La orilla del lenguaje
Abórtame
Dánae
Ésta es la orilla del lenguaje
Me he tocado por todas partes Y no me convierto en oro.
Cómo destruir a tu padre: la sangre que engendras tiene impura la tinta de los dioses.
Desde tu torre cautiverio que soporta toda lluvia arrójame al río yo me iré con la palabra al mar.
Aquí Solitario En el agujero fatal de los sueños (gestación enfermiza)
los muertos Dánae ocupando las paredes de tus entrañas han descubierto mi ojo desnudo su monstruosa formación sin cejas.
Una música mágica llega desde el Asia en un Círculo de pequeñas palabras lágrimas de imagen que bañan tu vientre mi cálida esfera limitante.
Los soldados de Minos han entregado las lanzas y la tierra se ha cubierto de frases uno tras otro los verbos han sido separados. Está inmóvil la caballería los estandartes apilados sobre el lienzo ya no quedan colorantes y el negro garabatea las figuras. Esto me viene desde el tacto cuando tu líquido amado se agita y sé que lloras la impotencia de los cuadros.
Las salamandras detrás de las cortinas www.excéntrica.com.ar 11 te dicen los hechos de los nómadas sus arrogantes camellos la arena multiplicada y bajo la tienda la húmeda cópula de los amantes nada es cierto Dánae sólo las sombras que en el fuego traen.
Por el crepúsculo se reconoce el horizonte Una muerte más ¡procede! la acción será completa la obra inconclusa.
(de Errores compartidos)
II
Hincado sobre las laderas veo a los tuyos me veo, Amanecida y el silencio es una lámina la radiografía del pulmón perforado por el que aún respiras las angustias como en febrero cuando las torrenteras revientan y se llevan la ciudad entre la mazamorra brutal de las mentiras y las tejas junto a las paredes de las casas arrebatadas por el ritmo de las caderas cuerpo contra cuerpo espasmo tras espasmo hijo contra hijo y tú sin suceder, Amanecida.
Después escarbo con una pequeña rama sobre el limo de la historia por debajo del barro donde se encuentran dos ojos limpios como niños y allí estás otra vez gestual enraizada. Quisieras la profundidad hundirte dentro de ese abismo pero todavía gotea y los cauces que ha encontrado la lluvia se ven por todas partes entonces las vertientes de la montaña son una mano venero presta a tomar la cumbre crispada guardando el sexo interior de la tierra
Toda la circunferencia gira con las manos apretadas y los hombres derramamos santo alcohol sobre los surcos a ver si al fin te levantas, Amanecida brotando entre las peñas del vientre de las aguas desde la boca verde y abierta de las selvas ver tu forma brotar, Amanecida en la nieve singular en los lagos misteriosos de sal, Amanecida.
"Despierta, Daher" grita el tabernero mientras golpea las sillas de madera sobre las mesas entonces veo en las aceras el amanecer de la cara de los viejos apretada de arrugas como cañadones en un solo viento que contiene los mudos accidentes todas las geografías una mancha solar un espejo en el monte y ya no queda ni la escondida memoria de la ciudad que se habría derrumbado como un vértigo entre la noche de la que nadie sabe nada sino que pregunten aquí o allá en todas las encuestas.
Ahora ya no se ve pero las puertas de mis amigos están marcadas de sangre. En las calles toneladas de acero no han podido ser borradas ni con los detergentes de los demócratas que han bombardeado dineros para marcar las paredes unas detrás de otras cubriendo las páginas de los diarios y el universo de las pantallas multicolores. Arcas e infamia destinadas a cegar todas las bocas.
Aquí que silente una procesión se levanta entre las tumbas debajo de los catres de adentro de los roperos. Vestidos de adultos todos llevan copas han construido una sed de siglos que no se calmará ni con los ríos del Amazonas reproducidos en los cielos estrellados del altiplano. Las aguas tienen ruidos y peces y colores suben las secretas cachuelas trepando desde la íntima jungla hasta la cordillera infinita que es como el país sumergido visto desde las nubes lugar donde moramos porque nuestro es el aire devuélvannos el aire para respirar hasta que las carcajadas revienten y echemos a reír la suerte y te reconozcamos al fin Amanecida alma nuestra emergiendo desde todos los rincones como una inmensa marejada
(de Cantos desde un campo de mieses)
Ballena blanca
Y aquel descenso hasta la noche púrpura donde el ojo amarillo y feroz que mora el alma espera y muerde y escudriña con punta filosa incesante
-¿dónde estás?- pronuncia la angustiosa voz no la voz estentórea de la vida en mis celosos pulmones sino el viento viento de fuego del interior que no cesa en las cavernas del lenguaje.
¿Dónde estoy yo mismo? en qué espacio de mi cuerpo agitada, olvidada, vendida hay una pequeña avalancha de delicadas piedras y el agua las baña con su aliento.
Así desencontrado -¿dónde vas?- digo de pronto
niña vital musa de par en par cubierta flor ajena a todo tiempo
y yo que esperé en vez de entrar su líquida presencia su cuerpo inmaculado y descalzo.
¿Fuiste tú aquella breve lluvia?
nada solamente quedó el ácido severo del amor cotidiano que nos amarra a los días: y nos refiere demandas dinero, arroz, zapatillas sirias
y aquella otra mujer fugaz acaso mujer de sombra al acecho de mis actos no de mi ternura.
¿Es éste el modo del camino: obeso, viejo, aposentado gente común como todo el mundo?
