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Creo en el milagro
de tu cuerpo interrogante
que acerca océanos de incertidumbre
para adormecerme entre sus aguas
Sé de la remota contingencia
de tus labios
que besé como besé tus muslos
en la seducción profana de la noche
Nunca fuimos una resolución
de premios y castigos
sino de consecuencias
Nos elegimos así y así nos encendimos
Una serie de eventos desafortunados
Mientras la vida nos conduce lenta
hacia lo inevitable
Caronte no da la cara
pero exige dos monedas
y no permite deudas
Pedro el pescador nos ve pasar
mientras su amigo el profeta
que multiplica panes y pescados
nos bendice
ya ves no importa lo que digan
siempre nos juzgarán a partir de su historia
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Cuando tus ojos
caen a mis ojos
como cae la tarde
y vuelve rojo al bosque
se funden las miradas
con la luz verdadera
y las flores nocturnas
sacian nuestros recuerdos
con trazos de tu perfume
el niño que me habita
se refugia asustado
en el vértice más austral
de tu sonrisa
y te miro dormida
lejana y despeinada
y mi voz no te alcanza
pero digo tu nombre
despiertas y te abrazo
como abrazando al mundo
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No es que me haya olvidado
el camino de regreso,
ni que la luna me haya cautivado
con su brillo.
No es el miedo a volver,
ni al desencuentro,
ni a la pavorosa oscuridad nocturna
del destino.
A veces es normal forjar ausencias,
el tiempo y la distancia ofician de testigos.
Volver es una forma de llegar,
y para volver es menester, primero,
haberse ido.
Me gusta caminar y andar la vida,
aprender lo desparejo del camino,
vivir todo lo que me pasa, porque pasa,
para, después, poder contárselos
a mis amigos.
No es que me haya olvidado
el camino de regreso,
es que la vuelta es larga y ando lento.
Sé que detrás de la puerta
alguien me espera,
alguien que contará mi historia
si no vuelo
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En el camino
de Biraul a Darbhanga
se ve gente
cada vez más gente
Pasa un rebaño de búfalos
conducido por un anciano
y un joven
Pastores trashumantes
Bengalíes que caminan leguas
orando para que regrese el monzón
Hay niños llorando
hay médicos sin frontera
hay mujeres
todos piensan
que no tienen nada que perder
Una nena duerme
sobre el lomo de un búfalo
sus piernas sobre el cuello
su cara en las ancas
Un hombre mayor
camina a la par
por la carretera
sin apurarse
sin apartarse
ametrallado por las bocinas
parece no importarle
quizás vaya distraído
o tal vez sea cierto
y no tenga nada que perder
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El último rayo de sol
en una pared de calle Pellegrini
acá en Rosario
alguien que pasa
enarbolando una sonrisa
Clear abre su bar
típicamente americano
y suena the stranger, de Bily Joel,
en la 628 street de Nueva York
Un hombre cosecha
una flor de loto en Okinawa
para llevársela a su amada
en Yucatán
Hay caballos corriendo libres
en las praderas de Tuva
al norte de Mongolia
Un tren anuncia su partida
en la estación Komsomolskaya
de Moscú
Una dama de Tainán sonríe
por una mirada insinuante
Mientras, un mimo
de Monmartre
alegra a unos niños turcos
que lo asedian
En Holanda, mi amiga Marion
decora la sala con tulipanes rojos
de su jardín
Alguien hace una llamada
romántica en Perú
y se sonroja
En una plaza de Yacuiba
una joven lee poesías
de Cé Mendizábal
Una cantante carioca
endulza la noche, en una playa
de Brasil, con una bossa-nova
Y yo aquí,
en algún lugar del mundo
sin saber quién soy
porque he perdido
tu mirada