De: Iván Jesús Castro Aruzamen / Para Inmediaciones
La soledad del hombre y su estar en el mundo, además de su búsqueda de autocomprensión, no solo ha sido un trabajo de la reflexión filosófica –junto a la teología, que se han planteado desde sus inicios preguntas, las más de las veces sin una respuesta contundente; pues, la respuesta ha sido siempre otra pregunta–; sino, también desde el campo de la estética, el arte, y más propiamente desde la narrativa. Los novelistas del siglo XX, por un lado si bien han tratado de innovar las formas de abordar los temas, han tratado de acercarse a la experiencia humana de la existencia de la manera más profunda, porque la subjetividad humana es una de las dimensiones privilegiadas, desde donde comprender al hombre y su experiencia en el mundo. La literatura en ese sentido, a través de la novela, ha logrado retratar al hombre del siglo XX, sumido en la soledad y perdido en los ajetreos del desarrollo y la cada vez más complicada sociedad de fin de siglo. Y Graham, Greene, es uno de los novelistas ingleses de mitad de siglo XX, que no ha sido ajeno a la creciente soledad interior del ser humano, a pesar de la ruidosa concentración humana en la grandes urbes del planeta.
Contexto literario y político
Graham Greene (1904-1998) fue uno de los mejores escritores del siglo XX. Y uno de los más universales de la narrativa inglesa de la posguerra. El clima en el que se desarrolló la literatura inglesa desde los años de la segunda Guerra Mundial está marcado profundamente por la melancolía. En el caso inglés –y en casi todos los países europeos– los escritores más destacados fueron remplazados por otros no tan grandes. En estos años muere James Joyce y Virginia Woolf; el silencio de T. S. Eliot era evidente. Por otro lado, Inglaterra fue el único país europeo que luchó contra la Alemania nazi de Hitler desde el primer al último día; esta larga contienda dejó al país exhausto y con la conciencia de que pasaba al último lugar en el enfrentamiento mundial. Cabe mencionar más allá de la política económica y política exterior de Inglaterra, tras la guerra se experimentó dentro de la cultura inglesa un retorno hacia una nacionalización de la cultura. Para muchos ingleses hacer la guerra (warfare) condujo a realizar y poner en práctica el Estado de bienestar (warfare state) y que años posteriores será uno de los postulados centrales de la política democrática del mundo occidental. Otro hecho fundamental del ambiente melancólico inglés, en 1953, fue la coronación de Isabel II que visualizará un nuevo rumbo, el deseo de dejar atrás los años de crisis y austeridad.
En el campo de la literatura las tendencias serán diversas; por ejemplo, Dylan Thomas muere en 1953 bajo los humos del alcohol; su poesía crecerá en dimensión tras su muerte; Amis y Conquort, lanzarán en 1956 un movimiento denominado The movement, el cual representó un regreso al conservadurismo de Hardy, pero, al mismo tiempo, nació todo interés por la tradición cultural. Los famosos jóvenes iracundos (Angry Young Men) tampoco representarán ninguna crítica concreta. En el teatro los años de la posguerra están teñidos por una agitación cultural dentro del existencialismo y el absurdo, una especie de trasplante de Ionesco y Beckett, una suerte de nihilismo existencialista de la mano de Pinter. Aunque en la década de los 70, entre el regreso a la cultura y la experimentación existencialista, un sentimiento evidente se abate sobre la literatura inglesa: el pesimismo histórico, no solo como vacío e incomunicación, sino una sensación de final de época. C. P. Snow, lanzará la idea de las dos culturas para marcar el signo de la desesperanza, tan característico de la sociedad inglesa de los años 70.
La literatura inglesa de la posguerra, en medio de un ambiente de austeridad y desesperanza e ideológicamente con una izquierda tratando de aferrarse al modelo de una nueva época. Dentro de las muchas tendencias de esta época, los narradores de problemas, Graham Greene o George Orwell, constituyen una de las expresiones más altas de la literatura inglesa y mundial. En este ensayo, quiero avocarme dentro de la extensa obra de Greene, a su paso por el río de la Plata y su llegada a Asunción, final de viaje de ese periplo de Henry Pulling, personaje de Viajes con mi tía, novela publicada en 1965 (Travels With My Aunt), perteneciente a la última etapa de la narrativa greeneana. Graham Greene fue un converso católico desde 1926. En Greene se notará de manera gráfica el desnivel que se produce en los novelistas ingleses de la época; por un lado su saber y talento literario, por otro, el valor creativo de sus obras. Así, el mismo Greene, distinguirá sus novelas propiamente dichas y aquellas que tienen un afán nada más de entretenimiento, sin por ello abandonar la habilidad organizativa del texto. En Greene, sobresale de manera explícita, en toda su obra narrativa, la buena calidad estilística, la cautivadora organización dramática del argumento y la intensidad de la problemática moral. Por ejemplo, en El poder y la gloria (The Power an the Glory), el despiadado estudio de un sacerdote degenerado y disoluto en medio de la persecución mexicana de la guerra cristera. Greene, muchas veces manifestó que fue durante sus viajes donde recogió el material para sus novelas. En este sentido Greene fue un incansable viajero. Solo el año 1957 recorrió más de 70.000 kms. Fruto de estos viajes por el mundo, publicó tres libros de viajes: Journey Wit Hout Maps, The Lawless Roads y In Search of a Character.
