y definen la actividad política?
En rigor, y en primer lugar, es la realidad histórica la que debe determinar los problemas y las soluciones. En esa línea, la actual coyuntura política es fruto de la crisis social desatada el 2003 (ch`ajwanaka naira maranakataw utji), debido a causas implantadas a nivel internacional (el neoliberalismo). Las consecuencias se reflejaron en crisis que ocasionaron el vaciamiento del poder político en la administración del Estado, en la sustitución de una «clase» por otra. Sin duda, el ejercicio o los recursos de persuasión utilizados en el proceso actual, y la precedente, guardan relación con intereses materiales e ideológicos detectables en el ejercicio político.
El accionar desde el Poder Legislativo, al margen de la diferencia cuantitativa, se adscribe a lineamientos que apoyan las actividades del Poder Ejecutivo, (khitinaka aka marka apnaqirinakaja pusi chijllasitampiw ut`asi) A esos poderes se atienen el Poder Judicial y ahora el Poder Electora, pero ¿Cuáles son los móviles que determinan el ejercicio de estos poderes? ¿Cómo se explica la debilidad de la derecha? ¿Cómo se explica el poder de la «izquierda»?
Si se acude a los antecedentes (naira pachat) se verá que el neoliberalismo es centralmente la no intervención de Estado en el quehacer económico o también llamado desregulación, este hecho tuvo su repercusión, fundamentalmente en las actividades de los grandes negocios como el gas, la minería y otros, eso concitó, desde antes con la plata y el estaño, la presencia de empresas transnacionales (jan uñt`atanaka aka markanak irnaqapji). Actualmente, con la sustitución de la vieja clase, estás empresas foráneas continúan en la misma actividad, al amparo de nuevas condiciones más favorables, ello explica por ejemplo el empleo de la palabra «Corporación» que se adscribe a la sigla YPFB, o la reversión de regalías a alcaldías y universidades, por concepto del impuesto a los hidrocarburos utilizados como «Incentivo a las inversiones», es decir favorable a las transnacionales, ni que decir de las actividades en la mina San Cristóbal en Potosí. Ello indica la persistencia del neoliberalismo.
Relacionado con aquello, está la ideología como otro móvil que efectiviza la actividad transnacional. Esta actividad, amplificado desde diversos lados se asienta en una concepción unilateral Heideggerina[2] y Nitzcheana[3] como parte de un conjunto de elementos que configuran la ideología contemporánea, esto explica la actividad política del «Capitalismo de Estado contemporáneo», es decir se adscribe a la actividad actual formal predominante en el mundo (jan uñt`atanaka yaqha amuyir jaqinakampi chikt`ata aka pacha apnaqapji).
Aquellas ideas, producto de teorías subjetivistas, detectables en el contexto de la realidad social boliviana en lo material y espiritual son coincidentes con el denominado «Mandato Revolucionario de las Fuerzas Armadas»[4]. En suma, la actividad económica, política e ideológica son algunos de los elementos que hacen posible el accionar material y espiritual de la clase que sustituyó a la vieja administración; sin embargo, todo ello se sintetiza en un programa político e ideológico contemporáneo (aka marka manqhansti qhiti jark`asiri markasti irpirinakampi kipkakiw amuyapji ).
Un ideología es canalizada por diversos medios, su finalidad puede ser encubierta o abiertamente desplegada; los factores para este despliegue o ejercicio suelen ser detectados en la historia o en el análisis crítico -ojo análisis serio, exhaustivo- pormenorizado, comparativo y necesariamente objetivo.
En la etapa actual, que le corresponde vivir a la humanidad, la característica central de los hechos en el contexto social local es observable y no observable a la vez, lo cual significa que las apariencias se imponen al razonamiento. Debido a los móviles mencionados, en base a teorías también señalados, se ha hace frecuente el vaciamiento conceptual de todo lo logrado por la humanidad, o en último caso simplemente se la tacha de arcaico o en desuso. Esta forma de proceder configura a una definición conceptual arbitraria, que descarta la realidad: es la hora del sentido común, del conocimiento intuitivo[5] y, de trastocar los conceptos. Esto explica el uso arbitrario de conceptos como izquierda y derecha y muchos otros que se imponen en el contexto social (aka markanaka yuriri amuyupampi yaqha lurawinaka ut`asi).
Sin embargo, en la realidad, la persistencia de una estructura social modelada local y extra localmente, la estructura, lo creado históricamente, contradice la aplicación conceptual arbitraria. Esa realidad de la práctica política se traduce en un programa, o como se lo denomina «plan». En este «plan» (Constitución Política) se reglamentan las actividades legales que deben ser, y son desarrolladas, por el capital local y extra local, por eso se justifican las contradicciones discursivas respecto de la realidad, el cuidado retórico de la madre tierra y la afectación real de la misma. En suma, el programa de la derecha desplazada, es realizado por la izquierda, acorde al capital contemporáneo; es decir, a la derecha se le arrebato el sustento discursivo y de práctica real para beneficio local y extra local de los grupos de poder económico individuales y corporativos (jichhja pachaja nanaka wali uñt`asiñawa chiqa amuyumpi).