Santos Domínguez Ramos
Conjuguemos las aguas tamicemos sus hebras
nombremos las Palabras
en las que aún creamos
pronunciemos un conjuro poético
para que el mundo sane
y de las grietas brote el líquido arbolado
del hallazgo que nos restituye
a nuestra casa interna
frente a cualquier quebrantamiento
Con ese texto cierra Goya Gutiérrez su Conjunción de las aguas, que publica Ediciones Contrabando en su Colección Marte con un prólogo en el que Neus Aguado escribe que “inspirado en los libros sapienciales, este poemario se adentra en el misterio de la existencia, el único misterio insoslayable, junto al de la muerte, que viene a ser lo mismo.” Y por eso, concluye, “en esta casa transitoria, que es nuestra existencia, merece la pena tener a mano los poemas de conjunción de las aguas para que nos ayuden a comprender, aunque sea parcialmente, que la vida es simplemente un fluir, un dejarse impregnar de las aguas de la sabiduría. Como si fuera una música que regresa a su origen una y otra vez.”
En la nota final que cierra el libro a modo de epílogo, Goya Gutiérrez revela las claves interpretativas de Conjunción de las aguas cuando destaca la ambivalencia simbólica del agua: “principio, generadora y renovadora de vida, por una parte, y destructora y provocadora de muerte por la otra.”
Organizados en tres partes -Aguas, Contracorriente y Conjunción de las aguas, la sección que da título al volumen-, los textos de la primera abordan por un lado la fugacidad de lo líquido en el tiempo y por otro, la fuerza del agua interior y la necesidad de construir “cimientos individuales para que nuestra casa física y espiritual no nos sea arrebatada por el agua tempestuosa.”
Este es el poema que cierra significativamente con ese aprendizaje de lo huidizo y la pérdida esa primera parte:
Aprender que quizás solo eres
una simple invitación de alguien desconocido
en ese misterioso eslabón de la sucesión cósmica
y así ligera algo también difícil de lograr será encontrar
un antídoto contra el deseo de que
tus mejores pasos dejen alguna huella en este mar
o en esta tierra para pararse y vaciarse
en la contempladora paz de algún orden secreto
más allá de visibles estrellas
más allá de sus constelaciones líquidas
Referentes como el amor, la naturaleza, la poesía o la belleza se convierten así en ejes centrales de la resistencia a contracorriente. Una resistencia en la que la palabra poética funda escenarios desde los que asumir la imperfección o la muerte como parte de la vida y sus márgenes fluviales:
Palabras resistentes y livianas
hacia el centro del río celebrando
que el fragoroso fuego que el fragoroso ruido
de la intransigencia del quebrantamiento
al final son vencidos por lo que vivifica:
la constancia verbal
en las aguas que tenaces las fecundan
y liberan de lastre piezas de una verdad
que cada una guarda en su interior