Perplejidad y soledad en viajes con mi tia
Los personajes de Viajes con mi tía, Henry Pulling, un empleado de banco a punto de retirarse después de 30 años de servicio y Augusta (tía de Henry) mujer de vida libre, soltera y con toda una serie de hechos sobre sí, emprenden varios viajes por diferentes partes del mundo, como Nepal, Roma, Estambul, etc. Hasta que finalmente se embarcan hacia Sud América, pasando por Buenos Aires hasta terminar en Asunción. La narrativa de Greene, en Viajes con mi tía, es la muestra clara de la novela de problemas con un tono intimista. ¿Cómo inicia su periplo Greene por uno de los ríos más navegables del continente?: «Eran las ocho de la mañana de una día de Julio. Por un desgarrón de las nubes sobre el rio de la Plata se filtraba un rayo de sol, proyectando la única estría plateada sobre las tristes aguas […] Tenía por delante un viaje de cuatro días, por el río de la Plata, el Paraná y el Paraguay, antes de reunirme con mi tía». Así retrata Greene la primera impresión de este su viaje cuya estación final será Asunción, la mita kuña porá (mujer bonita) del río Paraguay.
Para Greene, las tierras americanas, ya presentes en El poder y la gloria, ahora, países como la argentina, Uruguay o Paraguay, son estados raros y curiosos: «Quiero tener a mi lado a un miembro de mi familia en quien pueda confiar en este país bastante curioso». «No tenían jerez, de modo que pedí un Gin-Tonic. Pero el gin era argentino, a pesar del nombre inglés, y tenía un gusto raro». Esta fue siempre la mirada europea desde tiempos de la colonia desde Europa hacia el resto del mundo. Lo curioso, lo raro, el exotismo fueron paradigmas occidentales para mirar al otro, como el Nuevo Mundo, hasta el punto de encubrirlo. Pero, también, más allá de esta percepción, Greene observa una de las contradicciones que hasta ahora no ha cambiado mucho, tanto en pueblos y ciudades latinoamericanas: la desorganización y males que han hecho mella en la conciencia social, la corrupción: «No hay otro sitio que valga la pena en este viaje. Corrientes no está mal, si no tiene usted que pasar la noche. Formosa… un basural. Solo van los contrabandistas, aunque hablan de pesca». Hace unos años cuando pasé por Asunción y pregunté al taxista sobre las cataratas del Iguazú, me respondió lo mismo que James O’Toole a Henry Pulling: «–¿Visitará las cataratas del Iguazú? Va mucha gente. Si lo hace, alójese del lado brasileño. El único buen hotel». Pero, al mismo tiempo, Greene observa en su travesía por el rio de la Plata, todas las carencias de los más desposeídos y marginados de la sociedad, carencias que los gobiernos a pesar de la buena voluntad no han logrado solucionar: «Hago investigación de tipo social. Ya sabe usted qué tipo de cosas, Henry: el costo de vida, la mala alimentación, el porcentaje de analfabetismo…» Y el aumento de la violencia, la falta de vivienda, salud y educación, en suma, pobreza generalizada. Existen pueblos en la Amazonía, por donde pasa la línea limítrofe, dividiéndolos en dos mitades y hasta se habla de triple frontera. Greene dice: «A cincuenta yardas de la Formosa argentina, a través del río, estaba el otro país, empapado y vacío».
