Bajo la premisa de que Latinoamérica ha dado un giro a la derecha (gobiernos de Bolsonaro, Macri, Duque y Piñera) y la situación crítica de Venezuela (social y económica) gobernada por un presidente con discursividad decadente (se comunica con los pájaros y viaja en el tiempo), es pertinente suponer el giro pragmático de Morales Ayma mediante la prosecución de movimientos tácticos para estabilizar el año de gestión que le queda y así generar condiciones necesarias para vender su imagen en la campaña que oficialmente arranca desde el 27 de enero.
Varios hechos sugieren la conjetura planteada: visita de Evo Morales al Brasil con motivo de la posesión de Bolsonaro; la foto que evidencia su reunión fraternal con empresarios cruceños en los primeros días de enero del 2019; y entrega de Cesare Battisti al Gobierno italiano.
Más aún, en la entrevista realizada a Morales Ayma por El Deber (20 enero 2019), se pueden identificar algunas frases de su discursividad pragmática predominante, a saber: “cuando no hay coincidencias ideológicas con los presidentes de países vecinos, es mejor negociar con su sector privado.” “Respetamos. Democráticamente ganó, por el voto del pueblo brasileño, uno que ostenta el modelo neoliberal. Se respeta. Sin embargo, con los privados brasileños ya negociamos, porque es una necesidad. Siempre he dicho que debemos complementarnos respetando nuestras divergencias y diferencias.”
Sin embargo, mientras el oficialismo juega con movimientos tácticos a escala interna y externa para contener sus articulaciones políticas, aunque con el precio, según algunos intelectuales de izquierda, de dejar de lado su supuesta “moral revolucionaria”, y repitiendo hasta el cansancio su narrativa sobre la estabilidad política y económica y la inclusión social; algunos actores del campo opositor se mantienen con el discurso de la defensa de la democracia (21-F) y las denuncias de la corrupción del gobierno del MAS.
A pesar que la narrativa del CONADE, los Comités Cívicos, Agrupaciones Políticas y algunas plataformas ciudadanas no es unísona porque también están compuestas por actores radicales y moderados, coinciden discursivamente en que las candidaturas Morales Ayma-Garcia Linera no son legales. Ello no se puede reconocer como la construcción de un bloque unificado, pero sí, que hay una base de entendimiento en torno a la necesidad de cumplir con las reglas de juego para salvaguardar la democracia.
El discurso es acción política. Cuando Víctor Hugo Cárdenas plantea “nuestra actitud ante las primarias es que vamos a cumplir la ley y haremos una votación simbólica, habilitando una mesa en Cochabamba y otra en Sucre y en cada una de ellas depositaremos un voto, pero no será ni mi voto ni el voto del candidato a vicepresidente” (El Deber, 21 enero 2019), está sugiriendo un No pero Sí. Está entrando al juego prohibido y lo que es peor, con tibieza, con un discurso-acción intrascendente para la coyuntura política.
Insisto, es una ingenuidad política creer que Morales y García no irán de candidatos en octubre. A pesar de todas las argumentaciones jurídicas válidas, la maquinaria del Estado que ellos dirigen va en sentido contrario.
Mientras desde el campo opositor se invita a imaginar en una suerte de democracia paradisiaca (independencia de poderes, respeto a reglas de juego, estado de derecho); el oficialismo ejecuta sus movimientos tácticos saltando todos los impedimentos para seguir reproduciendo el poder y planteando posverdades a diestra y siniestra: “perder la “batalla” de las Elecciones sería como volver a los tiempos de los españoles” (Vicepresidente García Linera), y lo que es más irónico, tomando a veces con humor los movimientos del campo opositor.
Bolivia atraviesa una suerte de autoritarismo electoral: ganar elecciones con votos, sin independencia de poderes, congreso como instrumento del presidente y tribunales de justicia dominados por el poder político (Lagos, 2018); en este sentido su giro pragmático es una aplanadora. Sólo el voto puede quitarle el combustible, no los sueños paradisiacos.
José Orlando Peralta B. / Politólogo