E. Caballero nos recuerda que “Cuando los conductores del pueblo, por si solos, disminuyen su estatura intelectual y moral, y se entregan al mezquino sentimiento de los “generales” que se disputan el botín, la herencia total se despedaza en un puñado de patrias pequeñas. De aquí en adelante, conductores cada vez más ruines ruedan por el precipicio de las antipatías personales, dando nuevas fronteras dentro de cada patria, a nuevas alinderaciones del odio y a un más estrecho ámbito moral”
El odio es un sentimiento que por definición nos lleva a disociar, a separar y a destruir. El racismo es casi siempre velado y embravecido; esconde su verdadera intencionalidad.
A lo largo de estos últimos tiempos, las contradicciones entre k’aras e indios, son esgrimidas para mover las pasiones -del odio y racismo- de una y otra parte del pueblo. Los discursos, hechos y actos políticos que exacerban la frustración de quienes se ven desfavorecidos por los procesos históricos, generan comportamientos hostiles y mezquinos contra quienes no son como ellos -por ejemplo: “el desprecio por… es el desprecio a las polleras, es el desprecio al color de piel…- no condice con los elementos básicos de una democracia real y la conducción patriótica de un país.
Para los ideólogos del nuevo sujeto histórico -campesino, indígena, indio, originario, de quienes nadie desconoce la recuperación de su dignidad e identidad, de sus aspiraciones y de sus derechos humanos y políticos fundamentales- les es conveniente utilizar en la retórica política el odio y el racismo como fuerza política. “Los ideólogos contingentes, han migrado de la reivindicación de la plusvalía a la diferencia en la cantidad de melanina”.
El odio que se instrumenta en el “racismo institucionalizado y político -penetra la vida de las instituciones, seleccionando quienes deben participar de ellas y quienes no, por exclusivas razones raciales…”- puede descender al terreno de la venganza, la injusticia y el escamoteo. “Las ideas racistas, ya no son solo de grupos marginales o selectos; impregnan la vida política”.
El odio y el racismo en el contexto político están de manera directa controlados y dirigidos por objetivos: Tomar el poder político o reproducir el poder. Entonces surge una interrogante ¿”La democracia estará amenazada por ideologías racistas y conductas autoritarias?”.
Caso, los conductores -elegidos democráticamente- acaso se olvidaron del significado de patria, patriota y patriotismo. Se olvidaron que patria es compartir con el otro nuestros orígenes y nuestra tierra. Se olvidaron que patriota es quien ama servir a su patria. Se olvidaron que patriotismo es un valor de identidad, pertenencia y hermandad.
En consecuencia, también se habrán olvidado del compromiso humano-social asumido: Servicio, solidaridad y responsabilidad que implican amor, honestidad, fraternidad e integridad que son propios de todo ser humano sano y comprometido con sus semejantes.
El odio racista no debe ser parte de nuestra vida porque traerá desconfianza, la desilusión, la destrucción y la muerte
Oscar Heredia es docente emérito de la Universidad Mayor de San Andrés