Rodrigo Pacheco Campos
El contexto inmediato conduce inexorablemente a pensar a propósito de lo que se nos es dado desde los partidos políticos bajo la denominación de proyectos políticos. Como primer elemento es necesario recordar que se ha especulado bastante -y se lo sigue haciendo- sobre los componentes de la próxima elección. Mientras que algunos intelectuales incautos señalan aún que se disputa la díada autoritarismo-democracia, otros señalan que lo que estará en juego son dos maneras distintas de comprender y practicar la democracia, por un lado la democracia radical y por otro la liberal-republicana, otros por su parte señalan que la elección se disputará más bien en términos de restauración-continuidad – refiriéndose, claro está, a la forma de hacer política de los factores de poder en cuestión y a la representatividad de la que cuentan las distintas capas de la clase política-. Sin embargo, es fundamental pensar la elección también en términos de proyectos políticos, aunque para ello sea fundamental primero definir si es que dichos proyectos pueden ser considerados tales para luego entrever sus características.
Los proyectos políticos son, para Luis Tapia, diversos modos de pensar la articulación entre Estado y sociedad civil y las mediaciones de las estructuras políticas con los modos de desear, participar, demandar y proyectarse de los colectivos sociales. Para el filósofo boliviano la madurez de los sujetos políticos se representa en su capacidad de realizar proyectos políticos en dos niveles: tipos de Estado y tipos de regímenes políticos. Dentro de nuestro medio resulta complicado encontrar un proyecto político que contenga propuestas serias en relación a ambos niveles, los partidos se limitan a formular programas sobre la base de lo existente o bien critican lo existente sin realizar proyectos alternativos. Tal el caso de la crítica a la plurinacionalidad -tipo de Estado-, la cual no se enmarca dentro de proyectos políticos sino de nostalgia republicana.
Los proyectos son presentados a la sociedad como un abanico de productos para elegir y consumir y no como algo que convoque a la sociedad a participar en su creación. Es decir, se los presenta como si lo que estuviera en cuestión fuera la compra de una mercancía y no el hecho de «adelantar la realidad y prepararse a uno mismo y las condiciones exteriores para producirla»(Tapia, 1990), vale decir como si no fuera la manera de constituir racionalmente, en el plano de las ideas, la sociedad de acuerdo a valores y objetivos específicos. La pertinencia de esas reflexiones debe su vigencia a un modo de proyectar de los partidos políticos, en Bolivia, casi invariable en el tiempo. Dicho modo o modalidad de proyectar es denominada por Tapia como deductiva o descendente y, a su vez, monopólica y proautoritaria; ello quiere decir que en función y a partir de los objetivos y valores de un sujeto político les son atribuidos intereses y demandas a individuos y colectivos sociales de manera vertical, esto es de arriba-abajo, todo ello en función de los intereses del sujeto político en cuestión.
Estos procesos de proyección son restringidos y se encuentran alejados de una verdadera comunicación y participación de los sujetos sociales. Por ejemplo, el modelo de proyección descendente se representó cuando el Movimiento al Socialismo señaló que los candidatos para las próximas elecciones se elegirían desde Argentina, lugar donde la cúpula del partido reside. Aunque el ejemplo haga referencia al MAS queda claro que todos los partido políticos se manejan bajo la modalidad descendente, existe pues una suerte de ceguera que les impide ver que al otorgar verticalmente demandas e intereses a los colectivos sociales sin antes haber comprendido sus dinámicas ni sus horizontes de cognoscibilidad desvirtúan el proceso de creación de un proyecto político que responda a las necesidades y los intereses de los colectivos desde abajo.
De igual manera es interesante la confusión que se tiene en relación a la consideración de que los planes administrativos que presentan los partidos puedan ser considerados proyectos políticos. Dichos planes, que de ningún modo son proyectos políticos, responden más a deseos de poder o a improvisaciones de las élites para obtener el aparato estatal y, por ello mismo, se realizan al margen de la participación de la sociedad.
La vía inductiva o ascendente, para Tapia, es más bien la que articula las propuestas y la participación de los sujetos sociales por medio de la consulta y de procesos de intelectualidad colectiva. Sin embargo, sobran ejemplos demostrativos de la omisión de este tipo de modalidad dentro de nuestro sistema político. Los partidos políticos no demuestran ni siquiera una mínima pretensión de socializar su proyección política.
Ahora bien, una vez hechas esas consideraciones relacionadas a la carencia de un verdadero proyecto político por parte de los principales actores – entiéndase factores de poder- es pertinente señalar, siguiendo la línea teórica de Tapia y de Gramsci, que existen dos tipos de proyectos políticos diferenciados por sus objetivos y por la relación del sujeto político con la sociedad civil –y que uno de ellos específicamente parece responder a nuestro contexto-: proyectos de dominación y proyectos de hegemonía. Los proyectos de dominación, al contrario de los hegemónicos, no pretenden adquirir la dirección moral e intelectual y de hacer generales algunos intereses y demandas, sino que se proyectan únicamente por el control del poder y la sociedad.
El carácter excluyente de lo político en la inmediatez contextual conduce a señalar que lo que se busca instaurar desde los sujetos políticos son proyectos de consecución del poder y proyectos de dominación en los cuales no existen horizontes de inclusión ni de superación de las estructuras de dominación (en código étnico, patriarcal y de clase), las cuales, dicho sea de paso, no son ni siquiera interpeladas por los partidos políticos, o lo son como discursos vacíos que pretenden capitalizar el descontento sin atender las causas estructurales que lo provocan.