¿Cuál es el Paraguay con el que se encuentra Greene? ¿Ha cambiado ese paisaje pesimista y exótico de hace 40 años atrás? Greene se encuentra con un país sumido en la dictadura, el contrabando: «–He oído hablar sin cesar del contrabando ¿Qué es lo que contrabandean? –Es la industria nacional del Paraguay –dijo– Produce casi tanto como la yerba mate. Y mucho más que dar refugio a criminales de guerra con depósitos en los bancos suizos. Y muchísimo más que mis investigaciones de mierda… –Pero ¿qué es lo que contrabandean? –Whisky escocés y cigarrillos norteamericanos. Hay que conseguir a un agente en Panamá que compre al por mayor y mande las mercancías por aeroplano a Asunción. La mercancía lleva el rótulo “artículos de tránsito”, ¿comprende? Hay que pagar un impuesto mínimo en el aeropuerto internacional y después la carga se traslada a un avión privado. Le sorprenderá ver cuántos Dakota privados hay en Asunción. Entonces el piloto cruza el río hacia Argentina. Aterriza en alguna estancia, a pocos cientos de kilómetros de Buenos Aires […] En las tiendas de Asunción pueden comprarse whisky escocés más barato que en Londres y los chicos venden por la calle cigarrillos norteamericanos a precio de costo. Lo único que necesita es un bote y un contacto».
Pero, también, Greene, como todo agudo observador, recurriendo a la fina ironía, denuncia la violación de los derechos fundamentales por el régimen de Stroessner: «Es muy fácil desaparecer en Paraguay… y ni siquiera se toman el trabajo de hacerlo desaparecer a uno. ¿Quién va armar un escándalo por uno o dos cadáveres? El general mantiene la paz: eso es lo que la gente quiere, después de la guerra civil que tuvieron. Un muerto no alarma a nadie. No hay pesquisidores del crimen en Paraguay».
Sin duda, el subdesarrollo, la miseria, el atraso, la marginación, entre otros factores han sido los rasgos comunes a nuestras sociedades latinoamericanas; ya desde los inicios de la vida republicana los estados no pudieron mitigar el sufrimiento de miles y limes azotados por la pobreza; y quienes más sufren este orden injusto en nuestras sociedades han sido, niños, mujeres, ancianos, campesinos, indígenas. Greene ve todo esto y de manera dramática en las cercanías de la capital paraguaya: «Vi rojos acantilados acribillados de cuevas que parecían panales. Chozas ruinosas vacilaban al borde mismo de los acantilados. Niños desnudos, con los vientres enormes de la subalimentación miraban el barco que pasaba como si hubiera sido un hombre ahíto que regresara a su casa después de una comilona, con los breves eructos de la sirena. Sobre las chozas, como un castillo medieval sobre una mísera aldea de barro y paja, los grandes bastiones blancos de Shell».
Paraguay vivió una continua inestabilidad política, caracterizada por golpes militares, una guerra civil (1947), intrigas y cambiantes alianzas entre militares y civiles. El general Alfredo Stroessner llevó adelante una de las dictaduras más largas de América Latina: 35 años. Greene lo cuenta así: «enemigos arrojados desde aviones a la selva, cadáveres empujados hacia la costa argentina de los dos grandes ríos, con las manos y pies atados con alambres […] –No en este sitio. Mañana puede dispararte un policía en la calle porque no ha entendido el guaraní o puede acuchillarte un hombre en una taberna porque no sabes hablar español y él cree que estas burlándote de él». Las dictaduras sembraron no solo el terror en los ciudadanos sino, al mismo tiempo, la inseguridad, la falta de respeto a la dignidad humana; y Graham Greene, se hace eco de este ambiente en el Paraguay de Stroessner.
Para Greene que tan bien ha sabido retratar el Paraguay del General Stroessner, el mayor dictador de los 70, Asunción, constituye la estación final de su travesía por el rio de la Plata. Muchos amigos paraguayenses, coincidirán conmigo, que lo retratado por Greene, a pesar del paso del tiempo, muchos de los rasgos apuntados por él en Viajes con mi tía¸ continúan siendo el azote de ese pequeño país mediterráneo, cuya única vía de comunicación con el Atlántico es el rio de la Plata; pero, el contrabando, la corrupción, la componenda, la inseguridad, la violencia armada y política, no han cesado. Y Greene como todo excelente narrador, no fue ajeno a estos problemas sociales, en ese viaje de cuatro días por el rio de la Plata y el final del mismo, Asunción.
Conclusión
La narrativa de Greene, rica en descripciones y al mismo tiempo sugerente en crítica e imágenes cotidianas, en su viaje por el río de la Plata, retrata de manera precisa las carencias, la realidad, los absurdos, y de manera jocosa, más no por ello, mordaz, de la dictadura del General Stroessner; por supuesto, Roa Bastos en Yo el Supremo, dejó en evidencia toda la historia de esa dictadura longeva en America del Sur. Finalmente, queda constatado en Viajes con mi tía, que el novelista inglés, fue un agudo observador. Si evidentemente, existen pruebas jurídicas de su pasó por el rio de la Plata, no tenemos constancia, pero está ahí su narrativa de problemas como testimonio de ese periplo por tierras sudamericanas.
Iván Jesús Castro Aruzamen es filósofo, teólogo, poeta y escritor