Yo que un día soñé destruir la roca de Sísifo sigo empujándola en busca de la cresta mientras el mar se agita lidio en la tierra térrea en que se enciende la palabra: esa impostora el dudoso deleite de la intemperancia el horror de la cara ante el espejo y el sudor del trabajo y la vicisitud del desempleo: moneda corriente del infierno
actor, actor, actor todo en vano aguacero y silencio furia y destino como una ballena blanca imposible de cazar he regresado al crepúsculo inopinado traslúcido inaprensible del hombre de cualquier edad.
Y mientras tejo las horas con obras mortales humanas persigo todavía entre las hojas esa huella la tímida huella de la íntima hermosa -no existe mejor razón que la belleza. Entonces salgo a las calles soberana la luna para que turbio de alcohol finja el ánimo valiente y al fin última copa trastabillando entre la mesas pregunte vanamente al tabernero (deslumbrante ya la luz que se rompe sobre la alta claraboya) si ese rayo que mata fantasma diáfano es solamente la mañana cruel como elegante matrona cegadora, repetida, atroz
y no mi dama.
Leones encendidos
A flor que és, não a que dás, eu quero.
Porque me negas o que te não peço?
Ricardo Reis (Fernando Pessoa)
¿Qué es lo que hace hermosa a una mujer?
Su fragancia -dirán
el garbo elegante
esa luz matutina
un gesto inesperado
algo que raya en lo erótico sin dejar de ser inocente
Tantos argumentos para señalar al rayo.
Y en medio de aquellas
la núbil
“hálito de hojas tras la lluvia”
escribí en un anacrónico poema.
¿Cómo se dice a través de los versos
a una moza temprana
que se la desea? –no es amor ese grito áspero-:
(tus manos guardan las caricias de las ciegas
y en la sangre de virgen
vino de fuego y lengua sagrada de Orga).
Tal si fuese un trovador medieval
“Apacigua mis leones”
gritaba
porque yo quería que cante
que diga esos versos portugueses
“-tono hipnótico tu cuello
adivinada entrega tus caderas-“
garabateaba para informar que era bella.
Y la imaginaba –acaso por su nombreun profeta bíblico
capaz de apaciguar a mis leones.
Pero
¿qué son mis leones
si no esta enfermedad
por desear lo nuevo
lo puro
lo inteligente
el alma de una poeta
en el espigado cuerpo
de una novísima hembra posmoderna
desarreglada como al descuido
pero cuidando su traje
y sus labios bien pintados.
La flor que eres, no la que das, quiero.
Afirmaba
parafraseando a Pessoa
a sabiendas que no es ella
a sabiendas que la descalza
será otro tipo de historia
y que las mujeres deslumbrantes
desaparecen
cuando el trono de la dama
-esa que nos diste en el antiguo paraíso –dirá Gonzalo Rojas
ocupa todo su espacio
y mis leones desaparecen
entre sus brazos.
(de Territorios de Guerra)
Senda elemental
Sé que hay un sendero de recónditas piedras
por él asciendo hacia la fuente de aguas
al jardín secreto
ya no hay dolor
pero el aire está cargado de silencios
En algún lugar del cielo se produce un refocilo
tiemblo
huele a pan
y hay sonido de campanas
De repente siento miedo
un miedo ancestral
al centro de las cosas
como ocurre dentro de los cementerios nuevos
de tumbas abiertas
de tierra removida
de muertos por llegar
uno a uno desde los pueblos
Narciso
En la superficie del agua miro
subir a un ángel de violenta luz
en él me espero.
¡Ay!
las hojas del otoño flotan
me separan.
Ya voy
extraño compañero.
Biografía
Gary Daher (Bolivia, 1956). Poeta, narrador y ensayista. En poesía, ha publicado Poemas y Silencios (1992), Los Templos
(1993), Tamil (1994), Desde el otro lado del oscuro espejo (1995), Cantos desde un campo de mieses (2001, 2006), Oruga
Interior (2006), Territorios de Guerra (2007), Viaje de Narciso (2009), y Errores compartidos (1995), en co-autoría con Ariel
Pérez y Juan Carlos Quiroga. En novela, ha publicado El Olor de las llaves (1999), El huésped (2004) y El lugar imperfecto
(2005). En ensayo, ha publicado En busca de la piedra y el agua (2005) y en traducciones, poemas de Catulo y Safo en
Safo y Caulo: poesía amorosa de la antigüedad (2005).
Trabajos suyos se han reproducido en diversas antologías, diarios y revistas bolivianas y extranjeras. En 1976 recibió el
Primer Premio Jóvenes Escritores, en 1994, Primer Premio Nacional de Crítica Literaria Walter Montenegro, y en 2004 fue
nominado Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”.
Obras publicadas
Poesía
Poemas y Silencios. 1992: Edición del autor.
Los Templos. 1993: Editorial Arol.
Tamil. 1994: Edición del autor. 2006: Editorial Gente Común.
Desde el otro lado del oscuro espejo. 1995: Editorial Acción.
Errores compartidos (En coautoría). 1995: Editorial Acción.
Cantos desde un campo de mieses. 2001: Fondo Editorial Municipal.
Oruga Interior. 2006: Plural editores
Territorios de Guerra. 2007: Editorial Gente Común.
Novela
El Olor de las llaves. 1999: Editorial Nuevo Milenio.
El huésped. 2004: La hoguera.
El lugar imperfecto. 2005: Gente Común.
Ensayo
En busca de la piedra y el agua. 2005: Editorial La Hoguera.