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Literatura y vida: El misterio de la belleza

Iván Jesús Castro Aruzamen


A Elena, siempre

Harold Bloom, ese gran crítico literario del siglo XX y que ya partió hacia el misterio de la belleza, más allá de la vida, decía que la literatura es la vida misma. Aunque seguimos preguntándonos ¿qué es la vida? A pesar de todo, no sabemos todavía con certeza el origen y el final de eso que conocemos como vida en este nuestro planeta y el universo. No cabe duda de que los primeros hombres y mujeres, cuando el lenguaje simbólico comunicaba una experiencia, no fueron ajenos a las preguntas por el origen y el sentido de la existencia. Ahora bien, si Dios es un absoluto misterio como sostenía en sus mejores intuiciones teológicas, Karl Rahner, enorme teólogo jesuita, entonces, la vida humana también tiene un principio anidado en el misterio; y por eso, por mucho que la ciencia se acerque a las zonas más desconocidas de la vida, ésta será siempre un profundo misterio. En cambio, la literatura como saber acerca del tiempo y la existencia humana, no es sino una narrativa sobre el tiempo para hablar del incomprensible misterio que es la vida y la belleza detrás de ella.

En ese sentido, no existe un solo momento de nuestra vida diaria, en el que no nos refiramos al tiempo. Ludwig Wittgenstein, filósofo alemán, solía afirmar que el tiempo es la manifestación de la eternidad del infinito. Si asumimos, por tanto, la infinitud del tiempo, desde nuestra inmanencia no hemos hecho más que fragmentar el mismo con categorías como pasado, presente y futuro, para no terminar arrollados por la eternidad del tiempo que devora inexorablemente nuestra finitud terrenal. Narramos los hechos que marcan nuestro devenir. Por ejemplo, el amigo que cuenta su desventura o su felicidad; o el bebé que mira el brillo de los ojos de su madre para no sentirse solo; las nubes que viajan impasibles a través de cielo transparente; sí, son eventos inscritos en el tiempo.

Un incomparable escritor de cuentos, uno de los más grandes de la literatura universal, el argentino Jorge Luis Borges, afirmaba que nosotros aunque hablamos acerca del tiempo estamos más allá del tiempo. «Pienso que hay eternidad en la belleza», sentenció el autor del Aleph. Por tanto, de un modo u otro, el escritor, el poeta, el novelista, el filósofo o el teólogo, perciben un poco del misterio de la belleza cuando escriben. Aquí, aún a riesgo de generalizar, pienso que los únicos que no saben ni conocen de la belleza que está más allá del tiempo, son los políticos, porque esta especie rara dentro del entramado humano, ni escriben ni conocen nada del tiempo, peor aún son capaces de percibir el misterio de las cosas en el mundo, pues, el poder es ajeno y hasta anula toda belleza presente en los acontecimientos de la acción humana.

Por esa razón, cuando la literatura intenta narrar el misterio de la vida y la belleza en la cotidianidad de los seres humanos, hace presente, así sea parcialmente algo de la belleza eterna que está más allá del tiempo. Si nos preguntamos por el misterio de un día de lluvia o ese sol exquisito de una mañana de invierno, o qué está más allá del llanto de un niño o el vuelo de los pájaros al amanecer; qué contiene esa mirada luminosa de una hermosa mujer y que inspira al poeta a inventar palabras de amor; pues detrás de todo está la belleza. Por tanto, los seres y las cosas, llevan en sí, la marca de la belleza que está más allá del tiempo y que es infinita.

Finalmente, estoy convencido de que la literatura como dice Bloom, que es la vida misma, también es el intento más osado que tiene el ser humano ante el misterio de la belleza, de lo más inconmensurable presente en la existencia, y hasta ahora incomprensible para la razón humana, la belleza y la vida. Y no existe otra parcela de lo humano, que nos hable de la vida como la literatura; o tal vez, la vida se vale de la literatura para transmitir el misterio de la belleza que está más allá del tiempo; y aún en medio del mal en el mundo, el misterio de la belleza y la vida, surgen cada día y cada instante, de las cenizas del dolor o el sufrimiento humanos; por eso, la literatura es la vida misma y al mismo tiempo, el misterio de la belleza.

Iván Jesús Castro Aruzamen es filósofo, teólogo, poeta y escritor

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